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El Matrimonio: Un Camino de Santidad en la Imperfección

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En la aventura del matrimonio, no importa si han pasado semanas o décadas desde el “sí, quiero”. En algún momento, en medio de la rutina, las alegrías o los desafíos, pueden sorprenderse con una pregunta silenciosa: “¿Qué hice?”. Esta reflexión, lejos de ser un signo de arrepentimiento, es un instante de profunda honestidad que nos invita a reconocer que nos hemos embarcado en uno de los retos más grandes y bellos de la vida. El matrimonio es un camino de aprendizaje y crecimiento constante, una aventura donde las imperfecciones son el terreno fértil para el amor.

La Fuerza del Vínculo Sacramental: Un Misterio de Gracia

El matrimonio cristiano es mucho más que un contrato humano o un acuerdo legal. Es un sacramento, un misterio sagrado donde la gracia de Dios se derrama de manera inagotable sobre el amor de la pareja. Su unión no se sostiene solo con su propia voluntad y esfuerzo, sino que se nutre del amor de Dios, quien se une a ustedes para hacer de su relación un reflejo vivo del amor de Cristo por Su Iglesia. No están solos en este viaje; Él es el tercer cordón en su unión, una presencia activa que les da la fortaleza, la sabiduría y la paciencia que necesitan para cada etapa de su vida juntos.

El vínculo sagrado que se crea en el altar no es un simple formalismo, sino una realidad espiritual profunda que les otorga una fuente inagotable de gracia para amar. Esta gracia no es solo un sentimiento o una emoción, sino una fuerza sobrenatural que fortalece su amor en los momentos de alegría y les permite perseverar en las pruebas, sanando viejas heridas y descubriendo una capacidad de entrega que va más allá de lo que creían posible. Cada acto de servicio, cada palabra amable, cada perdón otorgado y recibido, es una pequeña liturgia cotidiana que transforma su convivencia en una verdadera escuela de santificación. En el matrimonio, se nos enseña a amar no solo cuando es fácil, sino, sobre todo, cuando es difícil, imitando la entrega total de Cristo en la Cruz.

La vida matrimonial les invita a convertirse en una sola carne, un proyecto en continua construcción que se edifica día a día. Es la vía para vivir las más grandes experiencias, para sanar viejas heridas y para descubrir la inmensa capacidad de amar que Dios ha depositado en sus corazones.

La Santidad de la Puerta de al Lado: Un Regalo Oculto en las Imperfecciones

Al iniciar el matrimonio, y a lo largo de los años, cada uno de nosotros es “perfectamente imperfecto”. Con el paso del tiempo, nuestras virtudes y defectos se hacen más evidentes en la convivencia diaria. Es precisamente ahí donde el plan de Dios se revela de manera asombrosa. Las limitaciones y las debilidades del otro no son un problema, sino una gran oportunidad de crecimiento personal y mutuo. En el lenguaje de la Iglesia, son una fuente de santificación.

Como dice el Papa Francisco: La “Santidad de la Puerta de al Lado”, (cfr:GE.7), de aquellos que viven cerca de nosotros y nos ayudan a ser mejores. El hogar y la persona que amamos son el lugar perfecto para ejercitar esta santidad. En las pequeñas fricciones de la rutina, en las diferencias de opinión y en los momentos de debilidad, tenemos el campo de entrenamiento ideal para crecer en la humildad y la caridad. El reto de amar a nuestra pareja en sus fallas, cuando la impaciencia o el egoísmo nos tientan, se convierte en un acto de amor radical que nos purifica. Nos vemos reflejados en sus imperfecciones, descubriendo nuestras propias, y somos llamados a un camino de profunda compasión y servicio. Esta santidad cotidiana no requiere grandes hazañas o gestas heroicas, sino la fidelidad en las cosas pequeñas: una palabra amable, un gesto de perdón, la paciencia ante una costumbre molesta, o el sacrificio de nuestros propios deseos por el bienestar del otro. Al abrazar estas pequeñas cruces diarias, nos unimos a la Pasión de Cristo, y Él, a su vez, nos eleva y transforma.

La Elección Diaria: Sembrar con Visión de Esperanza

Ante la realidad de la imperfección, la visión de esperanza del creyente es fundamental. Es la convicción de que Dios está trabajando en nosotros, transformando las dificultades en oportunidades de crecimiento. Cada día, se nos presenta una nueva oportunidad para sembrar semillas de servicio, paciencia, perdón, entrega y buena comunicación. Son las decisiones que tomamos buscando el bien común y el bien del otro, por encima de nuestras propias conveniencias.

Este camino es una carrera de largo aliento, no de velocidad. Nuestras imperfecciones y las de nuestra pareja son el gran reto que hace crecer nuestra paciencia, que afina nuestra capacidad de amar y que nos libera de nuestro egoísmo. Nadie queda exento de esta realidad. La pregunta crucial no es “¿qué hice?”, sino “¿cómo quiero vivir esta experiencia?”. El mundo moderno nos presiona con la idea de la gratificación instantánea y la comodidad, pero el matrimonio nos invita a una vocación que se cultiva con constancia, perseverancia y oración. Es una elección consciente y libre, renovada cada mañana, de seguir el camino que Dios ha trazado para nosotros.

De la Queja a la Aceptación: Una Decisión Radical de Amor

Frente a las dificultades de la vida en pareja, se nos presentan dos caminos. El primero es el de la queja y el resentimiento, lamentando un supuesto error: “No sé qué hice al casarme…” Este camino conduce a la amargura y a la distancia emocional, haciendo del matrimonio una carga insoportable. Quien elige este camino se encierra en sí mismo, construyendo muros de resentimiento que impiden el flujo de la gracia. El corazón se endurece, la culpa se proyecta en el otro, y el matrimonio, en lugar de ser una fuente de vida, se convierte en una tumba para el amor.

El segundo camino es el de la aceptación amorosa y la esperanza. Es el camino de mirar las imperfecciones mutuas no como fallas, sino como oportunidades de purificación. Es decidir amar y servir a pesar de las limitaciones, entregando el corazón día a día. Es un acto radical de fe y confianza en que el amor, en su esencia divina, es más fuerte que cualquier debilidad o fracaso humano. Quien elige este camino se abre a la acción de la gracia, permitiendo que Dios transforme el dolor en crecimiento y la imperfección en santidad. Esta elección nos permite sentirnos amados y dar gracias a Dios por nuestro matrimonio, con sus altas y bajas, porque es el camino de santidad que Él nos ha preparado. Es una decisión de vivir el amor no como un contrato, sino como una promesa de entrega total.

Conclusión

El matrimonio es una aventura sagrada que nos invita a elegir hacer el bien y a responder al llamado de Dios para llegar a ser la mejor persona posible, de la mano de alguien muy especial. Es un camino de santidad que se vive en lo ordinario, en las luchas y en las alegrías, un camino de largo alcance que nos moldea y nos perfecciona. Los invitamos a seguir recorriendo este camino, a no tener miedo de las imperfecciones y a renovar cada día su “sí” al plan de Dios. En el Movimiento Familiar Cristiano, encontrarán la comunidad y el apoyo para vivir esta aventura en plenitud, construyendo juntos familias fuertes en la fe.

“Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo. Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección.” (Colosenses 3, 13-14)

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