En el corazón del Movimiento Familiar Cristiano late una convicción profunda: el matrimonio no es solo la unión de dos personas que se aman, sino una vocación sagrada, una misión que Dios confía a cada esposo y esposa para que, juntos, construyan un proyecto de vida que trascienda lo individual.
Un matrimonio con propósito es aquel que reconoce que su unión no termina en sí misma, sino que está llamada a dar frutos: en los hijos, en la comunidad, en la Iglesia y en la sociedad. Como enseña San Juan Pablo II, «El amor conyugal alcanza esa plenitud que se convierte en imagen viva del amor de Cristo por su Iglesia» (cf. Ef 5, 25).
Hoy más que nunca, necesitamos matrimonios que vivan con sentido, que sepan que su compromiso no es solo un contrato civil o una convivencia afectiva, sino una vocación que transforma.

El matrimonio: sacramento y misión
Para la Iglesia Católica, el matrimonio es uno de los siete sacramentos. Esto significa que no es solo un signo externo, sino un canal de gracia. Cada esposo y esposa se convierten en ministros del sacramento, y en su entrega mutua se hace presente Cristo, que santifica su amor y lo convierte en signo visible del amor de Dios.
«Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre» (Mt 19, 6).
Esta promesa no es solo un ideal romántico: es una realidad espiritual. Cuando los esposos entienden que su matrimonio es camino de santificación, cada gesto de amor, cada sacrificio y cada reconciliación se vuelven oración y testimonio.
Orar y caminar juntos: clave de un amor con propósito
Un matrimonio con propósito se edifica día a día en la fidelidad. Implica cultivar una espiritualidad conyugal: orar juntos, participar de la Eucaristía, confesarse regularmente, sostenerse en los momentos difíciles.
Las parejas cristianas no caminan solas; caminan de la mano de Dios y de la comunidad. San Pablo nos recuerda: «Sopórtense mutuamente con amor» (Ef 4, 2). No se trata de soportar resignados, sino de sostenerse, de ser ayuda idónea el uno para el otro.

Un amor que da frutos: servicio a la vida y a la sociedad
Un matrimonio con propósito se abre generosamente a la vida, defiende la familia como célula básica de la sociedad y es fermento de esperanza en medio del mundo.
El Catecismo de la Iglesia enseña: «El fin propio y específico del matrimonio es el bien de los esposos y la procreación y educación de la prole» (CIC 1601). En un mundo donde tantas ideologías debilitan la familia, los matrimonios cristianos están llamados a ser luz, a transmitir la fe a sus hijos y a testimoniar la alegría de amar para siempre.
Testimonio real
«Cuando enfrentamos una crisis fuerte, nos ayudó volver a poner a Cristo en el centro. Redescubrimos la oración juntos y nos acercamos a otras parejas que nos sostuvieron. Hoy sabemos que nuestro matrimonio tiene un propósito mayor que nosotros mismos.»
Marta y Enrique, miembros del MFC
Desafíos y oportunidades: un llamado a la esperanza
Vivir un matrimonio con propósito no es fácil. Hoy enfrentamos desafíos reales: la cultura del descarte, la prisa, la falta de diálogo, la crisis de fe. Sin embargo, cada dificultad puede convertirse en una oportunidad para renovar la promesa de amarse, comprenderse y perdonarse.
Así como Marta y Enrique, miles de matrimonios pueden ser sal y luz en sus comunidades. Su testimonio demuestra que es posible amar de verdad, superar heridas y construir familias sólidas.
Pequeños pasos para un matrimonio con propósito
- Oren juntos: aunque sea un Padre Nuestro cada noche.
- Participen en comunidad: no caminen solos.
- Busquen formación: retiros, talleres, encuentros de parejas.
- Sean generosos: compartan su testimonio con otros matrimonios.
- Cultiven la reconciliación: no permitan que la rutina rompa lo que Dios une cada día.
¡Atrévete a vivir tu matrimonio como vocación!
Hoy, el mundo necesita matrimonios con propósito. Necesita esposos y esposas que crean que su amor es reflejo del amor de Cristo. Necesita familias que eduquen en la fe, que sean fermento de comunión y solidaridad.
Queridos esposos, no tengan miedo de soñar en grande. No se conformen con sobrevivir como pareja; atrévanse a vivir su matrimonio como un don y una misión. Que cada hogar sea un pequeño altar donde Cristo habite y desde donde su amor se expanda a la comunidad.
«El matrimonio es una vocación, en cuanto es respuesta a una llamada específica a vivir el amor conyugal como signo imperfecto del amor entre Cristo y la Iglesia» (Amoris Laetitia, 72).
Que el Movimiento Familiar Cristiano sea siempre ese espacio donde cada pareja descubra, renueve y fortalezca el propósito de su unión. ¡Adelante matrimonios, su vocación es grande y hermosa!
¿Están listos para vivir un matrimonio con propósito? Comiencen hoy: oren juntos, busquen apoyo, y recuerden siempre que el verdadero amor nunca pasa.
