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El Amor Conyugal a la Luz de Cristo: Un Llamado a la Santidad

Hoy queremos reflexionar juntos sobre un pasaje de la Sagrada Escritura que es un verdadero faro para la vida matrimonial: Efesios 4, 25-28. Estas palabras, inspiradas por el Espíritu Santo, nos invitan a profundizar en el misterio del amor conyugal, elevándolo a la altura del amor de Cristo por su Iglesia. Este llamado no es meramente una exhortación moral, sino una invitación a vivir una vocación sublime, donde el amor entre esposos se convierte en un reflejo tangible del amor divino, transformando la vida cotidiana en un camino de gracia y crecimiento espiritual compartido.

“Maridos, amen a su esposa como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla. Él la purificó con el bautismo del agua y la palabra, Del mismo modo, los maridos deben amar a su mujer como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo.”

(Efesios 4, 25-28)

Este texto, aunque dirigido específicamente a los maridos, tiene un mensaje profundo para ambos cónyuges, revelando la grandeza y la vocación de santidad que encierra el sacramento del matrimonio.

1. Amar como Cristo amó a la Iglesia: Un Amor de Entrega Total

La primera y más impactante exhortación es el llamado a amar a la esposa “como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella”. Este no es un amor sentimental o superficial, sino un amor que implica sacrificio, donación de sí mismo y una entrega incondicional.

  • Sacrificio: Cristo no dudó en dar su vida por la Iglesia. Para el matrimonio, esto significa estar dispuesto a renunciar a los propios intereses por el bien del otro, a perdonar, a comprender y a cargar juntos las cruces de la vida. Es un amor que no busca lo suyo, sino el bien del amado.
  • Entrega: La entrega de Cristo fue total. En el matrimonio, esta entrega se manifiesta en la fidelidad, en la disponibilidad para el diálogo, en el apoyo mutuo en las dificultades y en la alegría compartida en los momentos de felicidad. Es un compromiso diario de darse el uno al otro.

2. Para Santificarla: El Matrimonio como Camino de Santidad

El propósito del amor de Cristo por la Iglesia es “para santificarla”. Esto nos revela una verdad fundamental sobre el matrimonio cristiano: no es solo una unión humana, sino un camino de santidad. Al amarse mutuamente con un amor que imita el de Cristo, los esposos se ayudan a crecer en la fe, en la virtud y en la unión con Dios.

  • Purificación con el bautismo del agua y la palabra: Así como Cristo purificó a su Iglesia, el amor conyugal auténtico también tiene un poder purificador. A través del perdón mutuo, la paciencia y la caridad, los esposos se ayudan a superar sus imperfecciones y a transformarse en la mejor versión de sí mismos. La Palabra de Dios y los sacramentos son los pilares que sostienen esta purificación constante.

3. Amar a la Esposa como al Propio Cuerpo: La Unidad Indisoluble

La analogía de amar a la esposa “como a su propio cuerpo” subraya la profunda unidad que existe en el matrimonio. Los esposos no son dos, sino “una sola carne” (Génesis 2, 24). Lo que afecta a uno, afecta al otro.

  • Cuidado y Respeto: Así como cuidamos y protegemos nuestro propio cuerpo, los esposos están llamados a cuidar y respetar el cuerpo y el alma de su cónyuge. Esto implica proteger su dignidad, su bienestar físico y emocional, y su crecimiento espiritual.
  • Identidad Compartida: “El que ama a su esposa se ama a sí mismo.” Esta frase nos recuerda que el amor conyugal no es egoísta, sino que al entregarse al otro, uno se encuentra a sí mismo y se realiza plenamente. El amor verdadero en el matrimonio es un reflejo del amor de la Santísima Trinidad, donde cada persona se da completamente a las otras, y en esa entrega encuentra su plenitud.

Conclusión: Un Llamado a la Gracia y al Compromiso

Queridos matrimonios, el pasaje de Efesios 4, 25-28 es un llamado a vivir el amor conyugal en toda su plenitud y santidad. No es una tarea fácil, pero la gracia de Dios en el sacramento del matrimonio nos capacita para ello.

Les animamos a:

  • Orar juntos: Pidan a Dios la gracia de amar como Cristo.
  • Servirse mutuamente: Busquen siempre el bien del otro, incluso en las pequeñas cosas del día a día.
  • Perdonar siempre: El perdón es el cimiento de un amor duradero.
  • Crecer en la fe: Alimenten su vida espiritual individual y como pareja.

Que el amor de Cristo sea siempre el modelo y la fuente de su amor conyugal, y que sus matrimonios sean un testimonio vivo de la presencia de Dios en el mundo.

¡Que Dios les bendiga abundantemente!

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Jesús en Nuestra Barca: Esperanza y Fortaleza para los Matrimonios

Una mirada cristiana al amor en tiempos de tormenta

La vocación al matrimonio no es una travesía tranquila ni siempre previsible. Es una llamada hermosa, sí, pero exigente. Es como conducir una barca por mares muchas veces agitados, donde el amor es puesto a prueba por las olas del cansancio, los desacuerdos, las presiones del día a día o las heridas no sanadas. Y sin embargo, como nos recuerda el Papa Francisco, esta barca no navega sola.

El sacramento: ancla firme en medio del mar

En medio de las tormentas, quizás muchos matrimonios se han sentido tentados a gritar como los apóstoles: «¡Maestro! ¿No te importa que perezcamos?» (Marcos 4, 38). Pero lo que el Evangelio nos revela es profundamente consolador: Jesús está en la barca.
Él no abandona, no duerme, no se desentiende. A través del sacramento del matrimonio, Cristo está realmente presente en la vida de los esposos, caminando con ellos, sosteniéndolos, incluso cuando las aguas parecen desbordar.

Cuando las dificultades arrecian, es vital que ambos le dejen subir de nuevo a esa barca. Porque cuando Jesús sube, como nos dice el Evangelio: «cesó el viento» (Marcos 6, 51). No significa que desaparezcan todos los problemas, pero sí que cambian las perspectivas. Con la mirada fija en Él, el corazón se serena, se renueva la esperanza y se reencuentra el sentido.

Abandonarse en el Señor: el camino del amor verdadero

Vivir el matrimonio con fe no es negar la fragilidad, sino reconocerla humildemente y ponerla en manos del Señor. Como enseñó San Pablo: «la fuerza de Cristo se manifiesta en la debilidad» (2 Corintios 12, 9). Justamente en los momentos más duros, donde parece que ya no hay fuerzas ni solución, es cuando Dios puede hacer maravillas si lo dejamos actuar.

Muchos matrimonios llegan a conocer verdaderamente a Jesús y a confiar profundamente en Él en medio de las tormentas. No se trata solo de sobrevivir al dolor, sino de encontrar en esa lucha una fe más sólida, un amor más profundo, una nueva forma de caminar juntos.

Que el hogar sea un refugio de ternura y reconciliación

El Papa nos invita a que nuestros hogares sean lugares de acogida, de comprensión y de reconciliación. Nos recuerda tres palabras que pueden cambiar la dinámica familiar si las vivimos con sinceridad: permiso, gracias y perdón. Tan simples, y a la vez, tan poderosas.

Y cuando surja algún conflicto —porque surgirán— no se vayan a dormir sin haberse reconciliado. Una palabra amable, un gesto, una oración juntos antes de dormir… pueden ser bálsamo y puente para volver a encontrarse.

¿Y si aprendemos a orar juntos más a menudo? ¿Y si, en vez de discutir, nos tomamos de la mano y le pedimos a Jesús que nos enseñe a amar como Él ama?

Cuando el dolor toca la puerta

Sabemos que hay matrimonios que sufren mucho. El desencuentro, la indiferencia, la falta de diálogo, e incluso la separación, causan heridas profundas. También los hijos cargan con ese dolor cuando ven a sus padres distanciados o ausentes.

A pesar de todo, nunca es tarde para pedir ayuda. Buscar acompañamiento, recurrir a la oración, hablar con un sacerdote o con otro matrimonio cristiano puede marcar una diferencia. La Iglesia está para abrazar, no para juzgar. Para acompañar, no para señalar. Es esa “casa paterna” donde siempre hay lugar, incluso cuando venimos con nuestra vida a cuestas (Evangelii Gaudium, 47).

Cristo no se cansa de sanar, de perdonar, de restaurar lo que parecía roto. Abrámosle la puerta. De Él brota un amor que sana y que vuelve a unir.

El perdón: medicina del alma matrimonial

El perdón no es debilidad. Es fortaleza. Y es don.
Perdonarse mutuamente requiere una decisión interior, pero es sobre todo una gracia que se pide y se recibe en la oración. Cuando dejamos que Cristo habite en nuestro matrimonio, Él nos regala su amor fiel y nos enseña a mirar al otro con ternura, incluso en el dolor.

Es desde ese amor que se puede reconstruir la confianza, sanar las heridas y volver a empezar. Con Cristo como cimiento, la casa puede levantarse de nuevo sobre roca firme (Mateo 7, 24).

Matrimonios misioneros: un llamado a salir

Más allá de las luchas internas, el matrimonio cristiano está llamado también a ser testigo y luz para otros. El Papa nos anima a que como esposos “primereemos” dentro de la comunidad eclesial: participando, proponiendo, acompañando, sirviendo, caminando junto a los más débiles, animando a otras familias.

La pastoral familiar no es solo un servicio: es una misión, una corresponsabilidad. Los matrimonios, junto con los pastores, están llamados a custodiar y fortalecer esa gran red de Iglesias domésticas que sostiene la vida de la Iglesia entera.

La familia: cuna de la cultura del encuentro

Hoy más que nunca, el mundo necesita hogares que construyan puentes. Familias que sepan tender la mano entre generaciones, transmitir valores humanos y cristianos, mostrar que el amor fiel es posible. Es un desafío que pide creatividad, entrega y fe. Pero es también una fuente inmensa de alegría.

Porque el matrimonio, vivido desde la fe, es un proyecto de amor y de esperanza, no solo para los esposos, sino para toda la sociedad. Es semilla de comunión, de unidad, de futuro.


En resumen:

  • Jesús está en su barca, no lo olviden.
  • La tormenta pasará si lo dejan subir y toman su mano.
  • Recen juntos, abrácense, perdónense.
  • Involúcrense en la comunidad. Sean faros para otras familias.
  • Construyan su hogar sobre la roca firme del amor de Cristo.

Que sus familias sean verdaderas Iglesias domésticas, llenas de fe, esperanza y caridad. Y cuando el mar se agite, no teman. Jesús permanece con ustedes.


📖 Basado en el mensaje del Papa Francisco a las familias y matrimonios cristianos.

🕊️ Escrito con amor para el Movimiento Familiar Cristiano y toda comunidad que cree en el poder del amor fiel.

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Fin de semana de comunión, formación y misión: el MFC Paraguay en acción

Este fin de semana fue tiempo de gracia y compromiso para toda la gran familia del Movimiento Familiar Cristiano Paraguay. En distintas diócesis del país se vivieron encuentros que fortalecen la comunión, la formación y la espiritualidad de nuestros matrimonios y equipos de servicio.

🤝 Reunión de Presidentes: unidad y camino común

El sábado 19 de julio, en la ciudad de Villarrica, se realizó la Reunión de Presidentes del MFC Paraguay, con la participación de presidentes de arquidiócesis, diócesis y del equipo nacional. Un espacio de escucha, diálogo fraterno y planificación conjunta para seguir iluminando la vida familiar y comunitaria a la luz del Evangelio.

✝️ Curso de Espiritualidad: Liturgia Eucarística

Ese mismo día, en el Oratorio San Blas de Villarrica, matrimonios y servidores vivieron un Curso de Espiritualidad centrado en la Liturgia Eucarística. Un espacio para profundizar en el misterio de la Eucaristía, corazón de nuestra fe, y renovar nuestro compromiso de vivirla y celebrarla en comunidad.

❤️ Segundo Momento de Matrimonios Jóvenes

El 19 y 20 de julio, la Casa de Retiros Padre Pedro Richards, en la diócesis de Ciudad del Este, acogió a varios matrimonios jóvenes que vivieron su Segundo Momento. Un fin de semana para fortalecer el diálogo, el amor y la fe, renovando la certeza de que el matrimonio es un camino de santidad y misión.

🔥 Jornada de Kerygma en San Lorenzo

También el sábado 19 de julio, la diócesis de San Lorenzo realizó una Jornada de Kerygma, primer anuncio del amor de Dios que invita a reavivar la fe y la respuesta personal al llamado de Cristo.

📚 Otras diócesis en formación y crecimiento

Durante este fin de semana se realizaron además otros espacios de formación:

  • Curso de formación “Ser y Hacer del Equipo Coordinado de Base”, para fortalecer la organización y misión de cada base del MFC.
  • Curso de Espiritualidad: Santidad Conyugal, para profundizar en la vocación a la santidad en la vida matrimonial.
  • Curso de Liturgia Eucarística, renovando el amor y el sentido profundo de la celebración eucarística en comunidad.

💙✨ Agradecemos a Dios por cada matrimonio, servidor y equipo que, con amor y entrega, hace posible que el MFC siga siendo luz y esperanza para tantas familias paraguayas.

¡Que el Padre Pedro Richards interceda por nuestra misión y que no dejemos nunca que se apague la antorcha del MFC!

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Los votos matrimoniales: más allá de un sí, un camino de amor diario

Hay un instante, frente al altar, en que dos almas se toman de la mano y pronuncian palabras que transforman toda una vida: “Yo te recibo a ti… y prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso…”. Muchos lo ven como un bello rito, un paso indispensable para el inicio de una vida juntos. Pero para quienes creemos que el matrimonio es un sacramento, esos votos son mucho más que una formalidad: son un eco de la promesa eterna de Dios de estar con nosotros siempre.

Cada voto pronunciado es un hilo que une a los esposos con Dios mismo. Es un pacto sellado no solo ante la comunidad, sino también en la intimidad del corazón, donde Cristo se hace testigo y garante de ese amor. En ese momento, la pareja se convierte en reflejo vivo del amor entre Cristo y su Iglesia: un amor que todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta, como nos enseña san Pablo en su carta a los Corintios (1 Cor 13, 7).

Pero la verdadera belleza de los votos no se queda en el día de la boda. Ahí apenas comienza. Es fácil amar cuando todo sonríe, cuando la fiesta está encendida y la ilusión cubre todo como un velo de alegría. El desafío —y la grandeza— está en recordar ese “sí” cada mañana, en medio de la rutina, del cansancio, de los roces cotidianos. Los votos matrimoniales se vuelven auténticos cuando se encarnan en lo pequeño: en la mano tendida cuando hay diferencias, en la palabra amable cuando reina el silencio, en la paciencia que abraza las imperfecciones.

Renovar los votos no siempre requiere una ceremonia ni un anillo nuevo. Se renuevan cuando un esposo decide escuchar en lugar de juzgar. Cuando una esposa elige perdonar antes que guardar rencor. Cuando ambos ponen a Dios en el centro y se sostienen de la mano para orar, incluso cuando las fuerzas parecen faltar. Porque el matrimonio no se sostiene solo con emoción, sino con decisión y gracia.

El sacramento del matrimonio nos recuerda que no caminamos solos. Cristo camina con los esposos, transformando cada acto de entrega en semilla de santidad. Por eso, cuando sientan que la llama se debilita, recuerden: su amor no depende solo de sus propias fuerzas. Dios mismo es quien renueva, cura y fortalece ese amor cuando parece frágil.

Amar es un acto de valentía. Es levantarse cada día y decir: “Te elijo de nuevo. Te prefiero sobre mis caprichos. Te pongo por delante de mis heridas.” Es confiar en que, con la ayuda de Dios, hasta las pruebas más duras pueden ser camino de crecimiento y gracia. El matrimonio, entonces, no es una meta alcanzada, sino un sendero sagrado donde los esposos aprenden a amar como Cristo ama: sin medida y sin fecha de caducidad.

Queridos matrimonios del Movimiento Familiar Cristiano: vuelvan siempre al altar en su corazón. Recuerden sus votos no como un recuerdo, sino como una brújula. Dejen que esas palabras vuelvan a resonar en la cocina, en la sala, en la enfermedad, en la crianza de los hijos, en la vejez. Allí, en lo cotidiano, esos votos cobran vida y se vuelven testimonio para el mundo.

Que cada día sea una oportunidad para decirse: “Prometo amarte hoy como lo hice ante Dios, y aún más, porque sé que Su amor me sostiene.” Que María, Madre de la Sagrada Familia, les acompañe y les enseñe a guardar en el corazón las promesas de amor que un día hicieron. Y que el Espíritu Santo los fortalezca para vivirlas con alegría y fidelidad hasta el final.

 “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.”
(Mt 19, 6)

Manos Amor Matrimonio

Matrimonios con propósito: una vocación que transforma la vida, la familia y la sociedad

En el corazón del Movimiento Familiar Cristiano late una convicción profunda: el matrimonio no es solo la unión de dos personas que se aman, sino una vocación sagrada, una misión que Dios confía a cada esposo y esposa para que, juntos, construyan un proyecto de vida que trascienda lo individual.

Un matrimonio con propósito es aquel que reconoce que su unión no termina en sí misma, sino que está llamada a dar frutos: en los hijos, en la comunidad, en la Iglesia y en la sociedad. Como enseña San Juan Pablo II, «El amor conyugal alcanza esa plenitud que se convierte en imagen viva del amor de Cristo por su Iglesia» (cf. Ef 5, 25).

Hoy más que nunca, necesitamos matrimonios que vivan con sentido, que sepan que su compromiso no es solo un contrato civil o una convivencia afectiva, sino una vocación que transforma.

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El matrimonio: sacramento y misión

Para la Iglesia Católica, el matrimonio es uno de los siete sacramentos. Esto significa que no es solo un signo externo, sino un canal de gracia. Cada esposo y esposa se convierten en ministros del sacramento, y en su entrega mutua se hace presente Cristo, que santifica su amor y lo convierte en signo visible del amor de Dios.

«Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre» (Mt 19, 6).

Esta promesa no es solo un ideal romántico: es una realidad espiritual. Cuando los esposos entienden que su matrimonio es camino de santificación, cada gesto de amor, cada sacrificio y cada reconciliación se vuelven oración y testimonio.

Orar y caminar juntos: clave de un amor con propósito

Un matrimonio con propósito se edifica día a día en la fidelidad. Implica cultivar una espiritualidad conyugal: orar juntos, participar de la Eucaristía, confesarse regularmente, sostenerse en los momentos difíciles.

Las parejas cristianas no caminan solas; caminan de la mano de Dios y de la comunidad. San Pablo nos recuerda: «Sopórtense mutuamente con amor» (Ef 4, 2). No se trata de soportar resignados, sino de sostenerse, de ser ayuda idónea el uno para el otro.

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Un amor que da frutos: servicio a la vida y a la sociedad

Un matrimonio con propósito se abre generosamente a la vida, defiende la familia como célula básica de la sociedad y es fermento de esperanza en medio del mundo.

El Catecismo de la Iglesia enseña: «El fin propio y específico del matrimonio es el bien de los esposos y la procreación y educación de la prole» (CIC 1601). En un mundo donde tantas ideologías debilitan la familia, los matrimonios cristianos están llamados a ser luz, a transmitir la fe a sus hijos y a testimoniar la alegría de amar para siempre.

Testimonio real

«Cuando enfrentamos una crisis fuerte, nos ayudó volver a poner a Cristo en el centro. Redescubrimos la oración juntos y nos acercamos a otras parejas que nos sostuvieron. Hoy sabemos que nuestro matrimonio tiene un propósito mayor que nosotros mismos.»
Marta y Enrique, miembros del MFC

Desafíos y oportunidades: un llamado a la esperanza

Vivir un matrimonio con propósito no es fácil. Hoy enfrentamos desafíos reales: la cultura del descarte, la prisa, la falta de diálogo, la crisis de fe. Sin embargo, cada dificultad puede convertirse en una oportunidad para renovar la promesa de amarse, comprenderse y perdonarse.

Así como Marta y Enrique, miles de matrimonios pueden ser sal y luz en sus comunidades. Su testimonio demuestra que es posible amar de verdad, superar heridas y construir familias sólidas.

Pequeños pasos para un matrimonio con propósito

  • Oren juntos: aunque sea un Padre Nuestro cada noche.
  • Participen en comunidad: no caminen solos.
  • Busquen formación: retiros, talleres, encuentros de parejas.
  • Sean generosos: compartan su testimonio con otros matrimonios.
  • Cultiven la reconciliación: no permitan que la rutina rompa lo que Dios une cada día.

¡Atrévete a vivir tu matrimonio como vocación!

Hoy, el mundo necesita matrimonios con propósito. Necesita esposos y esposas que crean que su amor es reflejo del amor de Cristo. Necesita familias que eduquen en la fe, que sean fermento de comunión y solidaridad.

Queridos esposos, no tengan miedo de soñar en grande. No se conformen con sobrevivir como pareja; atrévanse a vivir su matrimonio como un don y una misión. Que cada hogar sea un pequeño altar donde Cristo habite y desde donde su amor se expanda a la comunidad.

«El matrimonio es una vocación, en cuanto es respuesta a una llamada específica a vivir el amor conyugal como signo imperfecto del amor entre Cristo y la Iglesia» (Amoris Laetitia, 72).

Que el Movimiento Familiar Cristiano sea siempre ese espacio donde cada pareja descubra, renueve y fortalezca el propósito de su unión. ¡Adelante matrimonios, su vocación es grande y hermosa!

¿Están listos para vivir un matrimonio con propósito? Comiencen hoy: oren juntos, busquen apoyo, y recuerden siempre que el verdadero amor nunca pasa.

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Santidad Conyugal

Santificarse Juntos: El Matrimonio como Camino de Santidad

1. El llamado a la santidad en el matrimonio

El matrimonio no es solo una unión humana; para nosotros, los católicos, es un sacramento, un signo visible del amor invisible de Dios. Cuando un hombre y una mujer se entregan mutuamente ante Dios, su amor se convierte en vía de gracia. La Iglesia nos recuerda que estamos llamados a ser santos, no solo individualmente, sino también como esposos. La santidad no es algo lejano ni exclusivo de unos pocos: está tejida en los gestos cotidianos de amor, paciencia y entrega que vivimos en pareja.

San Juan Pablo II decía: “El matrimonio es la vía por la cual el hombre y la mujer se santifican mutuamente y cooperan con Dios en la obra de la creación.” Así, cada matrimonio está invitado a reflejar el amor de Cristo por su Iglesia.


2. Desafíos y oportunidades de santificación conyugal

No es fácil. Vivir juntos, compartir todo —sueños, luchas, defectos y virtudes— es un verdadero desafío. Las diferencias, las heridas del pasado, el cansancio de la rutina… todo puede volverse obstáculo si no se mira con ojos de fe.

Pero aquí es donde la gracia obra maravillas: cada dificultad es, en realidad, una oportunidad para crecer en las virtudes cristianas. El amor verdadero se purifica cuando aprendemos a perdonar de corazón, a ser pacientes cuando el otro falla, a sacrificarnos por su bien. En cada acto de comprensión y reconciliación, Cristo mismo se hace presente, sosteniendo la unión.

San Pablo nos anima: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Romanos 8,31). No estamos solos en esta misión. Dios camina con cada matrimonio que se esfuerza por amarse de verdad.


3. Prácticas espirituales para fortalecer la unión

La santidad conyugal no se improvisa; se cultiva día a día. Algunas prácticas sencillas pueden transformar la vida matrimonial:

  • Orar juntos: La oración une los corazones y eleva la mirada. Dedicar unos minutos al día para rezar un Padrenuestro, un Rosario o dar gracias antes de dormir hace una gran diferencia.
  • Acudir a la Eucaristía: Participar juntos de la Santa Misa fortalece la fe y renueva la gracia del sacramento.
  • Confesarse y reconciliarse: El perdón de Dios alimenta la capacidad de perdonarse mutuamente. Confesarse regularmente ayuda a purificar el corazón y ser más humildes.
  • Leer la Palabra: Meditar juntos un pasaje de la Biblia alimenta la esperanza y da sentido a la vida diaria.
  • Pequeños gestos de amor y sacrificio: Un abrazo inesperado, una palabra de ánimo, un detalle de servicio silencioso… cada acto de amor es oración vivida.

4. Testimonio de amor y fe

Un matrimonio que busca la santidad se convierte en luz para otros. Hoy, en un mundo que a veces pierde la fe en el amor duradero, los esposos que perseveran en la oración, en el perdón y en la alegría del compromiso son testimonio vivo de que Dios sigue obrando.

Los hijos, la familia, los amigos y hasta la comunidad se edifican cuando ven a dos esposos que, a pesar de sus limitaciones, confían en que Dios es parte de su historia. Como enseña la Iglesia, la familia es “Iglesia doméstica”, un pequeño altar donde se anuncia y se vive el Evangelio.


5. Conclusión inspiradora

Queridos matrimonios: su amor es sagrado. Su unión no es solo un contrato humano, sino una alianza sellada por Dios. Confíen en que Cristo camina con ustedes. Cuando surjan las tormentas —y siempre surgen— repitan con fe: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Romanos 8,31).

Cada día es una nueva oportunidad para elegir amar más, perdonar mejor y servir con más alegría. Que sus hogares sean talleres de santidad, faros de esperanza y signos del amor infinito de Dios.

Que María, Madre de la Sagrada Familia, los acompañe y los inspire siempre a ser santos juntos.

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Pertenecer al Movimiento Familiar Cristiano: una oportunidad para renovar tu matrimonio y tu familia

En el mundo actual, la familia enfrenta desafíos constantes: falta de tiempo, crisis en la comunicación, presiones económicas, tensiones sociales, y una cultura que muchas veces promueve el individualismo por encima del compromiso. En medio de este panorama, muchos matrimonios se preguntan:
¿Cómo podemos cuidar y fortalecer nuestra vida familiar desde la fe?

El Movimiento Familiar Cristiano (MFC) nace como respuesta concreta a esa necesidad. Es un camino de formación, oración, acompañamiento y misión que ayuda a los matrimonios y familias a vivir su vocación con mayor plenitud, alegría y sentido. Pertenecer al MFC no es una carga más, sino un regalo que transforma la vida familiar desde dentro, con la luz del Evangelio.


1. Fortalecer el vínculo matrimonial con la gracia de Dios

El sacramento del matrimonio es una alianza de amor, sostenida por la gracia. Pero ese amor necesita ser cultivado. En el MFC, los esposos encuentran espacios para dialogar, rezar juntos, compartir con otros matrimonios y crecer en la espiritualidad conyugal.

“El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no es jactancioso, no se engríe; no actúa con bajeza ni busca su propio interés.”
(1 Corintios 13, 4-5)

Esta caridad conyugal es el fundamento que el MFC ayuda a nutrir, para que los esposos no caminen solos, sino sostenidos por la gracia y por una comunidad que los acompaña.


2. Redescubrir la familia como Iglesia Doméstica

La Iglesia enseña que la familia cristiana es la primera comunidad donde se vive la fe. En el MFC se ayuda a las familias a redescubrir que su hogar es lugar de encuentro con Dios, donde se ora, se perdona, se celebra y se comparte la fe con los hijos.

“Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.”
(Mateo 18, 20)

En los encuentros del MFC, los matrimonios aprenden a vivir su espiritualidad en lo cotidiano: al preparar la comida, al hablar con los hijos, al tomar decisiones en pareja. Todo puede ser ocasión de gracia cuando se hace desde el amor y la fe.


3. Una comunidad que acompaña y sostiene

Una de las riquezas más grandes del MFC es la vida comunitaria. Pertenecer al movimiento es caminar con otras familias que están en procesos similares, con sus aciertos y desafíos, pero unidas por la fe y el deseo de crecer.

“Ayúdense mutuamente a llevar sus cargas, y cumplan así la ley de Cristo.”
(Gálatas 6, 2)

La comunidad se convierte en escuela de vida cristiana, donde no solo se recibe, sino también se da: testimonio, escucha, servicio, amistad. En ella se experimenta la Iglesia viva y cercana, donde nadie se siente solo.


4. Formación integral: humana, conyugal y espiritual

A través de materiales, charlas, talleres, retiros y acompañamiento, el MFC ofrece una formación permanente, adaptada a las etapas de la vida matrimonial y familiar. No se trata solo de “saber más”, sino de aprender a vivir con sentido, desde la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia.

“Educa al niño en el camino que debe seguir, y aun cuando sea viejo no se apartará de él.”
(Proverbios 22, 6)

Esta formación también incluye herramientas prácticas para la vida diaria: cómo comunicarse mejor en pareja, cómo educar a los hijos con amor y firmeza, cómo manejar los conflictos, cómo vivir la sexualidad desde una mirada cristiana, y cómo servir a los demás desde la vocación familiar.


5. Una familia al servicio de otras familias

El MFC no solo forma, también envía. Cada familia es invitada a poner sus dones al servicio de la Iglesia y de la sociedad, acompañando a otras familias, evangelizando en su entorno, y siendo testigos del amor de Dios.

“Tú y tu casa servirán al Señor.”
(Josué 24, 15)

Ese servicio puede darse de muchas maneras: participando en equipos de base, animando a otros matrimonios, dando testimonio en comunidades, colaborando con la pastoral parroquial, y promoviendo valores familiares en medio del mundo.


Tu familia también puede ser luz

El Movimiento Familiar Cristiano no ofrece soluciones mágicas. Pero sí ofrece un camino real y concreto para vivir el matrimonio y la familia desde el Evangelio. Un camino en el que Jesús camina con nosotros, en medio de nuestras imperfecciones, y nos transforma con su amor.

“Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.”
(Juan 10, 10)

Si hoy sientes que tu familia necesita crecer, sanar, reencontrarse o simplemente vivir más profundamente su fe… el MFC está para acompañarte.
Porque Dios tiene un sueño para tu familia, y quiere hacerlo realidad contigo.

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Fin de Semana de Gracia, Formación y Comunión en el MFC

“Familias en Cristo, al servicio de las familias”

Este primer fin de semana de julio fue un verdadero regalo de Dios para muchas comunidades del Movimiento Familiar Cristiano en diversas diócesis del país. Con una intensa agenda de actividades, retiros, cursos y encuentros, vivimos días llenos de espiritualidad, formación y fraternidad, donde el Espíritu Santo se hizo presente en cada corazón abierto a la gracia.
“Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mateo 18, 20)


Retiro de Kerygma – Base San Lorenzo Caaguazú

El sábado y domingo se llevó a cabo el Retiro de Kerygma en la Casa de Retiros Jesús Misericordioso, organizado por la Base San Lorenzo de Caaguazú. Fueron dos días de profunda oración, reflexión y alegría compartida en comunidad.

Agradecemos de corazón a los matrimonios participantes, así como a los matrimonios servidores que con generosidad ofrecieron su tiempo, amor y servicio a los demás. Damos gracias a Dios por cada corazón tocado y renovado. Sigamos caminando juntos, anunciando la Buena Nueva.
“¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!” (1 Corintios 9, 16)


Segundo Momento de Matrimonio Joven – Base María Auxiliadora de Minga Guazú

En la Casa de Retiro Padre Pedro Richards, de la Diócesis de Ciudad del Este, se vivió un encuentro muy especial: el Segundo Momento de Matrimonio Joven, con la participación de matrimonios de la Base María Auxiliadora de Minga Guazú.

Fueron jornadas de compartir, orar, reflexionar y renovar el amor en pareja, siempre de la mano de Dios. Gracias a cada matrimonio joven por decir “sí” a este tiempo de crecimiento y a los servidores que entregaron su tiempo y corazón para hacerlo posible. Un fin de semana para fortalecer el “sí” de cada día.
“El amor es paciente, es servicial… todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” (1 Corintios 13, 4-7)


Jornada de Pesca Juvenil – Base Villa Hayes

La alegría y el espíritu misionero se hicieron sentir con fuerza este domingo 6 de julio durante la Segunda Jornada de Pesca Juvenil de la Base Villa Hayes. Fue un espacio lleno de amistad, fe y compromiso, donde nuestros jóvenes fortalecieron sus vínculos y renovaron su deseo de ser pescadores de jóvenes para Cristo.
“Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres.” (Marcos 1, 17)

Agradecemos a cada joven, a sus familias y a los matrimonios servidores que hicieron posible este hermoso momento de encuentro. Construyamos juntos una juventud viva, alegre y comprometida con el Evangelio.
“Nadie te menosprecie por ser joven; al contrario, sé ejemplo para los creyentes.” (1 Timoteo 4, 12)


16º Encuentro Conyugal – Base Parroquial San Estanislao

En la Diócesis en Formación de San Pedro, la Base Parroquial San Estanislao organizó con mucho amor su 16º Encuentro Conyugal. Damos gracias a Dios por cada matrimonio que aceptó esta invitación a crecer y fortalecerse, y por los servidores que, una vez más, demostraron su entrega y compromiso con la misión. Dios bendiga su sí generoso.
“Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.” (Mateo 19, 6)


Formación Continua para Servir Mejor

También queremos destacar que durante estos días se desarrollaron varios cursos de formación en distintas diócesis donde el MFC tiene presencia. Algunas de las temáticas abordadas fueron:

  • Curso de Administración del Tiempo
  • Curso de Metodología y Coordinación de Promotores
  • Liturgia Eucarística
  • Curso de Nociones Básicas de la Biblia
  • Curso de Ser y Hacer del Equipo Coordinador de Base
  • Y otras instancias formativas que fortalecen nuestra misión

Gracias a todos los matrimonios que se animan a formarse para servir mejor, ayudando a otros matrimonios a crecer en la fe y en la vida familiar.
“Estén siempre dispuestos a dar razón de su esperanza a todo el que se la pida.” (1 Pedro 3, 15)


Sigamos Caminando Juntos

Este fin de semana fue una hermosa muestra de que cuando las familias se abren a Dios y a la comunidad, suceden cosas grandes. Agradecemos a todos los que participaron, sirvieron, animaron y apoyaron cada una de estas actividades.

El MFC Paraguay sigue vivo, en camino, y con el corazón dispuesto a evangelizar.
“Familias en Cristo, al servicio de las familias”

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Espiritualidad Conyugal e Iglesia Doméstica

I. ESPIRITUALIDAD CONYUGAL

1. Familia y Sagrada Escritura

23. El matrimonio y su consecuencia, la familia, son, ante todo, una realidad humana, condicionada por la realidad histórica y cultural en que están envueltas.

24. En el Antiguo Testamento, el matrimonio fue uno de los medios usados por el Señor para revelar la alianza de amor entre Él y su pueblo. Algunos profetas explicaron esta alianza con el ejemplo del amor nupcial e hicieron de la dinámica esposo-esposa, la figura de la relación del Señor con el pueblo de Israel. Esta relación, basada en la fidelidad constante del Señor, fue vivida por el pueblo escogido en su contexto histórico, con las limitaciones provocadas por factores globales (históricos, políticos, socioeconómicos y culturales) y por factores inherentes al propio hombre: dudas, avances y retrocesos, aceptación y rechazo, disponibilidad y desconfianza, entrega y traición.

25. En los primeros tiempos de la Iglesia, los judíos recién convertidos continuaban respetando las costumbres semitas en relación al matrimonio, mientras los gentiles convertidos, aceptaban la legislación y costumbres grecorromanas.

26. Basándose en el Antiguo Testamento, San Pablo coloca la vivencia conyugal dentro del contexto de la salvación y del misterio de Cristo y dice que esta realidad humana es “un gran misterio”, que tiene como punto de referencia la relación de Cristo con su Iglesia (Ef. 5,32).

2. Doble perspectiva: realidad humana y sacramento

27. Asimismo, en la carta a los Corintios, escribiendo sobre el casamiento de los cristianos, dice “Aquel que se case, cásese en el Señor”. Lo cual significa asumir la realidad vivencial a la luz del Evangelio, con todas sus perspectivas y exigencias.

28. El amor conyugal, que hace de los dos una sola carne como Cristo y su Iglesia, sin perder nada de su autenticidad humana, se transforma en signo y testimonio, portador real y eficaz del amor salvador de Cristo por su Iglesia. Por eso, el amor conyugal vivido por los cristianos, en cualquier contexto sociológico y cultural, es sacramento, signo transmisor del amor que lo trasciende y en él se realiza.

29. Esta doble perspectiva del matrimonio, que es una realidad humana y a la vez sacramento-misterio de salvación, no ha sido siempre comprendida a través de la historia. En la catequesis, en la teología del matrimonio y en la propia moral conyugal se ha marcado, muchas veces, uno solo de estos aspectos.

30. No comprendemos fácilmente cómo una realidad que por ser humana es relativa e imperfecta, puede ser, al mismo tiempo, un sacramento de salvación y por tanto permanente y perfecto. Por esto situamos, muchas veces, su dimensión sacramental en una línea conceptual desvinculada e independiente de la realidad de vida y asumida día a día por los cónyuges.

31. El Sacramento no santifica las formas sociales y culturales del matrimonio, sino la interrelación personal, que en cada pareja se vive y expresa en forma diferente.

32. Para la vivencia de la espiritualidad conyugal, es necesario profundizar el amor humano entre hombre y mujer, con todas sus implicaciones, como el MFC lo ha hecho desde su fundación. Este amor, que puede ser analizado en sus diversos aspectos (sexualidad, amistad, socialización), forma un todo, una realidad integral.

33. La sexualidad, atracción por el otro sexo, es un don específico del Señor, que hace clamar al hombre de todos los tiempos “Esto sí es carne de mi carne y huesos de mis huesos”, constituye un vehículo fundamental de comunicación entre el hombre y la mujer. Pero por un concepto dualista de la naturaleza, se pueden llegar a dos extremos: o una desfiguración angelista que toma la sexualidad solamente como instrumento para la procreación o a una concepción exclusivamente erótica y materialista, que hace de la sexualidad solo un instrumento de placer.

La atracción de la sexualidad va encaminada a la comunicación, donación, aceptación, complementariedad y amistad conyugal de dos seres humanos, que alcanzan su máxima expresión en el hijo y debe ser recolocada en su lugar verdadero y fundamental dentro de la naturaleza humana.

La sexualidad no es una dimensión parcial del hombre; no es simplemente biológica, ni puede reducirse tampoco al encuentro del acto conyugal. El hombre, varón y mujer, es siempre un ser sexuado y por esto la sexualidad ha de tomarse en relación a toda la persona, en sus dimensiones de: corporeidad, intimidad, relación con el otro y consigo mismo, comunicación, creación, construcción de la sociedad. Esta, así entendida, eleva al ser humano en toda su integridad de persona y sitúa a hombre y mujer en un proceso de liberación en el que conjuntamente afrontan los interrogantes que plantean la afectividad, el amor, la vida, el Sacramento. El placer, dentro de la esencia constitutiva de la sexualidad, escapa a muchos cristianos como consecuencia de ideas adversas y de una catequesis en la que no se la valoraba positivamente; este debe ser entendido en su totalidad, como un elemento bueno y deseable que expresa y celebra el placer de la unión conyugal. Así el acto conyugal marcado por la afectividad, la unidad, la entrega, la alegría de vivir unidos, el placer de estar juntos en la vida en común, la comunicación, la interrelación personal es una celebración de todas las realidades del amor de hombre y mujer, en una dimensión profunda del matrimonio sacramentado. Dada la realidad en que ha venido utilizándose la mujer para satisfacer los instintos del hombre, debe destacarse el valor y dignidad humana de ambos, en una nueva formulación de la sexualidad, en toda su amplitud, como expresión de plenitud y de entrega, pero que también puede convertirse en instrumento de poder, de dominación y de manifestación de egoísmo.

3. Expresión social del matrimonio

34. El amor del hombre y la mujer no es un fenómeno que afecta exclusivamente a los dos, sino a toda la sociedad. En consecuencia, en todas las épocas y culturas la unión conyugal ha sido y es un hecho social.

35. Si el amor conyugal es manifestación y presencia del amor del Señor a su Iglesia, cada matrimonio cristiano debe saber descubrir en cada una de las facetas de su vida los valores que la trascienden, para hacer de ellos camino y expresión de su espiritualidad: de tal forma que en la manifestación de entrega de una persona a otra a pesar de su limitación e inseguridad ante el futuro se dé la señal de entrega definitiva y sin reservas al totalmente otro, a Dios.

36. En el matrimonio cristiano es fundamental una manifestación externa y pública de los dos, que se ofrecen como testigos del amor de Cristo a su Iglesia, y de la comunidad que los recibe y apoya en este nuevo compromiso eclesial y humano.

37. El amor de los esposos es un amor existencial y dinámico, no conceptual y estático, que se va construyendo a lo largo de los años, de los días y de las horas, en la dinámica de la interrelación personal y familiar. Y esta dinámica amorosa, constituida de totalidad y limitaciones; del sí, del no, del tal vez; de riqueza y pobreza; de fidelidad y de faltas, es una señal testimonio portador real y eficaz (sacramento), del misterio de la salvación del Señor. Como la Iglesia, Sacramento de Cristo, sana y necesitada de purificación, el matrimonio camina entre la gracia y el pecado, entre la limitación y la plenitud, ansiosamente perseguida, pero nunca alcanzada, manifestando en diversos grados y formas su valor trascendente.

38. El matrimonio de los esposos cristianos, legítimamente constituido, no siempre manifiesta claramente el misterio de Cristo y su Iglesia, que es amor fiel, fecundo hasta la muerte “y muerte de Cruz”. También puede ocurrir que el amor de los cónyuges cuya unión no está legítimamente establecida, sea una manifestación de la bondad del Señor, cuando en ellos “hay valores de unidad, fidelidad y responsabilidad” (Puebla N° 578).

Esto implica un fuerte llamado del Señor y de la comunidad para todo matrimonio cristiano, a una vivencia más plena de su amor, y al mismo tiempo, a una comprensión de todas las demás parejas que viven el amor conyugal.

4. Factores globales que condicionan a la familia

39. Igualmente, el matrimonio (amor humano y sacramento de salvación) permanece condicionado por factores globales (culturales, sociales, políticos y económicos), adquiriendo expresiones y tipos diversos de familia.

40. El sacramento no está ligado a una forma determinada de familia, de tal manera que podamos llamarla “familia cristiana”, sino a la propia dinámica del amor, donación y aceptación mutua.

41. Los factores globales condicionantes, aunque a veces han sido enriquecedores, como es el descubrimiento más profundo de la psicología del ser humano y la naturaleza de la sexualidad, son en nuestra sociedad muchas veces opresores y empobrecedores, como los que enumeran los obispos en el documento de Puebla. Estos son los retos a los que permanentemente tienen que responder cada matrimonio y el MFC, como institución en su misión de hacer posible la vivencia conyugal más plena.

5. Nuevos caminos pastorales

42. Los caminos pastorales, asumidos hoy por la Iglesia y por el MFC como Movimiento de Laicos, deben ayudar a las familias a descubrir que la vivencia del Sacramento del Matrimonio no supone la existencia de familias idealmente perfectas. Supone, eso sí, la existencia de auténticas familias humanas, dispuestas a dar al amor que une a sus miembros, la amplitud de la dimensión sacramental: que es “señal” del amor salvífico del Señor, en el contexto concreto en que está envuelta.

Por esto los caminos pastorales buscarán:

a. Colocar las familias dentro del actual proceso de evolución global o cultural que hoy las debilita y las sitúa.

b. Llevarlas a revisar constantemente este proceso, actualizándolo y criticándolo delante de los siguientes puntos de referencia:

  • Aspiraciones fundamentales de los esposos y de sus familias.
  • Aspiraciones y llamadas del mundo de hoy.
  • Exigencias evangélicas.

43. Estas exigencias evangélicas, fundamentadas en el mandamiento del amor, tienen una respuesta concreta para cada pareja, por el hecho de ser señal y presencia del amor de Cristo a su Iglesia, que es una entrega total, con una fidelidad dinámica que lo hace crecer cada día y, por tanto, tiene como consecuencia ser un amor para siempre. Nadie tiene mayor amor que aquel que da su vida por el amigo.

II. FAMILIA: IGLESIA DOMÉSTICA

1. Familia: Iglesia Doméstica al interior de sí misma

44. La familia “ha merecido muy bien, en los diferentes momentos de la historia y en el Concilio Vaticano II, el hermoso nombre de Iglesia Doméstica. Esto significa que en cada familia cristiana deberían reflejarse los diversos aspectos de la Iglesia entera” (E.N. 71), lo cual supone la vivencia familiar de la fe, la esperanza y el amor, que se han de expresar entre otras formas, en la liturgia familiar, en la comunión y participación y en la reconciliación.

45. En la familia cristiana encuentran su pleno desarrollo cuatro relaciones fundamentales de la persona humana: “paternidad, filiación, hermandad, nupcialidad”. Estas mismas cuatro relaciones componen la vida de la Iglesia: experiencia de Dios como Padre, experiencia de Cristo como hermano, experiencia de ser hijos en, con y por el Hijo, experiencia en Cristo como esposo de la Iglesia. La vida en familia produce y participa en pequeño estas cuatro experiencias fundamentales; cuatro rostros del amor humano” (Puebla 583). Porque “La familia es imagen de Dios, que en su misterio más íntimo no es soledad, sino una familia. Es una alianza de personas a la que se llega por vocación amorosa del Padre, que invita a los esposos a una íntima comunidad de vida y de amor” (Puebla 582). Lo anterior manifiesta la importancia de la espiritualidad conyugal para la Iglesia Doméstica, que hunde sus raíces en el misterio trinitario.

46. En la trama de la existencia familiar se dan a la vez luces y sombras, dolores y gozos, fracasos y esperanzas, que son participación de la familia en el misterio pascual de Cristo, misterio de Muerte y Resurrección.

2. Familia Iglesia Doméstica como evangelizadora

47. La familia, Iglesia Doméstica, se va haciendo evangelizadora tanto dentro de ella como hacia la comunidad, anunciando la Buena Nueva a través del testimonio, la proclamación explícita del mensaje de Jesús, en unión con la Iglesia, y como partícipes en la construcción del Reino (E.N. 21, 22, 23, 24).

48. “La familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde este se irradia” (E.N. 71).

49. Para la realización de la persona es fundamental que al interior de la familia cada uno dé, a través de su amor, la Buena Nueva del amor de Dios como mensaje de salvación. “Dentro pues de la familia… todos los miembros de la misma evangelizan y son evangelizados. Los padres no solo comunican a los hijos el Evangelio, sino que pueden, a su vez, recibir de ellos este mismo Evangelio profundamente vivido” (E.N. 71).

50. Hacia la comunidad, la familia, como Iglesia Doméstica, está llamada a ser evangelizadora, profética y liberadora (Cfr. Puebla 591).

51. La familia no podrá transmitir la fe si esta no está arraigada en lo profundo e identificada con la vida, para poder proponerla en un diálogo abierto al mundo y a su momento histórico, insertándose en los acontecimientos y comprometiéndose con el hombre y su historia.

52. La familia, Iglesia Doméstica, responde “aquí y ahora” a la interpelación del Señor. Para ello debe escrutar los signos de los tiempos y conocer la realidad en que vivimos y viven nuestros hermanos, concientizándose de la situación de injusticia de todo orden (religioso, social, cultural, económico y político) con el fin de anunciar en esta realidad la salvación de Cristo, y denunciar todo aquello que va contra la dignidad de la persona humana: “¿cómo proclamar el mandamiento nuevo, sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre?” (E.N. 31).

3. El MFC, medio eficaz para vivir Iglesia Doméstica

53. El MFC busca ser medio eficaz para que la familia vaya entendiendo lo que significa la espiritualidad conyugal y la Iglesia Doméstica, capacitándola para que viva esta espiritualidad entre sus miembros, y también con otras familias, con el fin de que puedan servir a la misión que toda Iglesia tiene que realizar (Cfr. A.A. 19).

Con este fin se procura:

  • Buscar medios para que se viva la espiritualidad conyugal.
  • Tratar de que sus miembros logren una vida integral en la que se rompa el dualismo: fe y vida.
  • Hacer conscientes a sus miembros de lo que significa que la familia es Iglesia Doméstica, donde se vive el vínculo del amor, de comunidad y vida, de fe y de oración, de testimonio y compromiso.
  • Encontrar medios para que la familia, Iglesia Doméstica, no sea una isla sino que debe integrarse a otras familias, para vivir una auténtica vida de comunidad cristiana, con el fin de obtener elementos para ser fermento en comunidad.

LIBRO SUSUSU

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El “Sí, quiero” que resonó en casi 100 corazones

El “Sí, quiero” que resonó en casi 100 corazones: Una mañana de promesas y sueños cumplidos
Este sábado no fue un sábado cualquiera en la parroquia San Antonio de Padua, Departamento Central.

Fue un día donde el amor, la fe y la perseverancia se dieron cita para una celebración que nos llenó el corazón, 90 parejas dieron el “sí, quiero” en una emotiva ceremonia religiosa, uniendo sus vidas y sellando un compromiso ante Dios y sus seres queridos.


Más que una boda masiva: Historias de amor que esperaron su momento.
Imagina esperar 13 años para cumplir un sueño. Algunas de las 90 parejas que se casaron en la Parroquia San Antonio de Padua lo hicieron. Trece años de convivencia, de construir un hogar, de formar una familia, aguardando el momento perfecto para recibir la bendición de este sacramento tan significativo. Este no fue un evento más; fue la culminación de años de anhelos, de paciencia y de una fe inquebrantable. Cada pareja traía consigo una historia única de amor y dedicación, haciendo de cada unión un testimonio conmovedor.


Un sueño hecho realidad gracias a la Fundación Santa Librada y el MFC
Este día tan especial fue posible gracias al incansable trabajo de la Fundación Santa Librada, en alianza con el Movimiento Familiar Cristiano (MFC). Es increíble pensar que la Fundación Santa Librada ya ha unido a 4.025 parejas a través de su Programa Sagrada Familia. Víctor Centurión, gerente de proyectos de la Fundación Santa Librada, nos compartió la inmensa alegría de esta pastoral familiar.


Carlos Moreira, del Departamento Misionero del MFC, reveló que este evento fue un sueño gestado durante dos años. Y la alegría se notaba en cada rostro, en cada abrazo. Porque detrás de esta gran celebración hay un año de preparación, de acompañamiento del MFC, donde cada pareja se fortaleció en su compromiso, entendiendo la profundidad de lo que significa unirse en matrimonio.

El sacerdote de la parroquia compartió un dato revelador: en su comunidad, solo habían celebrado siete matrimonios en un año. Esta ceremonia multitudinaria es un faro de esperanza y un claro indicio de la sed de compromiso y fe que existe. La buena noticia no termina aquí: ¡la Fundación y el MFC planean realizar bodas semanalmente hasta junio del próximo año!


Y la lista de espera es impresionante: hay 2.800 parejas más que actualmente se están preparando, durante un año, para recibir este mismo sacramento. Esto es un testimonio del impacto transformador de estos programas, que no solo unen a las personas, sino que fortalecen el tejido social y espiritual de nuestras comunidades.


Este sábado fue un recordatorio poderoso de que el amor verdadero, la fe y el compromiso tienen el poder de transformar vidas y comunidades enteras. ¡Felicidades a todas las parejas!