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Fin de semana de Gracia: El MFC Paraguay Renueva el Amor y la Misión Conyugal

¡La alegría y la gracia de Dios siguen manifestándose en cada rincón de nuestro querido Paraguay! Como Movimiento Familiar Cristiano, cerramos un fin de semana (8 y 9 de noviembre de 2025) bendecido y lleno de encuentros profundos, que reafirman la vocación de nuestros matrimonios como Iglesia Doméstica. Desde Canindeyú hasta la Diócesis de San Lorenzo, la semilla del Evangelio ha sido sembrada con fervor y esperanza. Te invitamos a revivir y celebrar estos frutos de fe y comunión.

I. Reencuentros Profundos: Renovando el “Sí” en el Altar Doméstico

El fin de semana se vistió de gala para acoger a los matrimonios que respondieron al llamado de profundizar en el sacramento que los une. Estos encuentros no son solo jornadas de formación, sino verdaderas inmersiones en la gracia de Dios, destinadas a hacer arder la llama del amor conyugal.

A. ¡Fe y Familia Fortalecidas en Curuguaty, Canindeyú!

La Base en Formación San Isidro Labrador de Curuguaty, en la vibrante Diócesis de Canindeyú, fue el escenario de un hermoso Reencuentro Profundo del MFC.

  • Lugar y Fecha: Hotel Quijote, Curuguaty (sábado 8 y domingo 9 de noviembre de 2025).
  • El Objetivo: Como Movimiento, sabemos que el matrimonio necesita mantenimiento y nutrición espiritual constante. Durante estas jornadas intensas, los matrimonios tuvieron la oportunidad de reflexionar sobre los desafíos de la vida conyugal a la luz de la fe. Se compartieron herramientas prácticas y testimonios de vida que renuevan el compromiso de ser hogares-santuario, donde Cristo es el centro y la Virgen María, Madre de la Iglesia, guía los pasos.
  • Frutos: La generosidad de cada pareja, al decir su “sí” a la formación, y la entrega de los equipos de servidores demuestran que el MFC está firmemente arraigado en esta diócesis, llevando la luz de Cristo a cada familia. El amor mutuo se manifestó con sencillez y verdad, renovando la promesa de fidelidad y fecundidad.

B. El Compromiso de Ypané: Catorce Matrimonios en Camino

Simultáneamente, la Diócesis de San Lorenzo experimentó también la acción del Espíritu Santo. La Base San Pedro Apóstol de Ypané realizó su propio “Reencuentro Profundo” con una participación conmovedora.

  • Los Participantes: Damos gracias a Dios Todopoderoso por la obra y gracia que permitió que catorce (14) matrimonios de esta Base Parroquial se reunieran para profundizar en su llamado.
  • La Intención: Este encuentro reafirma el lema de que todo proyecto que nace en la Iglesia debe ser un camino hacia el Reino de Dios. Estos catorce hogares se suman con renovado vigor a la misión del MFC, demostrando que la vida en gracia es posible y fuente de alegría. Damos gracias a Dios, nuestro Señor, y a la Sagrada Familia de Nazaret por permitir esta hermosa reunión.

II. El Fuego del Kerygma: La Misión que Enciende Corazones

El fin de semana y los días previos estuvieron marcados por la fuerza del Kerygma, el primer anuncio esencial de nuestra fe: Jesús nos ama, nos salva y camina con nosotros. Esta experiencia es vital para encender el corazón y motivar la misión.

A. Alegría y Encuentro en San Baltazar

El pasado 19 de octubre, la Base San Baltazar vivió una jornada vibrante de Kerygma en el Colegio Nazareth.

  • La Experiencia: Con la animación llena de Espíritu Santo de Antonella y Emilio, los hermanos del Movimiento experimentaron cómo la Palabra de Dios y el testimonio de vida pueden transformar la rutina en una aventura de fe. El Kerygma es el motor que nos impulsa a vivir el Evangelio no solo dentro de casa, sino también a llevarlo a la comunidad.

B. Misión Renovada en San Juan Bautista (Lambaré)

El pasado domingo 9 de noviembre, el eco del Kerygma resonó en el Seminario Claretiano de Lambaré, con la Base San Juan Bautista.

  • Comunión y Entusiasmo: Fue una jornada llena de alegría, encuentro y fe, donde los matrimonios y las familias se unieron en un mismo espíritu. Estos encuentros son el testimonio palpable de la promesa de Jesús: donde dos o tres se reúnen en Su nombre, Él está en medio de ellos.

C. ¡Trece Nuevos Hogares: El Gozo de la Base Santa Librada!

El fuego del Espíritu Santo ardió con una fuerza especial en la Base Santa Librada, donde trece (13) parejas se encontraron íntimamente con Jesús en su Retiro Kerygma.

Con el corazón abierto, estas trece familias dieron su rotundo ¡Sí! al Señor, formalizando su compromiso de sumarse y caminar junto al Movimiento Familiar Cristiano. Fue una experiencia única de encuentro, fortalecimiento de la fe y renovación del amor y la esperanza conyugal.

Extendemos nuestra profunda gratitud a los matrimonios animadores, quienes con su testimonio de fe y generosa entrega hicieron posible esta jornada: Iluminada y Carlile, y Rossana y Juan. Gracias por brindar su tiempo y guiar con tanto amor a estas nuevas parejas en su primer encuentro profundo con Cristo. ¡Bienvenidos a la gran familia del MFC!

D. ¡El Llamado Misionero Continúa!

El entusiasmo de estos Kerygmas nos ha impulsado a dar un paso más en la extensión de la Buena Noticia. Con gran alegría, el MFC ha iniciado su ciclo de Charlas Misioneras.

Próxima Cita: ¡Aún estás a tiempo de sumarte a esta hermosa misión! La próxima charla será el 26 de noviembre. El MFC te espera para que vivas y compartas esta misión que transforma corazones. Misionero Continúa!

Primer Paso: La primera charla se realizó con una jornada “llena de fe, encuentro y entusiasmo”.

El entusiasmo de estos Kerygmas nos ha impulsado a dar un paso más en la extensión de la Buena Noticia. Con gran alegría, el MFC ha iniciado su ciclo de Charlas Misioneras.

  • Primer Paso: La primera charla se realizó con una jornada “llena de fe, encuentro y entusiasmo”.
  • Próxima Cita: ¡Aún estás a tiempo de sumarte a esta hermosa misión! La próxima charla será el 26 de noviembre. El MFC te espera para que vivas y compartas esta misión que transforma corazones.

III. Conclusión y Llamado a la Acción

El Movimiento Familiar Cristiano Paraguay da gracias a Dios por estos encuentros, que demuestran la vitalidad de la Iglesia en nuestro país. Agradecemos profundamente a:

  1. Los Matrimonios Participantes: Por su valiente y generoso a la formación y a la gracia.
  2. Los Equipos de Servidores: Por su dedicación y amor incansable, que hacen posible estos retiros y jornadas. Su entrega es un reflejo vivo del servicio cristiano.

¡No dejemos que la llama del amor conyugal se apague! El MFC sigue creciendo y, con la guía de la Sagrada Familia de Nazaret, transformando a las familias en faros de luz y esperanza para el Paraguay. El Evangelio necesita hogares fuertes y matrimonios santos. ¡Sigamos en el camino!

“Y por encima de todo, vístanse del amor, que es el vínculo de la unidad perfecta.”
— Colosenses 3, 14

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Matrimonio Católico: Misión del Esposo y de la Esposa – Formación MFC

Estimados matrimonios y familias del MFC, ¿alguna vez se han detenido a meditar sobre la inmensidad de su vocación? El sacramento que han recibido no es solo una bendición legal, sino una fuente inagotable de gracia y una misión de altísimo honor. San Pablo nos reveló un misterio profundo: la unión conyugal es el signo más excelso y palpable del amor incondicional de Cristo por su Iglesia. En esta verdad teológica radica un llamado transformador y radical, donde el esposo es llamado a encarnar a Cristo (el “Cristo Conyugal”) y la esposa, a la Iglesia y a la Santísima Virgen María. Este no es un llamado a la dominación, sino a la más pura y elevada forma de servicio mutuo y donación. Abramos nuestros corazones para entender cómo esta identidad divina puede revolucionar nuestra vida matrimonial y familiar aquí, en nuestra amada tierra paraguaya.

El Matrimonio: Un Espejo del Amor Divino

La teología matrimonial nos enseña que el esposo y la esposa no solo se parecen a Cristo y la Iglesia; ellos son para el otro el sacramento viviente de esa unión. La relación de Cristo y la Iglesia es el modelo, la fuente y el motor de la vida matrimonial cristiana. Cuando un matrimonio comprende esta verdad, cesa de vivir de acuerdo con los estándares mundanos de poder, egoísmo o comodidad, y comienza a operar bajo la ley del Evangelio: la ley del Amor entregado.

La Dignidad de la “Pequeña Iglesia”

El hogar, como afirma el Magisterio de la Iglesia, es la “Iglesia Doméstica”. Si la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, entonces el esposo debe ser la Cabeza que ama hasta el extremo (Cristo) y la esposa debe ser el Corazón que acoge, nutre y sostiene (la Iglesia/María). Este entendimiento nos eleva de las pequeñas disputas a la gran misión: nuestra vida cotidiana, desde la mesa hasta la oración, es un acto litúrgico continuo que santifica el mundo a través de nuestra fidelidad.

I. El Esposo: Imagen de Jesús, el Cristo Conyugal

El varón del Movimiento Familiar Cristiano está llamado a una identificación profunda y activa con Jesús. No basta con ser un buen proveedor o un padre cariñoso; la meta es imitar las acciones de Cristo dentro del hogar, convirtiendo esa casa en el lugar donde la gracia de Dios fluye sin cesar. El MFC nos llama a asumir tres características esenciales de Jesús: Pastor, Profeta y Sacerdote.

1. Pastor y Guía: La Responsabilidad de la Orientación Espiritual

Cristo es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. El esposo debe ser el Pastor de su hogar, lo que implica asumir la responsabilidad primaria de orientar espiritualmente a su familia. Esto no significa mandar sin dialogar, sino guiar con mansedumbre, firmeza y visión de futuro.

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Consejos Prácticos para el Esposo Pastor:

  • Prioridad Espiritual: Pregúntese diariamente: “¿Qué estoy haciendo hoy para acercar a mi esposa e hijos a Jesús?”. La organización de la oración familiar, la asistencia regular a Misa y Sacramentos, y la lectura bíblica deben ser una prioridad pastoral para el esposo.
  • Mansedumbre y Firmeza: El Buen Pastor corrige, pero con amor. Evite la ira y la dominación. Ejercite la autoridad no como poder terrenal, sino como servicio, buscando siempre el bien mayor y la santificación de cada miembro.
  • Defensa y Cuidado: Así como Cristo defiende a la Iglesia del Maligno, el esposo debe proteger el hogar de las influencias dañinas del mundo (medios, ideologías, consumismo), creando un ambiente de paz y virtud.

2. Profeta y Maestro: Diálogo Formativo y Testimonio Vivo

Jesús fue el Maestro que anunció la Buena Nueva. El esposo es llamado a ser Profeta y Maestro en su hogar. El Profeta no solo predice el futuro, sino que proclama la Verdad de Dios en el presente, con el testimonio de su vida.

Consejos Prácticos para el Esposo Profeta:

  • La Palabra en el Diálogo: Dedique tiempo al diálogo formativo con su esposa e hijos. Este diálogo debe estar iluminado por la fe. Hable de sus luchas, de sus alegrías, y aplique las enseñanzas de Cristo a las decisiones cotidianas (financieras, laborales, educativas).
  • Enseñar con el Ejemplo: La proclamación más poderosa es el testimonio. Un esposo que vive la coherencia de su fe —trabajando con honestidad, sirviendo a los demás, siendo fiel en lo pequeño— es un profeta que no necesita muchas palabras.
  • Formación Continua: Para enseñar, debe formarse. Un varón del MFC debe ser un estudiante constante del Magisterio y de la Palabra de Dios. Invierta tiempo en la lectura espiritual y en los materiales de formación que el Movimiento provee.

3. Sacerdote y Santificador: El Sacerdocio del Hogar

El esposo ejerce el “sacerdocio común de los fieles” de manera especial, ofreciendo su propia vida y el bienestar de su familia a Dios. Él es el intercesor, el que conduce a la familia a la Gracia.

Consejos Prácticos para el Esposo Sacerdote:

  • Ofrenda Diaria: Cada dificultad, cada éxito, cada acto de servicio, debe ser ofrecido a Dios en nombre de la familia. “Señor, te ofrezco esta fatiga por la santificación de mi esposa y mis hijos”. Esta es la oración del esposo-sacerdote.
  • Intercesión Silenciosa: Ore diariamente por su esposa e hijos, nombrando sus necesidades y sus almas. El esposo debe ser la muralla espiritual que intercede ante Dios por la paz y la salud de su familia.
  • Conducir a los Sacramentos: Asegúrese de que su familia acceda a la fuente de la Gracia. Esto significa promover la Confesión frecuente y, sobre todo, la Eucaristía como el centro de la vida familiar. Es el esposo quien, con su liderazgo, debe facilitar el encuentro de todos con Cristo en el altar.

II. La Esposa: Imagen de la Iglesia y de María

La mujer cristiana en el matrimonio es la imagen de la Iglesia, la amada de Cristo, y particularmente de María, la llena de Gracia. Ella no es la receptora pasiva de la acción pastoral, sino el Corazón que distribuye el Amor de Cristo a cada rincón del cuerpo familiar. Su carisma es la ternura, la fe práctica y la resiliencia en la cruz, tres virtudes eminentemente marianas.

1. La Distribuidora de la Vida: Amor, Ternura y Fe

Si el esposo trae la orientación (la cabeza), la esposa infunde la vitalidad (la sangre). Ella es la que hace que la vida, que es el amor de Dios, llegue a cada rincón del hogar. Su sensibilidad, intuición y capacidad para el detalle transforman una casa en un hogar.

Consejos Prácticos para la Esposa (Corazón del Hogar):

  • Crear Santuario: La esposa es responsable de crear un ambiente que refleje la paz y el orden de Dios. Esto implica el cuidado de los detalles, la promoción de la belleza (sencilla pero significativa) y la creación de un rincón de oración visible y acogedor.
  • El Combustible del Amor: Es la esposa quien a menudo recuerda las fechas importantes, organiza los pequeños gestos de amor y promueve el afecto entre los miembros de la familia. Ella es la “ministra de la ternura”, un don que sana y fortalece los lazos.
  • Transmisora de Fe: Al igual que María, ella transmite la fe desde la intimidad. Es la que, en muchas ocasiones, enseña las primeras oraciones, relata las historias bíblicas y prepara los corazones para los Sacramentos.

2. El Sí Constante: Acogida y Fidelidad Silenciosa

María nos enseñó el poder del “Sí” constante a la voluntad de Dios, incluso cuando esta voluntad pasa por el dolor (la Cruz). La esposa es llamada a ser la imagen de esta fidelidad silenciosa y acogedora.

Consejos Prácticos para la Esposa (Acogida y Sí):

  • El Discernimiento de la Oración: Su carisma de discernimiento es vital. Ella es la voz que, en la oración, a menudo ayuda a su esposo a afinar la guía pastoral. Ella es la que, con serenidad, puede identificar los peligros o las oportunidades espirituales que se presentan.
  • Fidelidad en lo Cotidiano: La fidelidad de la esposa se manifiesta en la paciencia inquebrantable, en el perdón ofrecido sin reservas y en la constancia para educar en los valores cristianos. Ella es la roca que, como María al pie de la Cruz, se mantiene firme en medio de las pruebas con una esperanza que solo Dios puede dar.
  • Acogida del Esposo: Acoger al esposo, especialmente en sus luchas y debilidades, es un acto de amor que lo impulsa a ser el Cristo Conyugal. Alienta y sostiene su liderazgo, incluso cuando es imperfecto, confiando en la gracia que Dios le ha dado.

III. El Hogar: Sacramento de la Santificación

Cuando el esposo se esfuerza por identificarse con el Cristo Conyugal y la esposa asume su misión como imagen de la Iglesia/María, el Matrimonio se convierte en algo más que una coexistencia feliz: se transforma en un auténtico “Sacramento de la Santificación”.

El Secreto de la Transformación Personal

La transformación personal que propone esta teología no es unilateral. El esposo no se santifica por su propio esfuerzo, sino al servir a su esposa y familia como Cristo sirvió a la Iglesia. La esposa no se santifica por su sumisión, sino por su donación total al acoger y nutrir la vida, reflejando a María.

El Desafío de la Cruz y la Gloria:

  • Purificación Mutua: No podemos encarnar a Cristo ni a María sin la Cruz. Los roces, los desacuerdos, las imperfecciones del otro son las herramientas que Dios utiliza para pulir nuestro amor. El esposo aprende la paciencia de Cristo; la esposa aprende la fortaleza de María.
  • Vivir en Comunidad MFC: El carisma del Movimiento Familiar Cristiano nos recuerda que esta misión no se vive en solitario. La vida en comunidad, la formación compartida y el testimonio de otros matrimonios son el andamiaje que sostiene esta gran obra de santificación. La perseverancia en los Ciclos de Formación y la participación activa en los eventos son la fuente de recarga espiritual para asumir estos roles.

Matrimonis mfcistas, su vocación es la más hermosa. El amor de un esposo por su esposa debe ser un eco del amor de Cristo en el Calvario, y la respuesta de la esposa, un eco del ‘Hágase’ de María en la Anunciación. ¡No hay un destino más glorioso!

La Llamada Final a la Gracia

En el MFC Paraguay sabemos que la vida en el hogar puede ser dura. Pero la promesa es real: la Gracia del Sacramento es suficiente para capacitarnos para este rol. Si se sienten débiles o cansados, recuerden que no caminan solos. Jesús, el Cristo Conyugal, está con ustedes. Pidan al Espíritu Santo el don de la fortaleza para el esposo y el don de la ternura y el discernimiento para la esposa.

Conclusión y Llamado a la Acción

Hemos meditado sobre el altísimo llamado que reciben en el Matrimonio: ser la imagen viva de la Unión de Cristo y la Iglesia. El esposo, como Pastor, Profeta y Sacerdote, tiene la misión de liderar en la caridad; la esposa, como imagen de María, es el corazón que sostiene y nutre la vida. La transformación personal se da en la entrega mutua, haciendo de su hogar un verdadero “Sacramento de la Santificación”. Los invitamos a llevar esta reflexión a su Equipo de Base y a dialogar: ¿Cómo puede nuestro esposo ser un mejor Cristo Conyugal? ¿Cómo puedo yo (esposa) reflejar mejor la acogida de María? El MFC es su soporte en este camino. Vivan la fe con alegría, audacia y la cálida esperanza que nos distingue.

Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla, purificándola con el baño del agua, mediante la Palabra. (Efesios 5, 25-26)

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La Espiritualidad Conyugal: El Combustible que Transforma el Matrimonio y Anima el MFC

El Movimiento Familiar Cristiano (MFC) es, a la vista de todos, una estructura sólida: reuniones planificadas, servicios apostólicos, encuentros y retiros. Pero, ¿qué es lo que realmente lo pone en marcha? ¿Cuál es el motor inmaterial que impulsa a miles de matrimonios a transformarse y servir? El Padre Pedro Richards, con una claridad profunda y evangélica, nos regaló una metáfora poderosa: si el MFC es un automóvil con una estructura perfecta, su combustible es, sin duda, la Espiritualidad Conyugal. Esta espiritualidad no es un adorno, sino la savia vital que nos transforma en Cristo y en la Iglesia. Hoy, nos detenemos a reflexionar sobre esta “fisiología” divina que estamos llamados a vivir y transmitir.

1. La Pregunta Fundamental: ¿Estructura o Combustible?

La Estructura Necesaria, Pero Insuficiente

Todo movimiento organizado necesita una estructura. Necesita reglas, agendas, líderes, y métodos de trabajo. En el MFC, esto se traduce en la puntualidad de las reuniones, la planificación de los cursos, la distribución de tareas y la asistencia a los eventos. Esta estructura es el vehículo, la carrocería del automóvil: sin ella, no podemos transportarnos ni cumplir nuestra misión. Es la obediencia a la organización, la disciplina del servicio.

Sin embargo, el Padre Richards nos advierte: una estructura, por perfecta que sea, no se mueve por sí misma. El auto puede tener las mejores ruedas, un chasis impecable y la pintura más reluciente, pero si el tanque está vacío, es solo un objeto estático. El gran peligro de cualquier movimiento eclesial es caer en el activismo vacío, en el “servicio que no es el resultado de una espiritualidad”.

Podemos llenar nuestra agenda de servicios, ir a todas las reuniones y servir en todos los retiros, pero si estas acciones no provienen de un manantial interior, de un corazón renovado, se convierten en ruido, en servicio de “acá para afuera”. La estructura sola es mera burocracia con buenas intenciones; solo se convierte en Misión cuando se le inyecta el verdadero combustible.

La “Fisiología” que da Vida

¿Cuál es ese combustible que “hace andar” al MFC? Es la vida interior, la fisiología que anima el cuerpo de la estructura: la Espiritualidad Conyugal.

La espiritualidad, en esencia, es la manera en que un cristiano vive y aplica la fe en su día a día. La espiritualidad conyugal es la forma en que los esposos viven la gracia del Sacramento del Matrimonio, permitiendo que Cristo sea el centro de su relación. Es la chispa que enciende el motor.

El Matrimonio es un Sacramento, y todo Sacramento tiene una finalidad sacra: santificar. El objetivo central del MFC, como lo recuerda el Padre Richards, es “hacer matrimonios Santos”. No matrimonios “ocupados”, sino matrimonios Santos.

La pregunta clave que debemos hacernos en cada reunión de matrimonio, en cada momento de formación y, sobre todo, al volver a casa, es: ¿Qué elemento de espiritualidad conyugal recibí hoy de manera que fui a casa y soy mejor cabeza de esa pequeña Iglesia que es la familia, y mi mujer es corazón que distribuye mucho mejor la sangre al cuerpo?

La Espiritualidad Conyugal es el elemento que transforma el servicio en santificación y el compromiso exterior en renovación interior. Es el motor que convierte el matrimonio en un camino de santidad mutua.

2. Volver a los Principios: Matrimonios Santos

El Cristo Conyugal: Transformación Personal

El Matrimonio Cristiano es el signo más excelso de la unión de Cristo con su Iglesia. Esta teología, central para el Padre Richards, establece roles de transformación muy claros, no como dominación, sino como servicio y donación.

El varón es llamado a ser la imagen de Jesús, el Cristo Conyugal. El varón del MFC no solo debe parecerse a Jesús, sino identificarse con Él en sus acciones dentro del hogar, esa pequeña Iglesia. Tres características deben ir apareciendo en él:

  1. Pastor y Guía: Asumiendo la responsabilidad de orientar espiritualmente a su familia, buscando siempre el bien mayor, con la mansedumbre y la firmeza de Cristo.
  2. Profeta y Maestro: Dedicando tiempo a la enseñanza, al diálogo formativo con su esposa e hijos, y a la proclamación de la fe con el testimonio.
  3. Sacerdote y Santificador: Ofreciendo su propia vida y el bienestar de su familia a Dios, intercediendo por ellos y conduciéndolos a la Gracia a través de los Sacramentos.

La mujer es la imagen de la Iglesia, y particularmente de María. Ella es el corazón de la familia, llamada a ser la distribuidora de la sangre vital que es el amor, la ternura y la fe. Ella hace que la vida llegue a cada rincón del cuerpo familiar. Su carisma es la acogida, el discernimiento y el cuidado. Al igual que María, ella es el “sí” constante, la fidelidad silenciosa y la fortaleza en la cruz.

Cuando el esposo se identifica con Cristo y la esposa con la Iglesia/María, el Matrimonio se convierte en un auténtico “Sacramento de la santificación”, volviendo a su principio más glorioso.

La Distinción Crucial: Servicio vs. Espiritualidad

El Padre Richards nos advierte sobre el gran peligro: confundir el servicio (el hacer) con el estado de gracia (el ser).

El gran peligro es ir a los servicios, estoy haciendo algo, pero que no sea un servicio que sea el resultado de toda una espiritualidad.

La auténtica espiritualidad conyugal exige priorizar el “ser” sobre el “hacer”.

  1. Primero el Ser: Un esposo transformado en Cristo, una esposa identificada con la Iglesia, cultivando la oración conyugal y personal, leyendo la Biblia juntos, acudiendo a la Eucaristía como pareja.
  2. Luego el Hacer: El servicio en el MFC o la parroquia debe ser el desborde natural de esa vida interior. El fruto, no la raíz.

Solo cuando el servicio apostólico es el resultado de un Matrimonio Santo, ese servicio es fecundo.

3. El Poder del Acto de Fe: La Clave de la Fecundidad

La Desesperación Humana y el ‘Hagan Esto’ de Jesús

La vida conyugal, al igual que el servicio en el MFC, está llena de momentos de cansancio, frustración y, sí, desesperación. El apóstol puede sentir que “ha pescado toda la noche” y no ha conseguido nada: los hijos no escuchan, la reunión no funciona, el dinero no alcanza. Los miembros del MFC, como los apóstoles, a veces se sienten “desesperados”.

Pero Jesús nos dice: “Hagan esto; los resultados están en mis manos.”

Esta es la invitación al acto de fe en el Matrimonio y en el Movimiento.

  • En el Matrimonio: El acto de fe es seguir sirviendo a la esposa con amor incondicional, a pesar de la respuesta imperfecta; es seguir educando a los hijos con paciencia, aunque los frutos no sean inmediatos. Es sembrar sabiendo que Dios dará el crecimiento.
  • En el MFC: El acto de fe es organizar una reunión, lanzar un curso o invitar a un matrimonio sabiendo que la efectividad de la convocatoria no depende de la habilidad humana, sino de la Gracia que acompaña la obediencia al mandato de Cristo.

Cuando un matrimonio vive de este acto de fe, se libera de la ansiedad por el resultado y se centra en la fidelidad a lo que Dios pide. El fruto no es una obra humana, sino la obra de Dios en la que colaboramos.

El Kerygma y el Apóstol Convencido

¿Cuál es el fruto más grande de esta espiritualidad? El apostolado, que el Padre Richards llama Kerygma.

El Kerygma es la proclamación fervorosa de la Buena Nueva. Un matrimonio que ha hecho de la espiritualidad conyugal su combustible, no puede callar lo que ha visto y vivido.

Los apóstoles proclaman a Jesús que conocieron fuera de casa; ¡el MFC tiene la gracia de proclamar al Jesús que tienen en su propia casa, el Cristo Conyugal!

El matrimonio apóstol es aquel que:

  1. Testifica: Su propia relación es la primera y más efectiva predicación.
  2. Transmite: Sus hijos y su comunidad ven que el Cristo conyugal está transformando al esposo y a la esposa “poco a poco en sí mismo”.
  3. Convoca: El fervor nace por dentro: “Yo tengo que proclamarlo a Jesús”. Esta es la clave para que el MFC sea fervoroso y tenga apóstoles que nazcan de la convicción interior, no de la necesidad de llenar un cupo de servicio.

4. Los Tres Movimientos Vitales: Integración Parroquial

Iglesia Grande, Iglesia Pequeña: Nutriéndonos de la Fuente

El MFC y la familia, como “Iglesia Doméstica” o “Iglesia pequeña”, no puede estar aislada, “volando en el viento”, como dice San Pablo. Debe nutrirse de la savia de la Iglesia grande (la Parroquia y la Diócesis).

El Padre Richards identifica tres grandes movimientos que nutren a la Iglesia universal y, por tanto, deben nutrir a la Iglesia pequeña, el Matrimonio:

  1. El Movimiento Bíblico:
    • Nutrición: La Palabra de Dios como luz constante en las decisiones conyugales y familiares.
    • Práctica en Casa: La Lectio Divina conyugal, la lectura diaria de un pasaje, la meditación de la Palabra antes de tomar decisiones importantes en la familia.
  2. El Movimiento Litúrgico:
    • Nutrición: La vida sacramental, especialmente la Eucaristía, como centro y culmen de la vida cristiana.
    • Práctica en Casa: Preparar la Misa dominical, vivir los tiempos litúrgicos (Adviento, Cuaresma) con devociones y costumbres familiares. El esposo-sacerdote al frente de la oración familiar.
  3. El Movimiento Comunitario:
    • Nutrición: La vida fraterna, la comunión con otros hermanos en la fe.
    • Práctica en Casa: Vivir la pertenencia a la Parroquia, al MFC, a la comunidad de vida. Abrir la casa para la reunión, compartir la ñe’ẽ porã (la buena palabra) con los vecinos y hermanos del Movimiento.

Estos tres movimientos no son teorías; son la estructura de la Gracia que la Iglesia nos ofrece para que el matrimonio no “vaya a ninguna parte”, sino que tenga un rumbo firme en Cristo.

La Pesca Milagrosa: La Familia en la Parroquia

El MFC tiene un futuro “glorioso y serio” si cumple la misión de “meter a la familia dentro de la estructura parroquial”.

La Parroquia es el campo de pesca donde la Iglesia Doméstica se irradia. El matrimonio del MFC debe ser ese centro de radiación para todo el barrio o comunidad donde vive.

Esto significa:

  • El matrimonio debe pescar (sacar del mundo e introducir en la barca de la Iglesia) a otras familias.
  • El matrimonio debe ser un ejemplo de vida en comunidad, de servicio desinteresado y de fe sólida que se puede palpar.

Cuando el MFC logra esto, el resultado es que las parroquias se convierten realmente en centros vivos, porque están compuestas por células de Matrimonios Santos, llenos del Combustible de la Espiritualidad Conyugal.

La Fecundidad del MFC Depende de Tu Hogar

La poderosa enseñanza del Padre Pedro Richards es un llamado a la radicalidad evangélica: No podemos dar lo que no tenemos. La eficacia de nuestros servicios y la vitalidad de nuestra estructura en el MFC Paraguay dependen exclusivamente de la profundidad de la Espiritualidad Conyugal que se viva en cada hogar.

No demos más importancia al servicio que a la fuente de la cual emana. Dediquemos tiempo a que el esposo se asemeje más a Jesús en su hogar, y la esposa a María y la Iglesia en su amor. Cuando logremos esto, el Apostolado vendrá por añadidura, con la fuerza imparable del Espíritu Santo. El futuro glorioso del MFC no está en los planes estratégicos, sino en el “Cristo Conyugal” que se hace visible en tu matrimonio.

Te invitamos a tomarte un momento esta semana para evaluar: ¿Cómo está el nivel de combustible en tu Matrimonio? ¿Estás priorizando el ser de tu espiritualidad conyugal sobre el hacer de tus servicios?

“Esposos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola con el baño del agua y la palabra.” — Efesios 5, 25-26

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El Incalculable Valor del Pacto Matrimonial: Un Lazo Eterno con Dios

Tu matrimonio es un pacto eterno con Dios, y nada en el mundo tiene más valor.

En un mundo que a menudo ve el matrimonio como un simple contrato social que puede romperse si las emociones cambian o si el “propio proyecto de felicidad” choca con el del otro, es vital volver a la verdad fundamental que nos da la fe: el matrimonio no es una institución humana; es una alianza sagrada establecida por el Creador. Es un reflejo terrenal del amor inquebrantable de Dios por Su pueblo, y su fin último es la santificación mutua de los cónyuges.

1. El Matrimonio es un Pacto, No un Contrato

La palabra clave aquí es pacto (o alianza). Un contrato se basa en cláusulas, condiciones, fechas de vencimiento y términos que, al romperse por cualquiera de las partes, anulan el acuerdo. Un pacto, especialmente un pacto bíblico, es una promesa solemne y un compromiso de vida incondicional, respaldado y garantizado por Dios mismo. El compromiso se mantiene incluso si la otra parte falla.

Desde el principio, la Escritura lo define como tal:

Génesis 2, 24: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne.”

Ser “una sola carne” es el sello de este pacto, una unidad tan profunda que es la fusión completa no solo de cuerpos, sino también de voluntades, identidades y destinos. Romper esta unidad no es solo la disolución de una sociedad; es una amputación espiritual y emocional a los ojos de Dios. Esta verdad fue confirmada por el profeta Malaquías, quien nos recuerda que Dios es el testigo juramentado de nuestra promesa mutua, tomándose en serio cada palabra pronunciada en el altar:

Malaquías 2, 14: “Y ustedes dicen: “¿Por qué?”. Porque el Señor ha sido testigo entre ti y la esposa de tu juventud, a la que tú traicionaste, aunque ella era tu compañera y la mujer de tu alianza.”

2. El Vínculo de Tres Hilos: Dios en el Centro

Cuando dos personas se unen en matrimonio, en realidad se convierten en tres: el esposo, la esposa y Dios. Él es el lazo central que da fuerza, propósito y permanencia a la relación. La Biblia nos enseña que esta unión tripartita es esencial para la resiliencia y la prosperidad del hogar, un fundamento que las fuerzas del mundo no pueden derribar.

Eclesiastés 4, 9 – 12: “Valen más dos juntos que uno solo, porque es mayor la recompensa del esfuerzo… Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe fácilmente.”

Cuando la vida se pone difícil—y se pondrá—, no es solo la fuerza de la pareja la que los sostiene, sino la presencia de Dios obrando a través de Su Espíritu. Dios provee la gracia sacramental que excede la capacidad humana natural de amar y perdonar. Cuando el dolor, el resentimiento o las pruebas amenazan con desgarrar el pacto, el tercer hilo (Dios) interviene para recordar la promesa, sanar las heridas y ofrecer la fortaleza sobrenatural para continuar eligiendo al cónyuge día tras día. Este es el valor incalculable de un matrimonio cimentado en la fe.

3. La Indisolubilidad del Vínculo: La Palabra de Jesús

La enseñanza cristiana, especialmente la católica, enfatiza la permanencia y santidad del vínculo. Jesús mismo reafirmó el diseño original del Génesis, insistiendo en su carácter indisoluble y elevándolo a sacramento.

Marcos 10, 9: “Así que, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre.”

El matrimonio es una unión para toda la vida, un compromiso que solo la muerte puede deshacer. Este carácter indisoluble no es una carga, sino una garantía de seguridad y estabilidad tanto para los cónyuges como para los hijos. Sella el amor con el propósito de la permanencia, ofreciendo un refugio seguro frente a la volatilidad de las circunstancias externas o los altibajos emocionales internos.

4. El Diseño Divino: Un Amor de Sacrificio y Santificación

El apóstol Pablo eleva el estándar del matrimonio al compararlo con la relación de Cristo y Su Iglesia. Esto no solo nos da un modelo de amor, sino que subraya la santidad y el valor supremo de la alianza matrimonial.

Efesios 5, 25: “Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.”

Este pasaje nos llama al amor sacrificial, que es el amor más puro y valioso que existe. No se trata de un sentimiento pasajero, sino de una decisión diaria de dar, de entregar el propio yo por el bien y la santificación del otro. Al igual que Cristo purificó y cuidó a Su Iglesia, los esposos están llamados a buscar activamente la santidad de su cónyuge, ayudándolo a crecer en la fe y la virtud. Este es el tipo de amor que refleja el reino de Dios en la tierra y que se convierte en un testimonio visible para el mundo.

Tu matrimonio es, de hecho, un pacto eterno con Dios, y nada en el mundo tiene más valor.

No hay carrera, riqueza material, ni logro personal que pueda compararse con el valor de un vínculo que Dios mismo ha santificado y que usamos para reflejar su amor, su fidelidad y su compromiso. Si sientes que la cotidianidad ha opacado el brillo de tu pacto, recuerda hoy que no estás solo. Tienes a un Dios fiel que atestiguó tu promesa y está listo para ayudarte a restaurar y honrar este tesoro sagrado, dándote la gracia para amar más allá de tus fuerzas.

Honra tu pacto. Cuida tu lazo de tres dobleces. Vive la verdad de que, en tu hogar, reside uno de los tesoros más grandes y duraderos que se pueden encontrar.

¡Que Dios bendiga tu alianza!

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El Matrimonio, Una Misión Divina: Amor, Servicio y Vida en la Gracia

El matrimonio no es un simple contrato social ni la culminación de un enamoramiento pasajero. Para nosotros, matrimonios que caminamos en la fe y en el Movimiento Familiar Cristiano (MFC), es una Vocación Divina y, por lo tanto, una Misión. Es el llamado de Dios a dos personas a convertirse en una sola carne para ser, juntos, un signo visible del amor de Cristo por su Iglesia.

La gracia del Sacramento del Matrimonio no es solo para el día de la boda; es una fuerza constante que nos capacita para cumplir la misión encomendada.

1. El Fundamento de la Misión: El Sí Sacramental

El “sí” que nos dimos ante el altar fue mucho más que una promesa: fue un Pacto de Alianza sellado con la gracia de Dios. Esta Alianza establece tres pilares fundamentales que definen nuestra misión:

A. La Donación Total e Irrevocable

Nuestra misión principal comienza en la mutua santificación. El esposo tiene la misión de llevar a su esposa al Cielo, y la esposa tiene la misión de llevar a su esposo al Cielo. Esto exige una entrega total:

  • Fidelidad y Exclusividad: Mantener el corazón puro y reservado, viviendo la castidad conyugal como expresión del amor verdadero.
  • Perdón Constante: Reconocer que somos frágiles y necesitamos la Misericordia. La misión se vive en el diálogo y en el perdón renovado cada día.
  • Servicio Desinteresado: Dejar de preguntarse: “¿Qué me da mi cónyuge?” para empezar a preguntarse: “¿Qué necesita mi cónyuge de mí para ser más feliz y acercarse más a Dios?”

El esposo debe amar a su esposa como Cristo amó a la Iglesia (Efesios 5, 25). Esta es la vara de medir para el amor conyugal.

2. La Misión Interna: La Iglesia Doméstica

El hogar es el primer campo de batalla y el primer campo de apostolado. La misión más inmediata es construir la “Iglesia Doméstica” para el mundo:

B. Misión de Amor Fecundo: Transmitir la Vida

El amor conyugal está intrínsecamente abierto a la vida. La misión de los esposos se extiende a ser cooperadores de Dios Creador al acoger y educar a los hijos que Él quiera enviarles.

  • Paternidad y Maternidad Responsable: Ejercer un discernimiento profundo, generoso y prudente, siempre en diálogo con Dios, sobre el número de hijos.
  • Primeros Educadores de la Fe: La misión más trascendental es la formación de los hijos. Somos los primeros catequistas de nuestros hijos, transmitiéndoles no solo doctrinas, sino el ejemplo vivo de la fe, la oración y el servicio. La fe se aprende por ósmosis, viendo a papá y mamá rezar, perdonarse y servir.

C. El Diálogo: El Alimento de la Misión

En el MFC entendemos que el diálogo no es solo hablar de cosas prácticas (cuentas, horarios), sino compartir sentimientos, proyectos y la vida de fe.

  • Regla de Oro: Dedicar tiempo exclusivo para el diálogo en pareja, sin interrupciones, para que el amor no se marchite y la misión no se desvíe.
  • Oración en Común: Un matrimonio que reza junto permanece unido y fortalecido para el servicio. La oración en pareja es el motor de la misión.

3. La Misión Externa: El Apostolado en el Mundo

Una vez que el hogar es un testimonio de amor y paz, la misión se desborda hacia fuera, en sintonía con el carisma del MFC.

D. Testimonio y Evangelización

El testimonio del amor conyugal es la forma más poderosa de evangelización en el mundo de hoy. El mundo necesita ver que es posible amarse para siempre con alegría y esperanza.

  • Servicio a Otros Matrimonios: Como miembros activos del MFC, somos llamados a compartir los dones que hemos recibido. Esto se concreta en:
    • Acoger y acompañar a otras parejas en su camino.
    • Vivir el Método de Vida del Movimiento (Diálogo, Oración, Estudio, Servicio).
    • Ser luz en nuestras comunidades, parroquias, y vecindarios.

E. Compromiso Social

La familia, célula vital de la sociedad, tiene la misión de ser sal y luz. Esto implica un compromiso activo en la defensa de los valores humanos y cristianos:

  • Defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural.
  • Promover el valor del matrimonio y la familia en los espacios públicos.
  • Trabajar por la justicia y la caridad en nuestro entorno.

Renovando Nuestra Entrega

La misión del esposo y la esposa es un desafío hermoso, grande y a veces difícil. Pero nunca la recorremos solos. Contamos con la gracia del sacramento y el apoyo de nuestra comunidad en el MFC.

La misión es clara: Ser Santos y Hacer Santos.

  • ¿Cómo estamos dedicando tiempo al diálogo y a la oración en pareja esta semana?
  • ¿Estamos siendo testimonio vivo de la alegría de ser católicos en nuestro hogar y en nuestro entorno?

Avancemos con coraje, de la mano de María, modelo de esposa y madre misionera.

¡Adelante, Familias en Misión!

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Diálogo Conyugal: El hilo invisible que teje un Matrimonio Indisoluble

En el ajetreo diario de la vida familiar, a menudo priorizamos el “hacer” sobre el “ser”. Sin darnos cuenta, el diálogo se convierte en un simple intercambio de información logística. Pero, ¿qué ocurre cuando dejamos de compartir el corazón? ¿Cuántas veces nos preguntamos cómo está realmente el corazón de nuestro cónyuge? El MFC, consciente de que la comunicación es el camino para la verdadera intimidad, te invita a redescubrir la fuerza transformadora del diálogo conyugal, ese cimiento invisible que el Espíritu Santo nos ayuda a sostener día a día en el hogar.


El Arte de Conversar con Amor

1. El Diálogo como Sacramento de la Presencia

La Iglesia nos enseña que el matrimonio es un sacramento, un signo visible del amor de Cristo por su Iglesia. En esta línea, el diálogo conyugal es un “mini-sacramento” de la presencia. No se trata solo de hablar, sino de estar plenamente presente para el otro, de hacerle saber que sus pensamientos, miedos y alegrías son importantes. Es el momento en que decimos, sin palabras, “Te veo, te escucho, te valoro”.

  • Tip Práctico MFC: Establezcan un “tiempo de pareja” diario, aunque sean 15 minutos, donde las pantallas y las preocupaciones de los niños estén ausentes. Que sea un espacio sagrado, solo para ustedes.

2. De la Logística a la Intimidad del Corazón

Es muy fácil que el diálogo se quede atrapado en la “agenda” familiar: ¿Quién lleva a los chicos?, ¿Qué vamos a cenar?, ¿Cuándo pagamos las cuentas? Si bien estas conversaciones son necesarias, no nutren el espíritu.

El verdadero diálogo matrimonial es aquel que se atreve a ir más profundo, al nivel de los sueños, las heridas, las inquietudes espirituales y las gracias recibidas. Implica aprender a preguntar sobre el “cómo te sientes con eso”, en lugar de solo preguntar “qué hiciste”.

  • La Pregunta Clave: En vez de terminar el día con un simple “¿Qué tal tu día?”, atrévete a preguntar: “¿Qué te hizo sentir más cerca de Dios hoy?” o “¿Qué desafío enfrentaste y cómo puedo ayudarte a llevarlo mañana?”.

3. Los Enemigos Silenciosos de la Comunicación

En el mundo de hoy, la prisa, el ruido y la tecnología se han convertido en obstáculos poderosos.

  • La Prisa: Nos impide tomar el tiempo necesario para escuchar la historia completa, cortando y dando soluciones antes de comprender.
  • La Muralla del Celular: La luz de una pantalla se interpone entre dos almas que buscan conectarse. Desconectar el móvil es el primer paso para conectar el corazón.
  • La Suposición: El peor enemigo es creer que “ya sé lo que va a decir”. La suposición cierra el espíritu a la novedad y al crecimiento del otro. Debemos volver a la humildad de no saberlo todo sobre la persona que tenemos al lado, incluso después de años.

4. La Escucha Activa: La Caridad Hecha Oído

El diálogo no es un monólogo de dos, sino una danza de escucha y respuesta. La escucha activa es un acto de caridad conyugal, un reflejo de la paciencia de Dios con nosotros. Significa:

  1. Silenciar la voz interior: No planificar nuestra respuesta mientras el otro habla.
  2. Validar las emociones: Responder con frases como “Entiendo que eso te preocupe” o “Parece que eso te hirió”, antes de ofrecer una solución.
  3. Comunicación No Verbal: Mirar a los ojos, tocar la mano, asentir. Esto le dice a tu cónyuge: “Aquí estoy, completamente para vos”.

5. El Diálogo a la Luz de la Fe: Oración y Perdón

Para los matrimonios del MFC, el diálogo encuentra su cumbre en la oración compartida. Rezar juntos es llevar la conversación conyugal al Espíritu Santo, pidiendo su sabiduría para hablar con verdad y caridad.

Además, cuando el diálogo fracasa y las palabras hieren, la fe nos llama al diálogo del perdón. Saber pedir perdón con humildad y otorgarlo con generosidad es la limpieza espiritual que renueva el cimiento de la unión.

  • Reflexión: Así como nos preparamos para el encuentro Eucarístico, debemos prepararnos para el encuentro diario con nuestro cónyuge, sabiendo que en él/ella se refleja la imagen de Cristo.

Un Llamado a la Construcción Diaria

El diálogo en el matrimonio no es un lujo, es la columna vertebral de la vida familiar cristiana. Es la herramienta que Dios nos dio para tejer dos vidas en una sola carne, para formar un equipo invencible en la educación de los hijos y para ser testimonio vivo del amor de Dios en el corazón de la sociedad paraguaya.

¡Anímate hoy a dar ese paso extra! Salí de la logística y entrá en la intimidad. Redescubrí a la persona que el Padre puso a tu lado y conversá con el corazón abierto. ¡El MFC te acompaña en este compromiso sagrado!

“Por eso, renuncien a la mentira y digan siempre la verdad a su prójimo, ya que todos somos miembros, los unos de los otros.” (Efesios 4, 25)

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El Rosario en casa: La Devoción que sostiene el Amor Conyugal y Familiar

  • “Que todas las familias del MFC, recen el rosario diariamente” – Padre Pedro Richards


En el corazón de nuestro hogar, anhelamos construir un refugio de amor, fe y esperanza. A menudo, en el vaivén de la vida moderna, buscamos herramientas y estrategias para fortalecer nuestros lazos. Pero, ¿y si la clave estuviera en una práctica sencilla, profunda y tan arraigada en nuestra fe católica como es el Santo Rosario? Los invitamos a descubrir cómo esta hermosa devoción mariana puede ser el ancla que sostiene y eleva el amor conyugal y familiar en sus vidas.


El Rosario: Más que cuentas, un hilo de Amor Divino

Para muchos, el Rosario es un conjunto de cuentas que se deslizan entre los dedos, una oración repetitiva que se aprende en la niñez. Sin embargo, para nosotros, católicos, es mucho más: es un compendio del Evangelio, un paseo con María por los misterios de la vida de Jesús. Es una oración vocal y meditativa, donde nuestras palabras se unen a las de María para contemplar a Cristo.

En el matrimonio y la familia, el Rosario se convierte en un cordón triple, como lo describe Eclesiastés: “Más valen dos que uno solo… y la cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente” (Ec 4, 9-12). En este caso, somos tú, tu cónyuge y, uniendo ambos, la Santísima Virgen María que nos conduce a su Hijo Jesús. Al rezar el Rosario juntos, no solo recitan palabras; están entrelazando sus almas en una oración común, presentando ante Dios sus vidas, sus alegrías, sus preocupaciones y sus anhelos bajo el manto maternal de María.

¿Por Qué Rezar el Rosario en Familia? Beneficios Concretos para el Hogar

La práctica de rezar el Santo Rosario en el hogar no es una tradición anticuada; es una fuente viva de gracia y unidad. Aquí te presentamos algunos de sus frutos:

  1. Unidad en la Oración: Rezar juntos es un acto de profunda intimidad espiritual. Permite a los esposos y a los hijos unirse en un propósito común, superando las distracciones y centrándose en lo esencial. Crea un hábito de encuentro con Dios que trasciende lo individual.
  2. Paz y Serenidad en el Ambiente Familiar: En un mundo ruidoso y agitado, el Rosario ofrece un oasis de calma. La meditación de los misterios, el ritmo de las avemarías, y la presencia de María, invocada como Reina de la Paz, impregnan el hogar de una serenidad que disipa tensiones y preocupaciones.
  3. Fortalecimiento del Amor Conyugal: Al contemplar los misterios gozosos, dolorosos, gloriosos y luminosos, los esposos reviven la Pasión de Cristo, el amor que todo lo da, la alegría de la Resurrección. Esta meditación nutre su propio amor, recordándoles el sacrificio, la esperanza y la entrega incondicional que prometieron en el altar.
  4. Educación en la Fe para los Hijos: Cuando los niños ven a sus padres rezar el Rosario, aprenden de primera mano el valor de la oración, la importancia de María en la Iglesia y la centralidad de Jesús. Es una catequesis viva, un legado de fe que se transmite no solo con palabras, sino con el ejemplo. Los niños, aunque pequeños, absorben el ambiente de piedad y el amor a Dios.
  5. Intercesión Poderosa: La tradición católica atribuye al Rosario innumerables milagros y la solución de situaciones imposibles. Al unirnos a María en esta oración, confiamos en su poderosa intercesión ante su Hijo. ¿Qué mayor consuelo para una familia que saber que sus peticiones son elevadas por la misma Madre de Dios?

Consejos Prácticos para Rezar el Rosario en Casa (¡sin agobiarse!)

Sabemos que la vida familiar puede ser un desafío, y encontrar el momento perfecto para el Rosario puede parecer abrumador. ¡Pero no tiene por qué serlo!

  • Comiencen Pequeño: No tienen que rezar los cinco misterios de golpe cada día si no es posible. Pueden empezar con un misterio al día, o incluso con una decena. Lo importante es la constancia y el deseo.
  • Elijan un Momento Fijo: La clave es la regularidad. Puede ser antes de cenar, después, o incluso antes de acostar a los niños. Establecer un “momento del Rosario” ayuda a crear un hábito.
  • Creen un Espacio Sagrado: Un pequeño altar con una imagen de la Virgen, un crucifijo y una vela encendida puede transformar el ambiente y hacer la experiencia más significativa para todos.
  • Involucren a los Niños: Permitan que los más pequeños lleven el crucifijo, pasen las cuentas o recen una parte. Hay rosarios especiales para niños. Adapten la meditación de los misterios con explicaciones sencillas y atractivas.
  • No se Desanimen: Habrá días en que la oración será profunda y otros en que las distracciones abundarán. No pasa nada. Ofrezcan ese esfuerzo a Dios y a la Virgen. Lo que cuenta es el deseo de perseverar.
  • El Rosario Viviente: Consideren que cada miembro de la familia rece un misterio o una decena, turnándose en las intenciones. Esto fomenta la participación activa.

Legado de nuestro fundador: “Que todas las familias recen el rosario diariamente”

Familias que Rezan, Familias que Aman

En el Movimiento Familiar Cristiano Paraguay, hemos sido testigos de innumerables testimonios de matrimonios y familias que han experimentado una profunda transformación gracias a la devoción del Rosario. Hemos visto cómo la oración compartida ha sanado heridas, ha traído consuelo en tiempos de prueba y ha encendido un amor más profundo por Jesús y por la Iglesia.

El Rosario no es solo una plegaria para el individuo, sino una oración por excelencia para la “Iglesia doméstica”. Cuando una familia reza el Rosario, se convierte en un faro de luz para su comunidad, dando testimonio de una fe viva y operante.


Queridos esposos y padres, los invitamos con el corazón en la mano a retomar o iniciar la hermosa tradición de rezar el Santo Rosario en sus hogares. Permitan que la Santísima Virgen María, Madre y Reina de la Familia, los tome de la mano y los guíe hacia Jesús. En cada Avemaría, en cada misterio meditado, encontrarán la fuerza, la gracia y la esperanza para vivir su vocación matrimonial y familiar con alegría y fidelidad. ¡Que el Rosario sea el hilo de oro que una sus corazones y los de sus hijos, sosteniendo y elevando su amor hasta el Cielo!


“Más valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo. Si uno cae, el otro lo levanta. ¡Pero ay del que cae estando solo, pues no tiene quien lo levante!”

Eclesiastés 4, 9-10

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Un Legado de Fe: ¿Por qué celebramos el Día Latinoamericano del MFC?

Cada primer domingo de octubre, los corazones de miles de familias emefecistas en toda América Latina laten con un mismo sentir, unidos en oración y gratitud. Pero, ¿alguna vez nos hemos detenido a pensar por qué celebramos nuestro día en esta fecha específica? No es una casualidad, sino un hermoso y profundo tributo a las raíces de nuestro movimiento, oficializado con un claro propósito misionero.

Un Homenaje a Nuestro Fundador, el Padre Pedro Richards

La elección del primer domingo de octubre como el Día del Movimiento Familiar Cristiano en América Latina está íntimamente ligada a la figura de nuestro fundador, el Siervo de Dios, el Padre Pedro Richards. Fue él quien, inspirado por el Espíritu Santo, encendió la llama de este movimiento que hoy ilumina a tantos hogares.

La inspiración para la fecha surge por su cercanía al aniversario de su Pascua, es decir, de su partida a la Casa del Padre, ocurrida el 29 de septiembre de 1956. Años más tarde, esta devoción se formalizó. Fue en la XI Asamblea General Latinoamericana (AGLA) de 1982, en Lima, Perú, donde, buscando una mayor coherencia entre lo que pensamos y lo que hacemos (nuestros campos de acción), se declaró oficialmente que el Primer Domingo de Octubre sería nuestra fecha de celebración continental.

De esta manera, celebrar nuestro día no solo es una forma de honrar la memoria del Padre Richards, sino también de reafirmar nuestro compromiso de llevar su carisma a la acción, agradeciendo a Dios por su vida y recordando permanentemente el legado que nos confió: hacer de cada familia una verdadera “Iglesia Doméstica”.

Más que una Fecha, un Compromiso Renovado

Celebrar este día no es solo mirar al pasado con gratitud, sino sobre todo, mirar al futuro con esperanza y un compromiso renovado. Es una oportunidad para:

  • Recordar nuestra Misión: Reafirmar nuestro llamado a ser fermento en la sociedad, promoviendo los valores del Evangelio en nuestros hogares, trabajos y comunidades.
  • Fortalecer la Unidad: Sentirnos parte de una inmensa familia que trasciende fronteras. Desde México hasta Argentina, miles de matrimonios compartimos el mismo ideal y nos sostenemos mutuamente en la oración.
  • Agradecer el Don del MFC: Dar gracias a Dios por el regalo de este movimiento, que nos ha brindado herramientas, formación y, sobre todo, una comunidad de hermanos con quienes caminar en la fe.

Una Invitación para Ñande Familia MFC Paraguay

Para nosotros, en el corazón de América del Sur, esta celebración tiene un eco especial. Nos invita a mirar a nuestras familias paraguayas y a preguntarnos: ¿cómo estamos viviendo hoy el sueño del Padre Richards? ¿Estamos siendo luz en medio de los desafíos actuales? Que esta jornada nos impulse a vivir con más alegría nuestro sacramento y a ser testigos valientes del amor de Cristo en nuestra querida tierra guaraní.


Un Llamado a Servir

El primer domingo de octubre es un eco del “sí” valiente del Padre Pedro Richards y del “sí” que cada uno de nosotros ha dado al Señor a través del MFC. Que al celebrar este día, renovemos con gozo nuestra promesa, tal como nos enseña la Escritura, y hagamos de nuestros hogares un altar donde el Señor sea siempre el centro.

“Pero yo y mi familia serviremos al Señor.” (Josué 24, 15)

Himno Latinoamericano del Movimiento Familiar Cristiano

Música y Letra Yolanda Sarmiento de Jurado Bucaramanga, Colombia

Con entusiasmo alegre y generoso emefecistas venimos a cantar, Ilevando siempre en mente a la familia por la que todos debemos luchar, buscando siempre nobles ideales como la familia de Nazaret con sus virtudes de fe y esperanza también justicia y solidaridad, con la certeza de que en un mañana lo que Dios quiere sea una realidad.

En las orillas del Río de la Plata se promovió el apostolado familiar y fue naciendo un gran Movimiento defendiendo a la familia universal y como un cóndor extendió sus alas llegando pronto al país del Uruguay, allí iniciaron con mucho carisma el Padre Richard, los Sonería y Gallinal también los Gelsi los acompañaron y fue creciendo más la vida espiritual.

Comprometidos vamos en equipos fomentando en familia la amistad, nuestros hijos caminan con nosotros en juveniles como algo especial, las convivencias se tornan alegres y no olvidamos el Encuentro Conyugal se va asistiendo a todas las familias está presente el Asesor espiritual, el Movimiento Familiar Cristiano ofrece a todos una justa sociedad.

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Un Fin de Semana de Amor y Servicio: El Corazón del MFC Paraguay en Acción

Cuando el amor se pone en acción, se convierte en servicio. Y cuando el servicio se vive en familia, se transforma en un testimonio vivo de la fe. Este fue el espíritu que se respiró en el Movimiento Familiar Cristiano Paraguay el pasado fin de semana del 20 y 21 de septiembre, una fecha que quedará grabada en el corazón de muchos matrimonios y familias que participaron en distintas actividades de formación, encuentro y servicio en diferentes puntos de nuestro país.

Desde el fortalecimiento de la unión conyugal en Villeta hasta el trabajo silencioso y visionario en Ciudad del Este, cada evento fue un claro reflejo del carisma y la misión que nos convoca: ser instrumentos de Dios para edificar familias santas. Con el corazón lleno de gratitud, queremos compartirles la alegría de lo vivido y el profundo valor de la entrega de cada matrimonio, ya sea participando o sirviendo, en esta hermosa misión.

Fortaleciendo la Unión Joven: Un Segundo Momento de Gracia en Villeta

El amor, como la fe, necesita ser cultivado y nutrido constantemente. Con esta convicción, la Casa de Retiro San Gaspar-La Barca en Villeta se convirtió en un verdadero santuario para el Segundo Momento de Matrimonio Joven, que reunió a bases tan dinámicas como la de San Antonio de Padua y San Lorenzo. Fue una experiencia inolvidable, una pausa en la rutina para que los jóvenes matrimonios tuvieran la oportunidad de invertir en lo más preciado: su relación.

Ver a estas parejas dedicando su tiempo para crecer en la fe y fortalecer los cimientos de su hogar fue un espectáculo de esperanza. Era palpable la alegría, la ilusión y el deseo sincero de construir un matrimonio sólido, con Cristo en el centro. Este tipo de encuentros no son solo eventos; son momentos de gracia en los que el Señor se hace presente de una manera especial, renovando los corazones y los votos matrimoniales de una forma silenciosa, pero poderosa.

Pero la belleza de este encuentro se magnificó por el generoso testimonio de los matrimonios servidores. Ellos, con un desprendimiento que conmueve, dejaron sus hogares, a sus hijos y responsabilidades personales para entregarse por completo a sus hermanos. Su servicio fue un reflejo del amor de Cristo, un amor que no se encierra, sino que se derrama. En cada detalle, en cada gesto de acogida, en cada palabra de aliento, se podía ver el rostro de Jesús. Nos enseñan que el servicio no es una carga, sino un privilegio y el camino más directo para encontrar la verdadera felicidad y construir el Reino de Dios en la tierra, empezando por nuestras propias familias.

Es un recordatorio de la Palabra de Dios: “Porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10, 45). La entrega desinteresada no solo beneficia a quienes la reciben, sino que transforma a quienes la dan. Es en el acto de servir donde se purifica el corazón y se encuentra el verdadero sentido de la vocación cristiana.

Construyendo Juntos un Legado de Servicio en Ciudad del Este

Mientras el amor conyugal se fortalecía en Villeta, en el otro extremo del país, en la Casa de Retiro Padre Pedro Richards de la Diócesis de Ciudad del Este, un grupo de matrimonios servidores estaba dedicado a una labor de vital importancia para el futuro del MFC. La Comisión de Estudio de Manuales de Procedimiento de los Departamentos y la Escuela del MFC Paraguay se reunió para un encuentro de trabajo que, en realidad, fue un verdadero encuentro de amor y dedicación.

A primera vista, podría parecer una tarea árida y burocrática, pero para estos matrimonios, era un acto de profundo servicio. Están construyendo algo más que manuales; están edificando un legado de claridad, eficiencia y unidad que beneficiará a todas las futuras generaciones de nuestro Movimiento. Su labor incansable no solo busca optimizar nuestra misión, sino que también garantiza que la entrega de cada matrimonio servidor sea más fructífera y ordenada.

Esta es la belleza del servicio en el MFC: cada tarea, por pequeña o técnica que parezca, está llena de significado. Es la entrega de tiempo, de experiencia y de corazón para edificar la casa común, para que la labor de todos sea más fácil y efectiva. Es un testimonio de lo que significa vivir la fe en comunidad, poniendo cada don y cada talento al servicio de los demás. Con su generosidad, estos matrimonios se han convertido en el motor que impulsa al MFC, con un espíritu de entrega total que refleja la multiforme gracia de Dios.

Como nos recuerda la Escritura: “Cada uno ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4, 10). Agradecemos a cada miembro de esta comisión por su generosidad, que es un verdadero testimonio del amor por nuestro Movimiento y un faro para las familias paraguayas.

Un Reencuentro Profundo: Renovando la Promesa en San Antonio de Padua

El fin de semana de la gracia no estaría completo sin el emotivo Reencuentro Profundo que vivió la Base San Antonio de Padua en la misma Casa de Retiro San Gaspar. Once matrimonios en total, diez de Matrimonio Tradicional y uno de Matrimonio Joven, se dieron cita para renovar sus promesas, fortalecer sus lazos de amor y, sobre todo, reafirmar su compromiso con el Señor.

Fue un tiempo de gracia, un espacio para reconectar con lo esencial, para recordar que el amor conyugal es un reflejo del amor de Dios y que el sacramento del matrimonio es un camino de santidad. La atmósfera estaba cargada de bendición, de testimonios de vida y de un profundo deseo de seguir creciendo juntos, tanto en pareja como en comunidad.

Queremos extender nuestra más profunda gratitud a cada uno de los matrimonios que asistieron. Su presencia y apertura de corazón hicieron posible este tiempo de gracia. Y, de manera muy especial, honramos a los matrimonios servidores. Ustedes, que con generosidad inmensa dejaron sus hogares y sacrificaron su tiempo de descanso para entregarse a sus hermanos, son un testimonio vivo del amor de Cristo.

“Que cada uno ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” 1 Pedro 4, 10

La cita de 1 Pedro 4, 10 resuena fuertemente en este contexto, ya que nos invita a reconocer que cada uno de nosotros ha recibido un don de Dios, y que el propósito de ese don es servir a los demás. El servicio desinteresado de estos matrimonios es un reflejo de esa gracia divina, un ejemplo de cómo la entrega nos acerca más a Dios y a nuestros hermanos, y de cómo el MFC es, en realidad, una gran familia construida sobre los cimientos de la fe, el servicio y el amor mutuo.

Continuemos Caminando Juntos

Este fin de semana ha sido un claro recordatorio de que el Movimiento Familiar Cristiano no es una simple organización, sino una comunidad viva y vibrante, unida por el propósito común de edificar matrimonios y familias fuertes en la fe. Cada encuentro, cada taller, cada reunión de servicio, es un ladrillo más en la construcción de este legado de amor y entrega.

Agradecemos a todos los matrimonios, tanto a los que participaron como a los que sirvieron, por su entrega total y por su amor. Sigamos caminando juntos en esta hermosa misión, porque es en el servicio a los demás donde encontramos la verdadera felicidad y el cumplimiento de nuestra vocación.

“Y no se olviden de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen, porque esos son los sacrificios que agradan a Dios” (Hebreos 13, 16).

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Juntos en el Amor de Dios: El Corazón de la Comunidad de Matrimonios del MFC

En un mundo que a menudo nos invita al individualismo y al aislamiento, ¿qué significa realmente vivir en comunidad? Para los matrimonios y las familias del Movimiento Familiar Cristiano (MFC), la respuesta se encuentra en nuestras Comunidades Familiares de Base. Más que un grupo de personas que se reúne, una comunidad es un reflejo del amor de Dios, un lugar donde la fe se vive, la vida se comparte y el servicio se convierte en un camino de santidad.

Mucho más que reuniones: Una Comunidad de Vida

Nuestra Comunidad Familiar de Base es, ante todo, un espacio de fe y oración. Es donde nos encontramos para reflexionar sobre la Palabra, fortalecer nuestra vida espiritual y rezar unos por otros. Pero no nos detenemos ahí. Como nos dice la Palabra, una fe sin obras está muerta, y en el MFC, la fe nos impulsa a vivir en una comunidad de vida.

Vivir en comunidad no es solo estar juntos; es querernos de verdad. Es esforzarnos por conocer a cada miembro, con sus virtudes y sus fragilidades. Es amar de tal manera que, sin importar lo que pase, el lazo de la caridad nos mantenga unidos. Así como los primeros cristianos, que asombraban a todos, seamos también un testimonio para los que nos rodean.

Servir con Amor: El camino hacia la verdadera comunidad

Para poder compartir la vida de verdad, es necesario abrir el corazón, dejando fuera la maldad y la discordia. Esto implica estar dispuestos a compartir ideas, a dialogar sobre nuestras diferencias con respeto y a realizar la corrección fraterna desde la caridad. Compartir la vida es abrirnos a la reconciliación después de un desencuentro, es poner en común lo que somos y lo que tenemos, sin miedo a mostrarnos vulnerables.

Cuando nos atrevemos a compartir nuestros sentimientos, nuestras alegrías y tristezas, nuestros proyectos y nuestras dudas, construimos una verdadera solidaridad. Es un camino para superar el individualismo, ese “sálvese quien pueda” que el mundo nos ofrece, y construir juntos el Reino de Dios. Servir con amor en la comunidad no es una carga, sino una vocación que nos transforma y nos acerca más a Cristo. Es en el servicio humilde y desinteresado donde encontramos la verdadera felicidad.

Dios nos llama a servir:

  • Gálatas 5, 13 “Hermanos, ustedes han sido llamados a la libertad. Pero no usen esta libertad como pretexto para la carne; al contrario, sírvanse los unos a los otros por medio del amor.”
  • 1 Pedro 4, 10 “Que cada uno ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.”
  • Filipenses 2, 3-4 “Nada hagan por rivalidad ni por vanagloria, sino con humildad, considerando a los demás como superiores a ustedes mismos. No busquen solamente su propio interés, sino también el de los demás.”

Construyendo el Reino de Dios

Aunque el camino de las Comunidades Familiares de Base puede tener sus desafíos, cada paso que damos es un testimonio vivo. Nos convertimos en un nuevo rostro de la Iglesia, una Iglesia que se hace presente en la vida cotidiana de las familias. Este modelo de vida nos impulsa a ir más allá de nuestras comunidades para transformar la sociedad.

Vivir la justicia, el amor y la solidaridad en acciones concretas no es un ideal lejano, sino una realidad que se construye día a día en cada hogar del MFC. Cada encuentro, cada retiro y cada servicio es una acción que colabora en la edificación del Reino. Sigamos construyendo juntos, con esperanza y el corazón puesto en Dios, una sociedad más justa y más humana.

Conclusión

El camino de nuestra Comunidad Familiar de Base es un llamado a la santidad a través de la vida compartida y el servicio. Al abrirnos unos a otros con amor y humildad, superamos el individualismo y nos convertimos en un testimonio de la presencia de Cristo en el mundo. Sigamos sirviéndonos mutuamente con alegría, sabiendo que en cada acto de amor, construimos el Reino de Dios en nuestros hogares y en nuestra querida patria, Paraguay.

“Porque el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.” (Marcos 10:45)

SUSUSU 6.3.3.