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La Espiritualidad Conyugal: El Combustible que Transforma el Matrimonio y Anima el MFC

El Movimiento Familiar Cristiano (MFC) es, a la vista de todos, una estructura sólida: reuniones planificadas, servicios apostólicos, encuentros y retiros. Pero, ¿qué es lo que realmente lo pone en marcha? ¿Cuál es el motor inmaterial que impulsa a miles de matrimonios a transformarse y servir? El Padre Pedro Richards, con una claridad profunda y evangélica, nos regaló una metáfora poderosa: si el MFC es un automóvil con una estructura perfecta, su combustible es, sin duda, la Espiritualidad Conyugal. Esta espiritualidad no es un adorno, sino la savia vital que nos transforma en Cristo y en la Iglesia. Hoy, nos detenemos a reflexionar sobre esta “fisiología” divina que estamos llamados a vivir y transmitir.

1. La Pregunta Fundamental: ¿Estructura o Combustible?

La Estructura Necesaria, Pero Insuficiente

Todo movimiento organizado necesita una estructura. Necesita reglas, agendas, líderes, y métodos de trabajo. En el MFC, esto se traduce en la puntualidad de las reuniones, la planificación de los cursos, la distribución de tareas y la asistencia a los eventos. Esta estructura es el vehículo, la carrocería del automóvil: sin ella, no podemos transportarnos ni cumplir nuestra misión. Es la obediencia a la organización, la disciplina del servicio.

Sin embargo, el Padre Richards nos advierte: una estructura, por perfecta que sea, no se mueve por sí misma. El auto puede tener las mejores ruedas, un chasis impecable y la pintura más reluciente, pero si el tanque está vacío, es solo un objeto estático. El gran peligro de cualquier movimiento eclesial es caer en el activismo vacío, en el “servicio que no es el resultado de una espiritualidad”.

Podemos llenar nuestra agenda de servicios, ir a todas las reuniones y servir en todos los retiros, pero si estas acciones no provienen de un manantial interior, de un corazón renovado, se convierten en ruido, en servicio de “acá para afuera”. La estructura sola es mera burocracia con buenas intenciones; solo se convierte en Misión cuando se le inyecta el verdadero combustible.

La “Fisiología” que da Vida

¿Cuál es ese combustible que “hace andar” al MFC? Es la vida interior, la fisiología que anima el cuerpo de la estructura: la Espiritualidad Conyugal.

La espiritualidad, en esencia, es la manera en que un cristiano vive y aplica la fe en su día a día. La espiritualidad conyugal es la forma en que los esposos viven la gracia del Sacramento del Matrimonio, permitiendo que Cristo sea el centro de su relación. Es la chispa que enciende el motor.

El Matrimonio es un Sacramento, y todo Sacramento tiene una finalidad sacra: santificar. El objetivo central del MFC, como lo recuerda el Padre Richards, es “hacer matrimonios Santos”. No matrimonios “ocupados”, sino matrimonios Santos.

La pregunta clave que debemos hacernos en cada reunión de matrimonio, en cada momento de formación y, sobre todo, al volver a casa, es: ¿Qué elemento de espiritualidad conyugal recibí hoy de manera que fui a casa y soy mejor cabeza de esa pequeña Iglesia que es la familia, y mi mujer es corazón que distribuye mucho mejor la sangre al cuerpo?

La Espiritualidad Conyugal es el elemento que transforma el servicio en santificación y el compromiso exterior en renovación interior. Es el motor que convierte el matrimonio en un camino de santidad mutua.

2. Volver a los Principios: Matrimonios Santos

El Cristo Conyugal: Transformación Personal

El Matrimonio Cristiano es el signo más excelso de la unión de Cristo con su Iglesia. Esta teología, central para el Padre Richards, establece roles de transformación muy claros, no como dominación, sino como servicio y donación.

El varón es llamado a ser la imagen de Jesús, el Cristo Conyugal. El varón del MFC no solo debe parecerse a Jesús, sino identificarse con Él en sus acciones dentro del hogar, esa pequeña Iglesia. Tres características deben ir apareciendo en él:

  1. Pastor y Guía: Asumiendo la responsabilidad de orientar espiritualmente a su familia, buscando siempre el bien mayor, con la mansedumbre y la firmeza de Cristo.
  2. Profeta y Maestro: Dedicando tiempo a la enseñanza, al diálogo formativo con su esposa e hijos, y a la proclamación de la fe con el testimonio.
  3. Sacerdote y Santificador: Ofreciendo su propia vida y el bienestar de su familia a Dios, intercediendo por ellos y conduciéndolos a la Gracia a través de los Sacramentos.

La mujer es la imagen de la Iglesia, y particularmente de María. Ella es el corazón de la familia, llamada a ser la distribuidora de la sangre vital que es el amor, la ternura y la fe. Ella hace que la vida llegue a cada rincón del cuerpo familiar. Su carisma es la acogida, el discernimiento y el cuidado. Al igual que María, ella es el “sí” constante, la fidelidad silenciosa y la fortaleza en la cruz.

Cuando el esposo se identifica con Cristo y la esposa con la Iglesia/María, el Matrimonio se convierte en un auténtico “Sacramento de la santificación”, volviendo a su principio más glorioso.

La Distinción Crucial: Servicio vs. Espiritualidad

El Padre Richards nos advierte sobre el gran peligro: confundir el servicio (el hacer) con el estado de gracia (el ser).

El gran peligro es ir a los servicios, estoy haciendo algo, pero que no sea un servicio que sea el resultado de toda una espiritualidad.

La auténtica espiritualidad conyugal exige priorizar el “ser” sobre el “hacer”.

  1. Primero el Ser: Un esposo transformado en Cristo, una esposa identificada con la Iglesia, cultivando la oración conyugal y personal, leyendo la Biblia juntos, acudiendo a la Eucaristía como pareja.
  2. Luego el Hacer: El servicio en el MFC o la parroquia debe ser el desborde natural de esa vida interior. El fruto, no la raíz.

Solo cuando el servicio apostólico es el resultado de un Matrimonio Santo, ese servicio es fecundo.

3. El Poder del Acto de Fe: La Clave de la Fecundidad

La Desesperación Humana y el ‘Hagan Esto’ de Jesús

La vida conyugal, al igual que el servicio en el MFC, está llena de momentos de cansancio, frustración y, sí, desesperación. El apóstol puede sentir que “ha pescado toda la noche” y no ha conseguido nada: los hijos no escuchan, la reunión no funciona, el dinero no alcanza. Los miembros del MFC, como los apóstoles, a veces se sienten “desesperados”.

Pero Jesús nos dice: “Hagan esto; los resultados están en mis manos.”

Esta es la invitación al acto de fe en el Matrimonio y en el Movimiento.

  • En el Matrimonio: El acto de fe es seguir sirviendo a la esposa con amor incondicional, a pesar de la respuesta imperfecta; es seguir educando a los hijos con paciencia, aunque los frutos no sean inmediatos. Es sembrar sabiendo que Dios dará el crecimiento.
  • En el MFC: El acto de fe es organizar una reunión, lanzar un curso o invitar a un matrimonio sabiendo que la efectividad de la convocatoria no depende de la habilidad humana, sino de la Gracia que acompaña la obediencia al mandato de Cristo.

Cuando un matrimonio vive de este acto de fe, se libera de la ansiedad por el resultado y se centra en la fidelidad a lo que Dios pide. El fruto no es una obra humana, sino la obra de Dios en la que colaboramos.

El Kerygma y el Apóstol Convencido

¿Cuál es el fruto más grande de esta espiritualidad? El apostolado, que el Padre Richards llama Kerygma.

El Kerygma es la proclamación fervorosa de la Buena Nueva. Un matrimonio que ha hecho de la espiritualidad conyugal su combustible, no puede callar lo que ha visto y vivido.

Los apóstoles proclaman a Jesús que conocieron fuera de casa; ¡el MFC tiene la gracia de proclamar al Jesús que tienen en su propia casa, el Cristo Conyugal!

El matrimonio apóstol es aquel que:

  1. Testifica: Su propia relación es la primera y más efectiva predicación.
  2. Transmite: Sus hijos y su comunidad ven que el Cristo conyugal está transformando al esposo y a la esposa “poco a poco en sí mismo”.
  3. Convoca: El fervor nace por dentro: “Yo tengo que proclamarlo a Jesús”. Esta es la clave para que el MFC sea fervoroso y tenga apóstoles que nazcan de la convicción interior, no de la necesidad de llenar un cupo de servicio.

4. Los Tres Movimientos Vitales: Integración Parroquial

Iglesia Grande, Iglesia Pequeña: Nutriéndonos de la Fuente

El MFC y la familia, como “Iglesia Doméstica” o “Iglesia pequeña”, no puede estar aislada, “volando en el viento”, como dice San Pablo. Debe nutrirse de la savia de la Iglesia grande (la Parroquia y la Diócesis).

El Padre Richards identifica tres grandes movimientos que nutren a la Iglesia universal y, por tanto, deben nutrir a la Iglesia pequeña, el Matrimonio:

  1. El Movimiento Bíblico:
    • Nutrición: La Palabra de Dios como luz constante en las decisiones conyugales y familiares.
    • Práctica en Casa: La Lectio Divina conyugal, la lectura diaria de un pasaje, la meditación de la Palabra antes de tomar decisiones importantes en la familia.
  2. El Movimiento Litúrgico:
    • Nutrición: La vida sacramental, especialmente la Eucaristía, como centro y culmen de la vida cristiana.
    • Práctica en Casa: Preparar la Misa dominical, vivir los tiempos litúrgicos (Adviento, Cuaresma) con devociones y costumbres familiares. El esposo-sacerdote al frente de la oración familiar.
  3. El Movimiento Comunitario:
    • Nutrición: La vida fraterna, la comunión con otros hermanos en la fe.
    • Práctica en Casa: Vivir la pertenencia a la Parroquia, al MFC, a la comunidad de vida. Abrir la casa para la reunión, compartir la ñe’ẽ porã (la buena palabra) con los vecinos y hermanos del Movimiento.

Estos tres movimientos no son teorías; son la estructura de la Gracia que la Iglesia nos ofrece para que el matrimonio no “vaya a ninguna parte”, sino que tenga un rumbo firme en Cristo.

La Pesca Milagrosa: La Familia en la Parroquia

El MFC tiene un futuro “glorioso y serio” si cumple la misión de “meter a la familia dentro de la estructura parroquial”.

La Parroquia es el campo de pesca donde la Iglesia Doméstica se irradia. El matrimonio del MFC debe ser ese centro de radiación para todo el barrio o comunidad donde vive.

Esto significa:

  • El matrimonio debe pescar (sacar del mundo e introducir en la barca de la Iglesia) a otras familias.
  • El matrimonio debe ser un ejemplo de vida en comunidad, de servicio desinteresado y de fe sólida que se puede palpar.

Cuando el MFC logra esto, el resultado es que las parroquias se convierten realmente en centros vivos, porque están compuestas por células de Matrimonios Santos, llenos del Combustible de la Espiritualidad Conyugal.

La Fecundidad del MFC Depende de Tu Hogar

La poderosa enseñanza del Padre Pedro Richards es un llamado a la radicalidad evangélica: No podemos dar lo que no tenemos. La eficacia de nuestros servicios y la vitalidad de nuestra estructura en el MFC Paraguay dependen exclusivamente de la profundidad de la Espiritualidad Conyugal que se viva en cada hogar.

No demos más importancia al servicio que a la fuente de la cual emana. Dediquemos tiempo a que el esposo se asemeje más a Jesús en su hogar, y la esposa a María y la Iglesia en su amor. Cuando logremos esto, el Apostolado vendrá por añadidura, con la fuerza imparable del Espíritu Santo. El futuro glorioso del MFC no está en los planes estratégicos, sino en el “Cristo Conyugal” que se hace visible en tu matrimonio.

Te invitamos a tomarte un momento esta semana para evaluar: ¿Cómo está el nivel de combustible en tu Matrimonio? ¿Estás priorizando el ser de tu espiritualidad conyugal sobre el hacer de tus servicios?

“Esposos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola con el baño del agua y la palabra.” — Efesios 5, 25-26

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Característica esencial en el MFC: el trabajo en equipos

118. Es característica esencial en el MFC la integración y el trabajo en equipos, que serán expresión cada vez más auténtica de comunidad cristiana abierta y eficaz.

2.1 El Equipo Base

119. Un Equipo Base es un conjunto de familias que unen sus esfuerzos en forma coordinada para alcanzar, dentro de un clima de trabajo que todos propician y del cual todos disfrutan, un objetivo común.

2.2 El Equipo Diocesano

120. El Equipo Diocesano lo forma un grupo de matrimonios y un sacerdote asesor, responsables de fomentar, promover y dirigir el MFC en la diócesis. Su labor es eminentemente de servicio más que de autoridad; este servicio se traduce en ayuda y colaboración a los matrimonios del Movimiento, para que estos logren los objetivos propuestos por el MFC, y en ser centro de unidad y coordinación. Cuenta con matrimonios encargados de apostolados específicos para lograr, por medio del Movimiento, el servicio a la comunidad.

2.3 El Equipo Nacional

121. El Equipo Nacional lo forma un grupo de matrimonios y un sacerdote asesor, encargados de orientar, promover y dirigir el MFC en cada país. Su labor es principalmente de unificación y servicio. En el Equipo Nacional los Equipos Diocesanos se hacen uno. Debe servir de puente entre el SPLA y los Equipos Diocesanos.

2.4 El Equipo SPLA

122. Secretariado del Movimiento para Latinoamérica. Su labor es unificar el Movimiento en el continente, sirviendo a los Equipos Nacionales como orientador y promotor del Movimiento. Prepara los Encuentros Latinoamericanos del MFC y está en constante comunicación con todos los países.

2.5 El Equipo Zonal

123. Es el que integra el coordinador de la zona respectiva en que están agrupados los países de América Latina, a efecto de coordinar las actividades del SPLA en cada zona. El coordinador de cada una de las cinco zonas en que se agrupan los países del continente es integrante del SPLA y es nombrado por el presidente de este.

2.6 Asamblea General Latinoamericana (AGLA)

124. La forman los presidentes y asesores de los distintos países, junto con el SPLA. Sus recomendaciones, acuerdos y resoluciones deben ser seguidos por todo el Movimiento.

3. ENCUENTROS

125. El MFC celebra periódicamente encuentros a nivel Diocesano, Nacional, Zonal y Latinoamericano. Estos no serán eventos paralelos al trabajo del Movimiento, sino que se situarán como una revisión de los mismos y una reflexión en línea prospectiva.

4. MEDIOS DE FORMACIÓN

126. El Movimiento cuenta con algunos instrumentos y técnicas para servir a sus miembros y a la comunidad en orden a la:

  • santificación de la persona,
  • integración familiar y comunitaria,
  • realización del apostolado,
  • comprensión de la Iglesia y de la sociedad civil.

4.1 Algunos de estos medios son:

Temarios, retiros, cursos, encuentros, convivencias, celebraciones litúrgicas, documentos…

4.2 Medios de información:

Algunos de estos son: correspondencia, cartas informativas, boletines.

LIBRO SUSUSU

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¿Qué dicen los documentos de la Iglesia con relación a los laicos y a la familia cristiana, especialmente en América Latina?

Los laicos, que desempeñan parte activa en toda la vida de la Iglesia, no solamente están obligados a cristianizar el mundo, sino que además su vocación se extiende a ser testigos de Cristo en todo momento en medio de la sociedad humana.

Dice el Concilio: «La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado» (Decr. Apostolicam actuositatem [AA], 2). Se trata de una llamada que es común, «como común es la dignidad de los miembros, que deriva de su regeneración en Cristo; común la gracia de la filiación; común la llamada a la perfección: una sola salvación, única la esperanza e indivisa la caridad» (LG, 32)

La vocación al apostolado se identifica con la vocación cristiana, comunica el espíritu que recibió a través del testimonio y por la Palabra (LG 33).

Los laicos, que desempeñan parte activa en toda la vida de la Iglesia, no solamente están obligados a cristianizar el mundo, sino que además su vocación se extiende a ser testigos de Cristo en todo momento en medio de la sociedad humana (LG 33).

Los laicos consagran el mundo a Dios (LG 34); comprometidos con el trabajo, con la cultura y con la sociedad, dilatan el Reino de Dios (LG 36).

En la Constitución Pastoral Gaudium et Spes se pide a los matrimonios cristianos el compromiso de transformar las estructuras (N° 43).

En la Apostolicam Actuositatem “los laicos deben tomar conciencia de la riqueza de los carismas que recibieron del Espíritu Santo y los pastores no deben tener miedo de reconocer y valorar esa riqueza, en la tarea de examinar todo, sin extinguir el Espíritu” (3) y más adelante… “para lograr con mayor felicidad los fines de su apostolado, puede resultar conveniente que las familias se reúnan en asociaciones…” reconociendo algo que ya se está realizando.

En 1967 Paulo VI visita las Naciones Unidas y da a conocer Populorum Progressio.

En Medellín se define la misión de la familia como “formadora de personas, educadora en la fe y promotora del desarrollo (III.2) que posteriormente el Santo Padre Juan Pablo II reafirma en Familiaris Consortio (N° 17) cuando menciona los “cuatro cometidos generales de la familia: formación de una comunidad de personas, servicio a la vida, participación en el desarrollo de la sociedad y participación en la vida y misión de la Iglesia”. “Ser Iglesia Doméstica es ser el lugar donde se edifica la santidad y desde donde el mundo y la Iglesia pueden ser identificados” (FC 55).

La Evangelii Nuntiandi (N° 70) dice de los laicos “…el campo propio de su actitud evangelizadora es el mismo mundo vasto y complicado de la política, de la realidad social, y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación social y el amor, la familia, la educación de los niños y adolescentes, el trabajo profesional y el sufrimiento…” y el número siguiente… (71) “no se puede dejar de realizar la acción evangelizadora de la familia”.

En Puebla (793) se le recuerda al laico que debe actuar como fermento en la masa, allí debe testimoniar su fe y construir el Reino. Para el cristiano no basta la denuncia de injusticias; a él se le pide que sea verdadero testimonio y agente de justicia.

En diciembre de 1988 se da a conocer la Exhortación Apostólica Christifidelis Laici que, haciendo mención al Sinodo realizado el año anterior, dice: “estuvo presente una calificada representación de fieles laicos, hombres y mujeres que dieron una preciosa contribución a los trabajos del Sínodo” (N° 2). Más adelante, “en virtud de su dignidad bautismal común, el fiel laico es corresponsable juntamente con los ministros ordenados y con los religiosos y religiosas, por la misión de la Iglesia” (N° 15).

En Centessimus Annus Juan Pablo II señala: “… la primera estructura fundamental a favor de la “ecología humana” es la familia, en cuyo seno el hombre recibe las primeras nociones sobre la verdad y el bien, aprende qué quiere decir amar y ser amado, y, por consiguiente, qué quiere decir en concreto ser persona… la familia constituye la sede de la cultura de la vida” (N° 39).

“Dado que los designios de Dios sobre el matrimonio y la familia afectan al hombre y a la mujer en su concreta existencia cotidiana, en determinadas situaciones sociales y culturales, la Iglesia, para cumplir su servicio, debe esforzarse por conocer el contexto dentro del cual el matrimonio y familia se realizan hoy. Este conocimiento constituye consiguientemente una exigencia imprescindible de la tarea evangelizadora…” (FC 4).

LIBRO SUSUSU

LG Lumen Gentium

FC Familiaris Consortio

Evangelii Nuntiandi