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El Corazón del Matrimonio: El Poder Sanador del Perdón

El matrimonio es, en esencia, un pacto de amor sagrado, una promesa que dos almas hacen ante Dios para caminar juntas por la vida. Es un camino lleno de bendiciones, alegrías y momentos de profunda felicidad. Sin embargo, en este sendero, también es inevitable que surjan desafíos, malentendidos y, a veces, heridas que amenazan con enturbiar la belleza de la unión. En esos momentos difíciles, el perdón emerge como un milagro silencioso que sana, la fuerza divina que restaura lo que parece roto y el puente que nos une de nuevo. Es la brisa suave que disipa la densa neblina del resentimiento, permitiéndonos volver a ver con claridad el rostro de la persona que amamos, recordándonos la belleza original de nuestra unión.

El perdón no es una señal de debilidad o una rendición; es la manifestación más pura de un amor valiente, maduro y consciente. Es la decisión consciente de soltar el rencor que oprime el alma, un peso que solo daña a quien lo carga. Es mirar más allá del dolor inmediato que nos ha causado un gesto o una palabra y reconocer en el otro a la persona que amamos, con todas sus imperfecciones. Es, en verdad, un reflejo del amor incondicional que Dios nos tiene a cada uno, un amor que no se cansa de darnos una nueva oportunidad, que nos libera de nuestra culpa y que siempre nos espera con los brazos abiertos. El perdón en el matrimonio es la manifestación más palpable de que el amor es una decisión diaria, no solo un sentimiento.

El Perdón, un Eco del Amor de Dios

Nuestra fe nos enseña que el perdón es el regalo más grande que hemos recibido. Dios nos perdonó en la cruz, a través del sacrificio supremo de su Hijo, Jesucristo, y con ese acto de amor nos mostró el camino. Él nos ha pedido que hagamos lo mismo con los demás, especialmente con nuestro cónyuge, que es nuestra otra mitad en Cristo. San Pablo nos recuerda este mandato con palabras llenas de sabiduría que resuenan en el corazón de todo matrimonio:

“Sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, como Dios los perdonó en Cristo.” (Efesios 4, 32)

Este versículo no es solo un consejo, es un llamado a imitar a Dios en nuestra propia casa. Al perdonar a nuestra pareja, estamos participando en la obra divina de la redención en nuestro propio hogar, transformando una herida en una oportunidad para la gracia. Es un acto de gracia que nos eleva por encima de nuestro dolor y nos une a la misericordia de Cristo. Se nos recuerda constantemente que el perdón que recibimos está intrínsecamente ligado al perdón que ofrecemos en una de las oraciones más poderosas que nos dejó Jesús: “Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.” (Mateo 6, 12). Esta oración no es solo un pedido, sino también una promesa: al pedirle a Dios que nos perdone, nos estamos comprometiendo a que nuestro corazón se abrirá para dar lo que libremente hemos recibido. El perdón, por lo tanto, no es solo un acto para el otro, sino un acto de liberación para uno mismo.

El Amor que Cubre Multitud de Faltas

En un matrimonio, es fácil llevar un registro de las faltas, las palabras hirientes o las promesas rotas. Esta “contabilidad” del dolor, sin embargo, es una trampa mortal que nos aleja. Pero la verdadera fuerza del amor no reside en la memoria de los errores, sino en la capacidad de superarlos. El Apóstol Pedro nos da una clave fundamental para vivir esta verdad:

“Ante todo, tengan entre ustedes un gran amor, pues el amor cubre multitud de faltas.” (1 Pedro 4, 8)

El amor matrimonial es como un escudo protector, una manta que cubre y protege a la persona amada de sus propios fallos. Esto no significa ignorar un problema grave, fingir que el dolor no existe o, peor aún, permitir un comportamiento dañino o abusivo. Por el contrario, significa elegir activamente la paciencia, la comprensión y la humildad por encima del orgullo, la revancha o la amargura. Es el amor el que nos permite ver la vulnerabilidad detrás del enojo y la humanidad detrás de la falla. Es decidir no centrarse en el error, sino en la totalidad de la persona amada y en el pacto sagrado que hicieron juntos. Es reconocer que la persona que nos ofendió es la misma a la que prometimos amar incondicionalmente, y que su dignidad como hijo de Dios es más grande que cualquier error momentáneo. El amor cubre, no para ocultar, sino para sanar y restaurar la dignidad. Como San Pablo nos recuerda: “El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” (1 Corintios 13, 7). Este es el amor que se nos pide vivir.

Cómo Forjar el Perdón en el Día a Día

El perdón no es un evento único o un sentimiento pasajero, sino una práctica diaria que fortalece los cimientos del matrimonio y lo nutre. Es un camino que se construye paso a paso con amor, gracia y determinación. Aquí hay algunas maneras concretas y prácticas de cultivarlo en la vida matrimonial:

  • Comunicación con el corazón: Hablen de sus sentimientos de forma honesta, pero con una profunda humildad y gentileza. La clave está en cambiar el enfoque. En lugar de decir “tú siempre haces esto”, que es una acusación que genera una barrera defensiva, intenta expresar “yo me sentí herido cuando…” La empatía y la escucha activa son tan importantes como las palabras que se dicen. A menudo, el solo hecho de ser escuchados y comprendidos inicia el proceso de sanación, transformando la defensa en entendimiento mutuo. Es aquí donde el corazón se ablanda y se abre al perdón.
  • La oración en pareja: Tomen de la mano a su cónyuge y oren juntos por la gracia de perdonar. Pidan a Dios que sane sus heridas y que les enseñe a amarse como Él les ama. La oración es el pegamento divino que vuelve a unir lo que se rompió, transformando un momento de conflicto en un momento de vulnerabilidad compartida y fe renovada. Al orar juntos, invitan a Dios a ser el mediador de su reconciliación, y Él, con su infinita misericordia, se convierte en el constructor de ese nuevo puente de perdón.
  • Recuerden su promesa: Vuelvan a los votos que se hicieron el día de su boda. Esas palabras no fueron un simple ritual, sino una promesa de vida ante Dios, un pacto sagrado que los unió. Perdonar es honrar esos votos, amando a su pareja “en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad.” Es recordar que el vínculo sagrado que los une es más grande que cualquier error o desacuerdo, porque es un lazo bendecido por Dios. Como dice la Escritura: “Por eso, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.” (Marcos 10, 9). El perdón es la herramienta divina que impide que las heridas y el orgullo logren esa separación. Es el acto de renovar los votos cada día.

El perdón es el corazón palpitante de un matrimonio bendecido. Es el regalo más puro que pueden darse mutuamente, un eco del amor de Dios en la intimidad de su hogar. Al elegir perdonar, no solo están sanando una herida, sino que están construyendo un futuro juntos, más fuerte, más unido y lleno del amor incondicional de Dios. Es la decisión diaria de amar, de elegir el bien del otro por encima del propio orgullo, y de caminar juntos hacia la santidad que Dios desea para su matrimonio.

¿Qué opinan ustedes? ¿Cómo han vivido el perdón en su matrimonio y qué herramientas de fe les han ayudado a superarlo? Comparte tu historia y enriquezcamos esta conversación con tu experiencia.

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Jesús en Nuestra Barca: Esperanza y Fortaleza para los Matrimonios

Una mirada cristiana al amor en tiempos de tormenta

La vocación al matrimonio no es una travesía tranquila ni siempre previsible. Es una llamada hermosa, sí, pero exigente. Es como conducir una barca por mares muchas veces agitados, donde el amor es puesto a prueba por las olas del cansancio, los desacuerdos, las presiones del día a día o las heridas no sanadas. Y sin embargo, como nos recuerda el Papa Francisco, esta barca no navega sola.

El sacramento: ancla firme en medio del mar

En medio de las tormentas, quizás muchos matrimonios se han sentido tentados a gritar como los apóstoles: «¡Maestro! ¿No te importa que perezcamos?» (Marcos 4, 38). Pero lo que el Evangelio nos revela es profundamente consolador: Jesús está en la barca.
Él no abandona, no duerme, no se desentiende. A través del sacramento del matrimonio, Cristo está realmente presente en la vida de los esposos, caminando con ellos, sosteniéndolos, incluso cuando las aguas parecen desbordar.

Cuando las dificultades arrecian, es vital que ambos le dejen subir de nuevo a esa barca. Porque cuando Jesús sube, como nos dice el Evangelio: «cesó el viento» (Marcos 6, 51). No significa que desaparezcan todos los problemas, pero sí que cambian las perspectivas. Con la mirada fija en Él, el corazón se serena, se renueva la esperanza y se reencuentra el sentido.

Abandonarse en el Señor: el camino del amor verdadero

Vivir el matrimonio con fe no es negar la fragilidad, sino reconocerla humildemente y ponerla en manos del Señor. Como enseñó San Pablo: «la fuerza de Cristo se manifiesta en la debilidad» (2 Corintios 12, 9). Justamente en los momentos más duros, donde parece que ya no hay fuerzas ni solución, es cuando Dios puede hacer maravillas si lo dejamos actuar.

Muchos matrimonios llegan a conocer verdaderamente a Jesús y a confiar profundamente en Él en medio de las tormentas. No se trata solo de sobrevivir al dolor, sino de encontrar en esa lucha una fe más sólida, un amor más profundo, una nueva forma de caminar juntos.

Que el hogar sea un refugio de ternura y reconciliación

El Papa nos invita a que nuestros hogares sean lugares de acogida, de comprensión y de reconciliación. Nos recuerda tres palabras que pueden cambiar la dinámica familiar si las vivimos con sinceridad: permiso, gracias y perdón. Tan simples, y a la vez, tan poderosas.

Y cuando surja algún conflicto —porque surgirán— no se vayan a dormir sin haberse reconciliado. Una palabra amable, un gesto, una oración juntos antes de dormir… pueden ser bálsamo y puente para volver a encontrarse.

¿Y si aprendemos a orar juntos más a menudo? ¿Y si, en vez de discutir, nos tomamos de la mano y le pedimos a Jesús que nos enseñe a amar como Él ama?

Cuando el dolor toca la puerta

Sabemos que hay matrimonios que sufren mucho. El desencuentro, la indiferencia, la falta de diálogo, e incluso la separación, causan heridas profundas. También los hijos cargan con ese dolor cuando ven a sus padres distanciados o ausentes.

A pesar de todo, nunca es tarde para pedir ayuda. Buscar acompañamiento, recurrir a la oración, hablar con un sacerdote o con otro matrimonio cristiano puede marcar una diferencia. La Iglesia está para abrazar, no para juzgar. Para acompañar, no para señalar. Es esa “casa paterna” donde siempre hay lugar, incluso cuando venimos con nuestra vida a cuestas (Evangelii Gaudium, 47).

Cristo no se cansa de sanar, de perdonar, de restaurar lo que parecía roto. Abrámosle la puerta. De Él brota un amor que sana y que vuelve a unir.

El perdón: medicina del alma matrimonial

El perdón no es debilidad. Es fortaleza. Y es don.
Perdonarse mutuamente requiere una decisión interior, pero es sobre todo una gracia que se pide y se recibe en la oración. Cuando dejamos que Cristo habite en nuestro matrimonio, Él nos regala su amor fiel y nos enseña a mirar al otro con ternura, incluso en el dolor.

Es desde ese amor que se puede reconstruir la confianza, sanar las heridas y volver a empezar. Con Cristo como cimiento, la casa puede levantarse de nuevo sobre roca firme (Mateo 7, 24).

Matrimonios misioneros: un llamado a salir

Más allá de las luchas internas, el matrimonio cristiano está llamado también a ser testigo y luz para otros. El Papa nos anima a que como esposos “primereemos” dentro de la comunidad eclesial: participando, proponiendo, acompañando, sirviendo, caminando junto a los más débiles, animando a otras familias.

La pastoral familiar no es solo un servicio: es una misión, una corresponsabilidad. Los matrimonios, junto con los pastores, están llamados a custodiar y fortalecer esa gran red de Iglesias domésticas que sostiene la vida de la Iglesia entera.

La familia: cuna de la cultura del encuentro

Hoy más que nunca, el mundo necesita hogares que construyan puentes. Familias que sepan tender la mano entre generaciones, transmitir valores humanos y cristianos, mostrar que el amor fiel es posible. Es un desafío que pide creatividad, entrega y fe. Pero es también una fuente inmensa de alegría.

Porque el matrimonio, vivido desde la fe, es un proyecto de amor y de esperanza, no solo para los esposos, sino para toda la sociedad. Es semilla de comunión, de unidad, de futuro.


En resumen:

  • Jesús está en su barca, no lo olviden.
  • La tormenta pasará si lo dejan subir y toman su mano.
  • Recen juntos, abrácense, perdónense.
  • Involúcrense en la comunidad. Sean faros para otras familias.
  • Construyan su hogar sobre la roca firme del amor de Cristo.

Que sus familias sean verdaderas Iglesias domésticas, llenas de fe, esperanza y caridad. Y cuando el mar se agite, no teman. Jesús permanece con ustedes.


📖 Basado en el mensaje del Papa Francisco a las familias y matrimonios cristianos.

🕊️ Escrito con amor para el Movimiento Familiar Cristiano y toda comunidad que cree en el poder del amor fiel.

Fotografia Grupo MFCPY

Capturar recuerdos, fortalecer la fe: Consejos para tomar buenas fotos con tu celular en el MFC

En cada encuentro, reunión o actividad, vivimos momentos que merecen ser guardados como tesoros. La fotografía es un regalo que nos ayuda a recordar la presencia de Dios en la cotidianidad y a compartir con otros la alegría de nuestra comunidad. Hoy queremos darte algunas recomendaciones sencillas y llenas de sentido cristiano para capturar imágenes hermosas con tu celular.

Como nos recuerda el Salmo 77,12: “Recordaré las obras del Señor; sí, haré memoria de tus maravillas de antaño.”


📖 1. La fotografía como acto de gratitud

Antes de hablar de técnicas, recordemos: tomar una foto no es solo apretar un botón, sino agradecer a Dios por la bendición de estar juntos. Cada imagen es testimonio de la vida familiar y comunitaria que construimos.

Reflexión: Cuando enciendas tu cámara, detente un segundo, respira, contempla la escena y di: “Señor, gracias por este momento.”


📷 2. Aprovecha la luz natural

Los celulares actuales pueden lograr maravillas con buena luz. Siempre que puedas, busca lugares bien iluminados: ventanas, patios, o al aire libre.

  • Si la reunión es bajo techo, colócate de forma que la luz venga de frente o de lado, nunca desde atrás, para evitar siluetas oscuras.
  • En exteriores, evita el sol muy fuerte de mediodía; la luz suave de la mañana o el atardecer da un brillo especial a los rostros.

🤝 3. Muestra la fraternidad

El MFC no es un lugar, ¡son las personas! Busca captar abrazos, manos unidas, miradas llenas de cariño. Más que poses forzadas, invita a las familias a ser naturales. Una sonrisa sincera vale más que una postura perfecta.

Tip: Toma varias fotos seguidas y elige la que mejor capture la alegría genuina.


4. Cuida el fondo y el encuadre

Un buen recuerdo merece un fondo ordenado. Antes de tomar la foto, observa qué aparece detrás: quita distracciones como bolsas o sillas vacías.

  • Mantén la cámara a la altura de los ojos.
  • Si es un grupo grande, organiza en filas: niños adelante, adultos atrás.
  • Prueba encuadrar de forma sencilla, dejando espacio alrededor de los rostros.

📱 5. Sácale provecho a tu celular

No necesitas un teléfono de última generación para buenas fotos. Aquí unos detalles técnicos básicos:

  • Limpia la lente antes de tomar fotos.
  • Activa la cuadrícula (grid) en la cámara: te ayudará a alinear bien las personas.
  • Evita el zoom digital; si quieres acercar, acércate tú.
  • Mantén la cámara firme o apóyala en una mesa o pared.

🙌 6. Respeta la intimidad

No todo momento necesita ser fotografiado. Hay instantes que se viven mejor sin cámara: momentos de oración profunda o confesiones personales. Pide siempre permiso para retratar a otros, sobre todo niños y familias.

Reflexión: Respetar la intimidad es parte de amar al prójimo.


🕊️ 7. Comparte con sentido

Las fotos del MFC no son solo para redes sociales; son semillas de esperanza. Asegúrate de compartir imágenes que edifiquen, que den testimonio del amor de Dios y la unión de nuestras familias.

Tip: Acompaña cada foto con una cita bíblica, una frase del Padre Pedro Richards o una frase que inspire.


❤️ 8. Preserva tus recuerdos

Guarda tus fotos de forma segura: crea carpetas con fechas y nombres de actividades. Esto ayudará a mantener viva la historia de tu comunidad y a transmitirla a las futuras generaciones.

Como dice el Deuteronomio 4,9: “Sólo cuídate y guarda tu alma con diligencia, para que no olvides las cosas que tus ojos han visto, y para que no se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; enséñalas a tus hijos y a los hijos de tus hijos.”


🙏 Finalmente… Haz de cada foto una oración

Que cada imagen sea un recordatorio del amor de Dios que nos reúne como familia y comunidad. Que al mirar nuestras fotos, podamos ver no solo rostros, sino también la acción del Espíritu Santo entre nosotros.

¡Anímate! Tu celular es una herramienta sencilla, pero tu mirada y tu fe son lo que harán que cada foto sea un testimonio de vida y esperanza.


Con cariño y unidad,
Departamento de Comunicación
Movimiento Familiar Cristiano

Periodo 2025-2026

Santidad Conyugal

Santificarse Juntos: El Matrimonio como Camino de Santidad

1. El llamado a la santidad en el matrimonio

El matrimonio no es solo una unión humana; para nosotros, los católicos, es un sacramento, un signo visible del amor invisible de Dios. Cuando un hombre y una mujer se entregan mutuamente ante Dios, su amor se convierte en vía de gracia. La Iglesia nos recuerda que estamos llamados a ser santos, no solo individualmente, sino también como esposos. La santidad no es algo lejano ni exclusivo de unos pocos: está tejida en los gestos cotidianos de amor, paciencia y entrega que vivimos en pareja.

San Juan Pablo II decía: “El matrimonio es la vía por la cual el hombre y la mujer se santifican mutuamente y cooperan con Dios en la obra de la creación.” Así, cada matrimonio está invitado a reflejar el amor de Cristo por su Iglesia.


2. Desafíos y oportunidades de santificación conyugal

No es fácil. Vivir juntos, compartir todo —sueños, luchas, defectos y virtudes— es un verdadero desafío. Las diferencias, las heridas del pasado, el cansancio de la rutina… todo puede volverse obstáculo si no se mira con ojos de fe.

Pero aquí es donde la gracia obra maravillas: cada dificultad es, en realidad, una oportunidad para crecer en las virtudes cristianas. El amor verdadero se purifica cuando aprendemos a perdonar de corazón, a ser pacientes cuando el otro falla, a sacrificarnos por su bien. En cada acto de comprensión y reconciliación, Cristo mismo se hace presente, sosteniendo la unión.

San Pablo nos anima: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Romanos 8,31). No estamos solos en esta misión. Dios camina con cada matrimonio que se esfuerza por amarse de verdad.


3. Prácticas espirituales para fortalecer la unión

La santidad conyugal no se improvisa; se cultiva día a día. Algunas prácticas sencillas pueden transformar la vida matrimonial:

  • Orar juntos: La oración une los corazones y eleva la mirada. Dedicar unos minutos al día para rezar un Padrenuestro, un Rosario o dar gracias antes de dormir hace una gran diferencia.
  • Acudir a la Eucaristía: Participar juntos de la Santa Misa fortalece la fe y renueva la gracia del sacramento.
  • Confesarse y reconciliarse: El perdón de Dios alimenta la capacidad de perdonarse mutuamente. Confesarse regularmente ayuda a purificar el corazón y ser más humildes.
  • Leer la Palabra: Meditar juntos un pasaje de la Biblia alimenta la esperanza y da sentido a la vida diaria.
  • Pequeños gestos de amor y sacrificio: Un abrazo inesperado, una palabra de ánimo, un detalle de servicio silencioso… cada acto de amor es oración vivida.

4. Testimonio de amor y fe

Un matrimonio que busca la santidad se convierte en luz para otros. Hoy, en un mundo que a veces pierde la fe en el amor duradero, los esposos que perseveran en la oración, en el perdón y en la alegría del compromiso son testimonio vivo de que Dios sigue obrando.

Los hijos, la familia, los amigos y hasta la comunidad se edifican cuando ven a dos esposos que, a pesar de sus limitaciones, confían en que Dios es parte de su historia. Como enseña la Iglesia, la familia es “Iglesia doméstica”, un pequeño altar donde se anuncia y se vive el Evangelio.


5. Conclusión inspiradora

Queridos matrimonios: su amor es sagrado. Su unión no es solo un contrato humano, sino una alianza sellada por Dios. Confíen en que Cristo camina con ustedes. Cuando surjan las tormentas —y siempre surgen— repitan con fe: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Romanos 8,31).

Cada día es una nueva oportunidad para elegir amar más, perdonar mejor y servir con más alegría. Que sus hogares sean talleres de santidad, faros de esperanza y signos del amor infinito de Dios.

Que María, Madre de la Sagrada Familia, los acompañe y los inspire siempre a ser santos juntos.

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Fin de Semana de Gracia, Formación y Comunión en el MFC

“Familias en Cristo, al servicio de las familias”

Este primer fin de semana de julio fue un verdadero regalo de Dios para muchas comunidades del Movimiento Familiar Cristiano en diversas diócesis del país. Con una intensa agenda de actividades, retiros, cursos y encuentros, vivimos días llenos de espiritualidad, formación y fraternidad, donde el Espíritu Santo se hizo presente en cada corazón abierto a la gracia.
“Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mateo 18, 20)


Retiro de Kerygma – Base San Lorenzo Caaguazú

El sábado y domingo se llevó a cabo el Retiro de Kerygma en la Casa de Retiros Jesús Misericordioso, organizado por la Base San Lorenzo de Caaguazú. Fueron dos días de profunda oración, reflexión y alegría compartida en comunidad.

Agradecemos de corazón a los matrimonios participantes, así como a los matrimonios servidores que con generosidad ofrecieron su tiempo, amor y servicio a los demás. Damos gracias a Dios por cada corazón tocado y renovado. Sigamos caminando juntos, anunciando la Buena Nueva.
“¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!” (1 Corintios 9, 16)


Segundo Momento de Matrimonio Joven – Base María Auxiliadora de Minga Guazú

En la Casa de Retiro Padre Pedro Richards, de la Diócesis de Ciudad del Este, se vivió un encuentro muy especial: el Segundo Momento de Matrimonio Joven, con la participación de matrimonios de la Base María Auxiliadora de Minga Guazú.

Fueron jornadas de compartir, orar, reflexionar y renovar el amor en pareja, siempre de la mano de Dios. Gracias a cada matrimonio joven por decir “sí” a este tiempo de crecimiento y a los servidores que entregaron su tiempo y corazón para hacerlo posible. Un fin de semana para fortalecer el “sí” de cada día.
“El amor es paciente, es servicial… todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” (1 Corintios 13, 4-7)


Jornada de Pesca Juvenil – Base Villa Hayes

La alegría y el espíritu misionero se hicieron sentir con fuerza este domingo 6 de julio durante la Segunda Jornada de Pesca Juvenil de la Base Villa Hayes. Fue un espacio lleno de amistad, fe y compromiso, donde nuestros jóvenes fortalecieron sus vínculos y renovaron su deseo de ser pescadores de jóvenes para Cristo.
“Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres.” (Marcos 1, 17)

Agradecemos a cada joven, a sus familias y a los matrimonios servidores que hicieron posible este hermoso momento de encuentro. Construyamos juntos una juventud viva, alegre y comprometida con el Evangelio.
“Nadie te menosprecie por ser joven; al contrario, sé ejemplo para los creyentes.” (1 Timoteo 4, 12)


16º Encuentro Conyugal – Base Parroquial San Estanislao

En la Diócesis en Formación de San Pedro, la Base Parroquial San Estanislao organizó con mucho amor su 16º Encuentro Conyugal. Damos gracias a Dios por cada matrimonio que aceptó esta invitación a crecer y fortalecerse, y por los servidores que, una vez más, demostraron su entrega y compromiso con la misión. Dios bendiga su sí generoso.
“Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.” (Mateo 19, 6)


Formación Continua para Servir Mejor

También queremos destacar que durante estos días se desarrollaron varios cursos de formación en distintas diócesis donde el MFC tiene presencia. Algunas de las temáticas abordadas fueron:

  • Curso de Administración del Tiempo
  • Curso de Metodología y Coordinación de Promotores
  • Liturgia Eucarística
  • Curso de Nociones Básicas de la Biblia
  • Curso de Ser y Hacer del Equipo Coordinador de Base
  • Y otras instancias formativas que fortalecen nuestra misión

Gracias a todos los matrimonios que se animan a formarse para servir mejor, ayudando a otros matrimonios a crecer en la fe y en la vida familiar.
“Estén siempre dispuestos a dar razón de su esperanza a todo el que se la pida.” (1 Pedro 3, 15)


Sigamos Caminando Juntos

Este fin de semana fue una hermosa muestra de que cuando las familias se abren a Dios y a la comunidad, suceden cosas grandes. Agradecemos a todos los que participaron, sirvieron, animaron y apoyaron cada una de estas actividades.

El MFC Paraguay sigue vivo, en camino, y con el corazón dispuesto a evangelizar.
“Familias en Cristo, al servicio de las familias”

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Espiritualidad Conyugal e Iglesia Doméstica

I. ESPIRITUALIDAD CONYUGAL

1. Familia y Sagrada Escritura

23. El matrimonio y su consecuencia, la familia, son, ante todo, una realidad humana, condicionada por la realidad histórica y cultural en que están envueltas.

24. En el Antiguo Testamento, el matrimonio fue uno de los medios usados por el Señor para revelar la alianza de amor entre Él y su pueblo. Algunos profetas explicaron esta alianza con el ejemplo del amor nupcial e hicieron de la dinámica esposo-esposa, la figura de la relación del Señor con el pueblo de Israel. Esta relación, basada en la fidelidad constante del Señor, fue vivida por el pueblo escogido en su contexto histórico, con las limitaciones provocadas por factores globales (históricos, políticos, socioeconómicos y culturales) y por factores inherentes al propio hombre: dudas, avances y retrocesos, aceptación y rechazo, disponibilidad y desconfianza, entrega y traición.

25. En los primeros tiempos de la Iglesia, los judíos recién convertidos continuaban respetando las costumbres semitas en relación al matrimonio, mientras los gentiles convertidos, aceptaban la legislación y costumbres grecorromanas.

26. Basándose en el Antiguo Testamento, San Pablo coloca la vivencia conyugal dentro del contexto de la salvación y del misterio de Cristo y dice que esta realidad humana es “un gran misterio”, que tiene como punto de referencia la relación de Cristo con su Iglesia (Ef. 5,32).

2. Doble perspectiva: realidad humana y sacramento

27. Asimismo, en la carta a los Corintios, escribiendo sobre el casamiento de los cristianos, dice “Aquel que se case, cásese en el Señor”. Lo cual significa asumir la realidad vivencial a la luz del Evangelio, con todas sus perspectivas y exigencias.

28. El amor conyugal, que hace de los dos una sola carne como Cristo y su Iglesia, sin perder nada de su autenticidad humana, se transforma en signo y testimonio, portador real y eficaz del amor salvador de Cristo por su Iglesia. Por eso, el amor conyugal vivido por los cristianos, en cualquier contexto sociológico y cultural, es sacramento, signo transmisor del amor que lo trasciende y en él se realiza.

29. Esta doble perspectiva del matrimonio, que es una realidad humana y a la vez sacramento-misterio de salvación, no ha sido siempre comprendida a través de la historia. En la catequesis, en la teología del matrimonio y en la propia moral conyugal se ha marcado, muchas veces, uno solo de estos aspectos.

30. No comprendemos fácilmente cómo una realidad que por ser humana es relativa e imperfecta, puede ser, al mismo tiempo, un sacramento de salvación y por tanto permanente y perfecto. Por esto situamos, muchas veces, su dimensión sacramental en una línea conceptual desvinculada e independiente de la realidad de vida y asumida día a día por los cónyuges.

31. El Sacramento no santifica las formas sociales y culturales del matrimonio, sino la interrelación personal, que en cada pareja se vive y expresa en forma diferente.

32. Para la vivencia de la espiritualidad conyugal, es necesario profundizar el amor humano entre hombre y mujer, con todas sus implicaciones, como el MFC lo ha hecho desde su fundación. Este amor, que puede ser analizado en sus diversos aspectos (sexualidad, amistad, socialización), forma un todo, una realidad integral.

33. La sexualidad, atracción por el otro sexo, es un don específico del Señor, que hace clamar al hombre de todos los tiempos “Esto sí es carne de mi carne y huesos de mis huesos”, constituye un vehículo fundamental de comunicación entre el hombre y la mujer. Pero por un concepto dualista de la naturaleza, se pueden llegar a dos extremos: o una desfiguración angelista que toma la sexualidad solamente como instrumento para la procreación o a una concepción exclusivamente erótica y materialista, que hace de la sexualidad solo un instrumento de placer.

La atracción de la sexualidad va encaminada a la comunicación, donación, aceptación, complementariedad y amistad conyugal de dos seres humanos, que alcanzan su máxima expresión en el hijo y debe ser recolocada en su lugar verdadero y fundamental dentro de la naturaleza humana.

La sexualidad no es una dimensión parcial del hombre; no es simplemente biológica, ni puede reducirse tampoco al encuentro del acto conyugal. El hombre, varón y mujer, es siempre un ser sexuado y por esto la sexualidad ha de tomarse en relación a toda la persona, en sus dimensiones de: corporeidad, intimidad, relación con el otro y consigo mismo, comunicación, creación, construcción de la sociedad. Esta, así entendida, eleva al ser humano en toda su integridad de persona y sitúa a hombre y mujer en un proceso de liberación en el que conjuntamente afrontan los interrogantes que plantean la afectividad, el amor, la vida, el Sacramento. El placer, dentro de la esencia constitutiva de la sexualidad, escapa a muchos cristianos como consecuencia de ideas adversas y de una catequesis en la que no se la valoraba positivamente; este debe ser entendido en su totalidad, como un elemento bueno y deseable que expresa y celebra el placer de la unión conyugal. Así el acto conyugal marcado por la afectividad, la unidad, la entrega, la alegría de vivir unidos, el placer de estar juntos en la vida en común, la comunicación, la interrelación personal es una celebración de todas las realidades del amor de hombre y mujer, en una dimensión profunda del matrimonio sacramentado. Dada la realidad en que ha venido utilizándose la mujer para satisfacer los instintos del hombre, debe destacarse el valor y dignidad humana de ambos, en una nueva formulación de la sexualidad, en toda su amplitud, como expresión de plenitud y de entrega, pero que también puede convertirse en instrumento de poder, de dominación y de manifestación de egoísmo.

3. Expresión social del matrimonio

34. El amor del hombre y la mujer no es un fenómeno que afecta exclusivamente a los dos, sino a toda la sociedad. En consecuencia, en todas las épocas y culturas la unión conyugal ha sido y es un hecho social.

35. Si el amor conyugal es manifestación y presencia del amor del Señor a su Iglesia, cada matrimonio cristiano debe saber descubrir en cada una de las facetas de su vida los valores que la trascienden, para hacer de ellos camino y expresión de su espiritualidad: de tal forma que en la manifestación de entrega de una persona a otra a pesar de su limitación e inseguridad ante el futuro se dé la señal de entrega definitiva y sin reservas al totalmente otro, a Dios.

36. En el matrimonio cristiano es fundamental una manifestación externa y pública de los dos, que se ofrecen como testigos del amor de Cristo a su Iglesia, y de la comunidad que los recibe y apoya en este nuevo compromiso eclesial y humano.

37. El amor de los esposos es un amor existencial y dinámico, no conceptual y estático, que se va construyendo a lo largo de los años, de los días y de las horas, en la dinámica de la interrelación personal y familiar. Y esta dinámica amorosa, constituida de totalidad y limitaciones; del sí, del no, del tal vez; de riqueza y pobreza; de fidelidad y de faltas, es una señal testimonio portador real y eficaz (sacramento), del misterio de la salvación del Señor. Como la Iglesia, Sacramento de Cristo, sana y necesitada de purificación, el matrimonio camina entre la gracia y el pecado, entre la limitación y la plenitud, ansiosamente perseguida, pero nunca alcanzada, manifestando en diversos grados y formas su valor trascendente.

38. El matrimonio de los esposos cristianos, legítimamente constituido, no siempre manifiesta claramente el misterio de Cristo y su Iglesia, que es amor fiel, fecundo hasta la muerte “y muerte de Cruz”. También puede ocurrir que el amor de los cónyuges cuya unión no está legítimamente establecida, sea una manifestación de la bondad del Señor, cuando en ellos “hay valores de unidad, fidelidad y responsabilidad” (Puebla N° 578).

Esto implica un fuerte llamado del Señor y de la comunidad para todo matrimonio cristiano, a una vivencia más plena de su amor, y al mismo tiempo, a una comprensión de todas las demás parejas que viven el amor conyugal.

4. Factores globales que condicionan a la familia

39. Igualmente, el matrimonio (amor humano y sacramento de salvación) permanece condicionado por factores globales (culturales, sociales, políticos y económicos), adquiriendo expresiones y tipos diversos de familia.

40. El sacramento no está ligado a una forma determinada de familia, de tal manera que podamos llamarla “familia cristiana”, sino a la propia dinámica del amor, donación y aceptación mutua.

41. Los factores globales condicionantes, aunque a veces han sido enriquecedores, como es el descubrimiento más profundo de la psicología del ser humano y la naturaleza de la sexualidad, son en nuestra sociedad muchas veces opresores y empobrecedores, como los que enumeran los obispos en el documento de Puebla. Estos son los retos a los que permanentemente tienen que responder cada matrimonio y el MFC, como institución en su misión de hacer posible la vivencia conyugal más plena.

5. Nuevos caminos pastorales

42. Los caminos pastorales, asumidos hoy por la Iglesia y por el MFC como Movimiento de Laicos, deben ayudar a las familias a descubrir que la vivencia del Sacramento del Matrimonio no supone la existencia de familias idealmente perfectas. Supone, eso sí, la existencia de auténticas familias humanas, dispuestas a dar al amor que une a sus miembros, la amplitud de la dimensión sacramental: que es “señal” del amor salvífico del Señor, en el contexto concreto en que está envuelta.

Por esto los caminos pastorales buscarán:

a. Colocar las familias dentro del actual proceso de evolución global o cultural que hoy las debilita y las sitúa.

b. Llevarlas a revisar constantemente este proceso, actualizándolo y criticándolo delante de los siguientes puntos de referencia:

  • Aspiraciones fundamentales de los esposos y de sus familias.
  • Aspiraciones y llamadas del mundo de hoy.
  • Exigencias evangélicas.

43. Estas exigencias evangélicas, fundamentadas en el mandamiento del amor, tienen una respuesta concreta para cada pareja, por el hecho de ser señal y presencia del amor de Cristo a su Iglesia, que es una entrega total, con una fidelidad dinámica que lo hace crecer cada día y, por tanto, tiene como consecuencia ser un amor para siempre. Nadie tiene mayor amor que aquel que da su vida por el amigo.

II. FAMILIA: IGLESIA DOMÉSTICA

1. Familia: Iglesia Doméstica al interior de sí misma

44. La familia “ha merecido muy bien, en los diferentes momentos de la historia y en el Concilio Vaticano II, el hermoso nombre de Iglesia Doméstica. Esto significa que en cada familia cristiana deberían reflejarse los diversos aspectos de la Iglesia entera” (E.N. 71), lo cual supone la vivencia familiar de la fe, la esperanza y el amor, que se han de expresar entre otras formas, en la liturgia familiar, en la comunión y participación y en la reconciliación.

45. En la familia cristiana encuentran su pleno desarrollo cuatro relaciones fundamentales de la persona humana: “paternidad, filiación, hermandad, nupcialidad”. Estas mismas cuatro relaciones componen la vida de la Iglesia: experiencia de Dios como Padre, experiencia de Cristo como hermano, experiencia de ser hijos en, con y por el Hijo, experiencia en Cristo como esposo de la Iglesia. La vida en familia produce y participa en pequeño estas cuatro experiencias fundamentales; cuatro rostros del amor humano” (Puebla 583). Porque “La familia es imagen de Dios, que en su misterio más íntimo no es soledad, sino una familia. Es una alianza de personas a la que se llega por vocación amorosa del Padre, que invita a los esposos a una íntima comunidad de vida y de amor” (Puebla 582). Lo anterior manifiesta la importancia de la espiritualidad conyugal para la Iglesia Doméstica, que hunde sus raíces en el misterio trinitario.

46. En la trama de la existencia familiar se dan a la vez luces y sombras, dolores y gozos, fracasos y esperanzas, que son participación de la familia en el misterio pascual de Cristo, misterio de Muerte y Resurrección.

2. Familia Iglesia Doméstica como evangelizadora

47. La familia, Iglesia Doméstica, se va haciendo evangelizadora tanto dentro de ella como hacia la comunidad, anunciando la Buena Nueva a través del testimonio, la proclamación explícita del mensaje de Jesús, en unión con la Iglesia, y como partícipes en la construcción del Reino (E.N. 21, 22, 23, 24).

48. “La familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde este se irradia” (E.N. 71).

49. Para la realización de la persona es fundamental que al interior de la familia cada uno dé, a través de su amor, la Buena Nueva del amor de Dios como mensaje de salvación. “Dentro pues de la familia… todos los miembros de la misma evangelizan y son evangelizados. Los padres no solo comunican a los hijos el Evangelio, sino que pueden, a su vez, recibir de ellos este mismo Evangelio profundamente vivido” (E.N. 71).

50. Hacia la comunidad, la familia, como Iglesia Doméstica, está llamada a ser evangelizadora, profética y liberadora (Cfr. Puebla 591).

51. La familia no podrá transmitir la fe si esta no está arraigada en lo profundo e identificada con la vida, para poder proponerla en un diálogo abierto al mundo y a su momento histórico, insertándose en los acontecimientos y comprometiéndose con el hombre y su historia.

52. La familia, Iglesia Doméstica, responde “aquí y ahora” a la interpelación del Señor. Para ello debe escrutar los signos de los tiempos y conocer la realidad en que vivimos y viven nuestros hermanos, concientizándose de la situación de injusticia de todo orden (religioso, social, cultural, económico y político) con el fin de anunciar en esta realidad la salvación de Cristo, y denunciar todo aquello que va contra la dignidad de la persona humana: “¿cómo proclamar el mandamiento nuevo, sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre?” (E.N. 31).

3. El MFC, medio eficaz para vivir Iglesia Doméstica

53. El MFC busca ser medio eficaz para que la familia vaya entendiendo lo que significa la espiritualidad conyugal y la Iglesia Doméstica, capacitándola para que viva esta espiritualidad entre sus miembros, y también con otras familias, con el fin de que puedan servir a la misión que toda Iglesia tiene que realizar (Cfr. A.A. 19).

Con este fin se procura:

  • Buscar medios para que se viva la espiritualidad conyugal.
  • Tratar de que sus miembros logren una vida integral en la que se rompa el dualismo: fe y vida.
  • Hacer conscientes a sus miembros de lo que significa que la familia es Iglesia Doméstica, donde se vive el vínculo del amor, de comunidad y vida, de fe y de oración, de testimonio y compromiso.
  • Encontrar medios para que la familia, Iglesia Doméstica, no sea una isla sino que debe integrarse a otras familias, para vivir una auténtica vida de comunidad cristiana, con el fin de obtener elementos para ser fermento en comunidad.

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El “Sí, quiero” que resonó en casi 100 corazones

El “Sí, quiero” que resonó en casi 100 corazones: Una mañana de promesas y sueños cumplidos
Este sábado no fue un sábado cualquiera en la parroquia San Antonio de Padua, Departamento Central.

Fue un día donde el amor, la fe y la perseverancia se dieron cita para una celebración que nos llenó el corazón, 90 parejas dieron el “sí, quiero” en una emotiva ceremonia religiosa, uniendo sus vidas y sellando un compromiso ante Dios y sus seres queridos.


Más que una boda masiva: Historias de amor que esperaron su momento.
Imagina esperar 13 años para cumplir un sueño. Algunas de las 90 parejas que se casaron en la Parroquia San Antonio de Padua lo hicieron. Trece años de convivencia, de construir un hogar, de formar una familia, aguardando el momento perfecto para recibir la bendición de este sacramento tan significativo. Este no fue un evento más; fue la culminación de años de anhelos, de paciencia y de una fe inquebrantable. Cada pareja traía consigo una historia única de amor y dedicación, haciendo de cada unión un testimonio conmovedor.


Un sueño hecho realidad gracias a la Fundación Santa Librada y el MFC
Este día tan especial fue posible gracias al incansable trabajo de la Fundación Santa Librada, en alianza con el Movimiento Familiar Cristiano (MFC). Es increíble pensar que la Fundación Santa Librada ya ha unido a 4.025 parejas a través de su Programa Sagrada Familia. Víctor Centurión, gerente de proyectos de la Fundación Santa Librada, nos compartió la inmensa alegría de esta pastoral familiar.


Carlos Moreira, del Departamento Misionero del MFC, reveló que este evento fue un sueño gestado durante dos años. Y la alegría se notaba en cada rostro, en cada abrazo. Porque detrás de esta gran celebración hay un año de preparación, de acompañamiento del MFC, donde cada pareja se fortaleció en su compromiso, entendiendo la profundidad de lo que significa unirse en matrimonio.

El sacerdote de la parroquia compartió un dato revelador: en su comunidad, solo habían celebrado siete matrimonios en un año. Esta ceremonia multitudinaria es un faro de esperanza y un claro indicio de la sed de compromiso y fe que existe. La buena noticia no termina aquí: ¡la Fundación y el MFC planean realizar bodas semanalmente hasta junio del próximo año!


Y la lista de espera es impresionante: hay 2.800 parejas más que actualmente se están preparando, durante un año, para recibir este mismo sacramento. Esto es un testimonio del impacto transformador de estos programas, que no solo unen a las personas, sino que fortalecen el tejido social y espiritual de nuestras comunidades.


Este sábado fue un recordatorio poderoso de que el amor verdadero, la fe y el compromiso tienen el poder de transformar vidas y comunidades enteras. ¡Felicidades a todas las parejas!

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Visita Pastoral del Equipo Nacional a la Diócesis de Canindeyú

Este viernes por la mañana, el Movimiento Familiar Cristiano del Paraguay vivió un momento de comunión y esperanza en su camino pastoral. El Equipo Nacional realizó una visita oficial a la Diócesis de Canindeyú, específicamente a la ciudad de Katueté, donde fue cálidamente recibido por Monseñor Roberto Zacarías, obispo de la diócesis.

La visita tuvo como objetivo fortalecer los lazos fraternos con las comunidades locales, compartir el caminar del MFC a nivel nacional y animar a las familias en su misión evangelizadora. Durante el encuentro, se dialogó sobre los desafíos y las luces que vive la pastoral familiar en la región, y se compartieron iniciativas concretas para acompañar a los matrimonios y familias desde la fe.

Monseñor Roberto Zacarías agradeció la presencia del equipo y valoró profundamente el servicio del MFC en la diócesis, destacando la importancia de su testimonio cristiano en la vida familiar y comunitaria.

El Equipo Nacional, por su parte, expresó su sincero agradecimiento al obispo por la cálida acogida y la fraterna apertura con la que fue recibido. Reafirmaron su compromiso de caminar al ritmo de la Iglesia diocesana, en espíritu de sinodalidad, servicio y cercanía.

Esta visita renovó el compromiso del MFC de seguir siendo presencia viva del Evangelio en las familias, construyendo comunidad desde el amor, el trabajo en equipo y la oración. Que este encuentro sea semilla de nuevos frutos pastorales para la Iglesia que peregrina en Canindeyú.

Gracias por haber leído este artículo.

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Característica esencial en el MFC: el trabajo en equipos

118. Es característica esencial en el MFC la integración y el trabajo en equipos, que serán expresión cada vez más auténtica de comunidad cristiana abierta y eficaz.

2.1 El Equipo Base

119. Un Equipo Base es un conjunto de familias que unen sus esfuerzos en forma coordinada para alcanzar, dentro de un clima de trabajo que todos propician y del cual todos disfrutan, un objetivo común.

2.2 El Equipo Diocesano

120. El Equipo Diocesano lo forma un grupo de matrimonios y un sacerdote asesor, responsables de fomentar, promover y dirigir el MFC en la diócesis. Su labor es eminentemente de servicio más que de autoridad; este servicio se traduce en ayuda y colaboración a los matrimonios del Movimiento, para que estos logren los objetivos propuestos por el MFC, y en ser centro de unidad y coordinación. Cuenta con matrimonios encargados de apostolados específicos para lograr, por medio del Movimiento, el servicio a la comunidad.

2.3 El Equipo Nacional

121. El Equipo Nacional lo forma un grupo de matrimonios y un sacerdote asesor, encargados de orientar, promover y dirigir el MFC en cada país. Su labor es principalmente de unificación y servicio. En el Equipo Nacional los Equipos Diocesanos se hacen uno. Debe servir de puente entre el SPLA y los Equipos Diocesanos.

2.4 El Equipo SPLA

122. Secretariado del Movimiento para Latinoamérica. Su labor es unificar el Movimiento en el continente, sirviendo a los Equipos Nacionales como orientador y promotor del Movimiento. Prepara los Encuentros Latinoamericanos del MFC y está en constante comunicación con todos los países.

2.5 El Equipo Zonal

123. Es el que integra el coordinador de la zona respectiva en que están agrupados los países de América Latina, a efecto de coordinar las actividades del SPLA en cada zona. El coordinador de cada una de las cinco zonas en que se agrupan los países del continente es integrante del SPLA y es nombrado por el presidente de este.

2.6 Asamblea General Latinoamericana (AGLA)

124. La forman los presidentes y asesores de los distintos países, junto con el SPLA. Sus recomendaciones, acuerdos y resoluciones deben ser seguidos por todo el Movimiento.

3. ENCUENTROS

125. El MFC celebra periódicamente encuentros a nivel Diocesano, Nacional, Zonal y Latinoamericano. Estos no serán eventos paralelos al trabajo del Movimiento, sino que se situarán como una revisión de los mismos y una reflexión en línea prospectiva.

4. MEDIOS DE FORMACIÓN

126. El Movimiento cuenta con algunos instrumentos y técnicas para servir a sus miembros y a la comunidad en orden a la:

  • santificación de la persona,
  • integración familiar y comunitaria,
  • realización del apostolado,
  • comprensión de la Iglesia y de la sociedad civil.

4.1 Algunos de estos medios son:

Temarios, retiros, cursos, encuentros, convivencias, celebraciones litúrgicas, documentos…

4.2 Medios de información:

Algunos de estos son: correspondencia, cartas informativas, boletines.

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¿Qué dicen los documentos de la Iglesia con relación a los laicos y a la familia cristiana, especialmente en América Latina?

Los laicos, que desempeñan parte activa en toda la vida de la Iglesia, no solamente están obligados a cristianizar el mundo, sino que además su vocación se extiende a ser testigos de Cristo en todo momento en medio de la sociedad humana.

Dice el Concilio: «La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado» (Decr. Apostolicam actuositatem [AA], 2). Se trata de una llamada que es común, «como común es la dignidad de los miembros, que deriva de su regeneración en Cristo; común la gracia de la filiación; común la llamada a la perfección: una sola salvación, única la esperanza e indivisa la caridad» (LG, 32)

La vocación al apostolado se identifica con la vocación cristiana, comunica el espíritu que recibió a través del testimonio y por la Palabra (LG 33).

Los laicos, que desempeñan parte activa en toda la vida de la Iglesia, no solamente están obligados a cristianizar el mundo, sino que además su vocación se extiende a ser testigos de Cristo en todo momento en medio de la sociedad humana (LG 33).

Los laicos consagran el mundo a Dios (LG 34); comprometidos con el trabajo, con la cultura y con la sociedad, dilatan el Reino de Dios (LG 36).

En la Constitución Pastoral Gaudium et Spes se pide a los matrimonios cristianos el compromiso de transformar las estructuras (N° 43).

En la Apostolicam Actuositatem “los laicos deben tomar conciencia de la riqueza de los carismas que recibieron del Espíritu Santo y los pastores no deben tener miedo de reconocer y valorar esa riqueza, en la tarea de examinar todo, sin extinguir el Espíritu” (3) y más adelante… “para lograr con mayor felicidad los fines de su apostolado, puede resultar conveniente que las familias se reúnan en asociaciones…” reconociendo algo que ya se está realizando.

En 1967 Paulo VI visita las Naciones Unidas y da a conocer Populorum Progressio.

En Medellín se define la misión de la familia como “formadora de personas, educadora en la fe y promotora del desarrollo (III.2) que posteriormente el Santo Padre Juan Pablo II reafirma en Familiaris Consortio (N° 17) cuando menciona los “cuatro cometidos generales de la familia: formación de una comunidad de personas, servicio a la vida, participación en el desarrollo de la sociedad y participación en la vida y misión de la Iglesia”. “Ser Iglesia Doméstica es ser el lugar donde se edifica la santidad y desde donde el mundo y la Iglesia pueden ser identificados” (FC 55).

La Evangelii Nuntiandi (N° 70) dice de los laicos “…el campo propio de su actitud evangelizadora es el mismo mundo vasto y complicado de la política, de la realidad social, y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación social y el amor, la familia, la educación de los niños y adolescentes, el trabajo profesional y el sufrimiento…” y el número siguiente… (71) “no se puede dejar de realizar la acción evangelizadora de la familia”.

En Puebla (793) se le recuerda al laico que debe actuar como fermento en la masa, allí debe testimoniar su fe y construir el Reino. Para el cristiano no basta la denuncia de injusticias; a él se le pide que sea verdadero testimonio y agente de justicia.

En diciembre de 1988 se da a conocer la Exhortación Apostólica Christifidelis Laici que, haciendo mención al Sinodo realizado el año anterior, dice: “estuvo presente una calificada representación de fieles laicos, hombres y mujeres que dieron una preciosa contribución a los trabajos del Sínodo” (N° 2). Más adelante, “en virtud de su dignidad bautismal común, el fiel laico es corresponsable juntamente con los ministros ordenados y con los religiosos y religiosas, por la misión de la Iglesia” (N° 15).

En Centessimus Annus Juan Pablo II señala: “… la primera estructura fundamental a favor de la “ecología humana” es la familia, en cuyo seno el hombre recibe las primeras nociones sobre la verdad y el bien, aprende qué quiere decir amar y ser amado, y, por consiguiente, qué quiere decir en concreto ser persona… la familia constituye la sede de la cultura de la vida” (N° 39).

“Dado que los designios de Dios sobre el matrimonio y la familia afectan al hombre y a la mujer en su concreta existencia cotidiana, en determinadas situaciones sociales y culturales, la Iglesia, para cumplir su servicio, debe esforzarse por conocer el contexto dentro del cual el matrimonio y familia se realizan hoy. Este conocimiento constituye consiguientemente una exigencia imprescindible de la tarea evangelizadora…” (FC 4).

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LG Lumen Gentium

FC Familiaris Consortio

Evangelii Nuntiandi