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Origen del MFC Paraguay: La Historia de Monseñor Maricevich y el Matrimonio Cristiano

Cada gran obra de fe tiene un origen humilde y un corazón visionario que la impulsa. En Paraguay, la historia del Movimiento Familiar Cristiano (MFC) es inseparable de la figura de Monseñor Aníbal Maricevich Fleitas, un pastor que comprendió, con profunda sabiduría, que la solidez de la Iglesia y la nación paraguaya se edificaba en el único cimiento capaz de resistir las tormentas: la familia. Acompáñenos a recorrer los pasos de este pionero, cuya fe incansable plantó en la tierra guaraní las semillas de un movimiento que, desde 1959, ha formado a miles de matrimonios para vivir su vocación con santidad, alegría y compromiso.

Nació el 16 de diciembre de 1917 en el pueblo de Ypacarai, fruto del matrimonio de Don Rafael Maricevich y Patricia Fleitas. Ingresó en el Seminario Metropolitano en el año 1932 y logró culm

El Matrimonio como Vocación y el Corazón de un Pastor

Monseñor Aníbal Maricevich Fleitas (1917–1996) no fue solo una figura de la jerarquía eclesiástica; fue un auténtico pastor que olió a oveja y se sumergió en las realidades más profundas y, a veces, más dolorosas de su pueblo. Antes de ser el segundo Obispo de Concepción, su celo pastoral ya estaba puesto en la unidad fundamental: el hogar.

En las décadas de 1950, Paraguay, como muchas naciones, enfrentaba retos sociales y económicos que impactaban directamente la estabilidad familiar. Monseñor Maricevich, con su sensibilidad de pastor, percibió que no bastaba con la catequesis sacramental; la familia necesitaba una espiritualidad, una metodología y una comunidad que la sostuviera en el día a día. Comprendió, mucho antes de que se popularizara el concepto, que el matrimonio cristiano es la primera y más vital “Iglesia Doméstica”.

Esta visión estaba firmemente anclada en la doctrina de la Iglesia, que nos enseña que el sacramento del matrimonio no es un mero contrato social, sino un pacto de amor indisoluble, imagen de la unión de Cristo con su Iglesia. Para Monseñor Maricevich, fortalecer ese pacto era una misión urgente.

La Batalla de la Fe y la Justicia Social

Es fundamental entender la faceta de Monseñor Maricevich como luchador incansable por la justicia social. Su valentía al denunciar abusos de poder y su defensa de los campesinos del norte del país no eran ajenas a su preocupación familiar. Un hogar en la miseria o bajo la opresión es un hogar que sufre y se debilita. Al luchar por la dignidad humana, luchaba por el ambiente en el que los hijos crecen y la santidad conyugal florece.

El MFC, por su parte, nació con una vocación no solo de piedad, sino de acción, instando a los matrimonios a ser fermento en el mundo. Esta doble vertiente —la formación espiritual y el compromiso social— fue la impronta que Monseñor Maricevich grabó en el MFC Paraguay desde sus inicios. Él nos recuerda que la fe que se vive en el hogar debe desbordarse hacia la comunidad.

Montevideo 1959: El Viaje que Cambió la Historia Familiar

El Movimiento Familiar Cristiano ya había nacido en América Latina en 1948, en Argentina, bajo la guía del Padre Pedro Richard. Monseñor Maricevich, al enterarse de la existencia y los frutos de este movimiento, no dudó en actuar con prontitud y audacia.

A finales de 1959, tomó una decisión trascendental: viajar a Montevideo, Uruguay, donde el movimiento ya estaba consolidado, para absorber el carisma, la mística y, crucialmente, la metodología de trabajo. Este viaje no fue un simple desplazamiento administrativo; fue una peregrinación de fe y esperanza.

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Lo más significativo es que Monseñor Maricevich no viajó solo. Llevó consigo a dos matrimonios pioneros. Este gesto es un testimonio vivo del espíritu del MFC: es un movimiento de laicos, para laicos, con la asistencia del sacerdote, pero con el liderazgo y la responsabilidad activa de los cónyuges. Él entendió que la evangelización de la familia solo puede ser eficaz si la llevan a cabo otras familias.

El Despertar del Laicado Comprometido

El hecho de que el obispo confiara en la capacidad de esos matrimonios para asimilar y replicar el modelo en su patria refleja una profunda fe en el apostolado laical, un principio que el Concilio Vaticano II reafirmaría años después. Esos matrimonios, cuyos nombres son guardados con gratitud en la memoria del MFC, regresaron no solo con manuales o documentos, sino con la llama viva del carisma.

Este carisma es simple, pero revolucionario: vivir la fe en comunidad, compartiendo la propia vida matrimonial y buscando, juntos, la santidad. Es la convicción de que nadie puede salvarse solo y que la gracia se multiplica en la vida compartida.

13 de Diciembre de 1959: Nace una Promesa en Paraguay

Tras el inspirador viaje, la semilla germinó rápidamente. El 13 de diciembre de 1959 se consolida oficialmente la fundación del Movimiento Familiar Cristiano en Paraguay. Esta fecha, que anualmente se celebra como el aniversario nacional del MFC, marca el inicio de una historia de gracia y servicio.

El nacimiento del MFC no fue un evento masivo o mediático; fue un acto de fe profundo y discreto, que comenzó en la intimidad de los primeros hogares que abrieron sus puertas para reunirse. Se comenzó a replicar la experiencia de los “pequeños grupos” o “Células Básicas”, un espacio donde el matrimonio se desnuda espiritualmente ante otros matrimonios, en un clima de confianza y caridad.

La Metodología de la Conversión Constante: Ver, Juzgar y Actuar

La médula espinal de la formación en el MFC, traída por Monseñor Maricevich, es la metodología del Ver, Juzgar y Actuar. Esta es la herramienta práctica que permite a la fe salir del plano teórico y arraigarse en la cotidianidad:

  1. Ver: Implica la honestidad brutal de mirar la propia realidad conyugal y familiar, sin edulcorantes ni justificaciones. ¿Qué está pasando en nuestra casa? ¿Cómo nos comunicamos? ¿Qué retos enfrentan nuestros hijos?
  2. Juzgar: Es el momento de iluminar esa realidad con la luz del Evangelio y el Magisterio de la Iglesia. ¿Qué nos dice la Palabra de Dios sobre el conflicto que vemos? ¿Qué nos enseña la Doctrina Social de la Iglesia sobre nuestra economía doméstica? Aquí es donde la fe se convierte en criterio de vida.
  3. Actuar: Finalmente, la conversión se traduce en un compromiso concreto. Es la decisión de hacer algo diferente, de dar un paso en la fe, de mejorar la comunicación, de iniciar una oración en común o de servir a un vecino necesitado. Sin Actuar, la fe queda estéril.

Monseñor Maricevich entendió que esta disciplina de Ver, Juzgar y Actuar era la única manera de asegurar que el MFC no fuera un club social, sino una escuela de santidad práctica.

Los Cuatro Pilares del Carisma del MFC

El carisma implantado por Monseñor Maricevich en el MFC Paraguay se sostiene sobre cuatro pilares innegociables que han sido el foco de su formación durante más de seis décadas:

1. Vida Espiritual y Matrimonio Sacramento

El MFC insiste en que el amor conyugal no es autosuficiente. Necesita de la Gracia. Por ello, impulsa la oración diaria, la lectura de la Palabra (el Diálogo con Dios), y la vida sacramental frecuente (Eucaristía y Reconciliación). El matrimonio debe redescubrir que es un sacramento vivo, y que su amor es, en sí mismo, un signo eficaz de la presencia de Cristo. Se busca transformar la casa en un verdadero santuario.

2. Diálogo Conyugal Sincero y Profundo

El diálogo es el oxígeno de la pareja. En el MFC, se promueven técnicas y tiempos específicos para el Diálogo Conyugal (el Diálogo de Pareja), donde los esposos se miran a los ojos no solo para hablar de las cuentas o los hijos, sino para compartir sus luchas, sus sueños y, sobre todo, su vida interior. Este diálogo es la herramienta por excelencia para desterrar el miedo, el resentimiento y el distanciamiento emocional. Es un diálogo que salva matrimonios.

3. Educación de los Hijos en la Fe y los Valores

Los padres son los primeros y principales educadores de sus hijos. Monseñor Maricevich sabía que si el matrimonio era fuerte, los hijos crecerían con cimientos firmes. El MFC ofrece herramientas para la Educación de los Hijos, no solo en conocimientos, sino en virtudes, disciplina del amor y el testimonio de una vida de fe coherente. En un mundo que confunde y fragmenta, el MFC capacita a los padres para ser la brújula moral y espiritual de su prole.

4. Servicio y Compromiso Comunitario

Finalmente, el MFC no es un movimiento introspectivo. Llama a los matrimonios a ser Fermento en la Comunidad, a vivir la caridad. Esto se traduce en servicio dentro de la Iglesia (en la parroquia, en la diócesis) y en servicio a la sociedad, especialmente a las familias más necesitadas. La vida en las Células y los Encuentros de Matrimonios les da la fuerza para salir y ser apóstoles, llevando esperanza al prójimo paraguayo.

Un Legado Vencedor y la Perenne Misión

Monseñor Aníbal Maricevich Fleitas, fallecido el 2 de agosto de 1996, nos dejó un testamento espiritual que se sigue escribiendo día a día en la vida de los matrimonios del MFC. Su compromiso no solo fue histórico, sino profético. Al establecer el MFC en 1959, preparó a la Iglesia de Paraguay para acoger y vivir el espíritu renovador del Concilio Vaticano II y las grandes encíclicas pontificias sobre la familia.

El hecho de que el MFC Paraguay haya celebrado con júbilo sus 65 años de existencia en 2024 es el mejor testimonio de que aquella chispa prendida por Monseñor Maricevich en compañía de los dos matrimonios pioneros no se ha apagado. Por el contrario, es una llama que arde con más fuerza, iluminando miles de hogares en todo el territorio nacional, desde la capital hasta los rincones más lejanos.

El MFC es un árbol frondoso de familias que rezan, dialogan, sirven y se aman, demostrando que la fe no es una reliquia del pasado, sino la fuerza más potente para construir el futuro. Su legado es un llamado constante a la perseverancia en el amor y la esperanza en Ñandejára (Nuestro Señor).

Conclusión y Llamado a la Acción

Monseñor Aníbal Maricevich Fleitas nos legó una herramienta formidable: el Movimiento Familiar Cristiano. Él nos enseñó que la solución a los grandes problemas de la sociedad comienza en la pequeña Iglesia que es el hogar.

Si usted es un matrimonio que busca profundizar en su fe, encontrar herramientas prácticas para vivir su vocación y, sobre todo, caminar en comunidad con otros cónyuges que comparten su mismo ideal, el MFC le extiende sus brazos. No están solos en la hermosa y desafiante aventura de la vida matrimonial y la educación de los hijos. Honrar la memoria de Monseñor Maricevich es vivir activamente el carisma que él nos trajo. ¡El MFC lo espera para seguir escribiendo esta historia de amor y servicio!

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El Matrimonio, Una Misión Divina: Amor, Servicio y Vida en la Gracia

El matrimonio no es un simple contrato social ni la culminación de un enamoramiento pasajero. Para nosotros, matrimonios que caminamos en la fe y en el Movimiento Familiar Cristiano (MFC), es una Vocación Divina y, por lo tanto, una Misión. Es el llamado de Dios a dos personas a convertirse en una sola carne para ser, juntos, un signo visible del amor de Cristo por su Iglesia.

La gracia del Sacramento del Matrimonio no es solo para el día de la boda; es una fuerza constante que nos capacita para cumplir la misión encomendada.

1. El Fundamento de la Misión: El Sí Sacramental

El “sí” que nos dimos ante el altar fue mucho más que una promesa: fue un Pacto de Alianza sellado con la gracia de Dios. Esta Alianza establece tres pilares fundamentales que definen nuestra misión:

A. La Donación Total e Irrevocable

Nuestra misión principal comienza en la mutua santificación. El esposo tiene la misión de llevar a su esposa al Cielo, y la esposa tiene la misión de llevar a su esposo al Cielo. Esto exige una entrega total:

  • Fidelidad y Exclusividad: Mantener el corazón puro y reservado, viviendo la castidad conyugal como expresión del amor verdadero.
  • Perdón Constante: Reconocer que somos frágiles y necesitamos la Misericordia. La misión se vive en el diálogo y en el perdón renovado cada día.
  • Servicio Desinteresado: Dejar de preguntarse: “¿Qué me da mi cónyuge?” para empezar a preguntarse: “¿Qué necesita mi cónyuge de mí para ser más feliz y acercarse más a Dios?”

El esposo debe amar a su esposa como Cristo amó a la Iglesia (Efesios 5, 25). Esta es la vara de medir para el amor conyugal.

2. La Misión Interna: La Iglesia Doméstica

El hogar es el primer campo de batalla y el primer campo de apostolado. La misión más inmediata es construir la “Iglesia Doméstica” para el mundo:

B. Misión de Amor Fecundo: Transmitir la Vida

El amor conyugal está intrínsecamente abierto a la vida. La misión de los esposos se extiende a ser cooperadores de Dios Creador al acoger y educar a los hijos que Él quiera enviarles.

  • Paternidad y Maternidad Responsable: Ejercer un discernimiento profundo, generoso y prudente, siempre en diálogo con Dios, sobre el número de hijos.
  • Primeros Educadores de la Fe: La misión más trascendental es la formación de los hijos. Somos los primeros catequistas de nuestros hijos, transmitiéndoles no solo doctrinas, sino el ejemplo vivo de la fe, la oración y el servicio. La fe se aprende por ósmosis, viendo a papá y mamá rezar, perdonarse y servir.

C. El Diálogo: El Alimento de la Misión

En el MFC entendemos que el diálogo no es solo hablar de cosas prácticas (cuentas, horarios), sino compartir sentimientos, proyectos y la vida de fe.

  • Regla de Oro: Dedicar tiempo exclusivo para el diálogo en pareja, sin interrupciones, para que el amor no se marchite y la misión no se desvíe.
  • Oración en Común: Un matrimonio que reza junto permanece unido y fortalecido para el servicio. La oración en pareja es el motor de la misión.

3. La Misión Externa: El Apostolado en el Mundo

Una vez que el hogar es un testimonio de amor y paz, la misión se desborda hacia fuera, en sintonía con el carisma del MFC.

D. Testimonio y Evangelización

El testimonio del amor conyugal es la forma más poderosa de evangelización en el mundo de hoy. El mundo necesita ver que es posible amarse para siempre con alegría y esperanza.

  • Servicio a Otros Matrimonios: Como miembros activos del MFC, somos llamados a compartir los dones que hemos recibido. Esto se concreta en:
    • Acoger y acompañar a otras parejas en su camino.
    • Vivir el Método de Vida del Movimiento (Diálogo, Oración, Estudio, Servicio).
    • Ser luz en nuestras comunidades, parroquias, y vecindarios.

E. Compromiso Social

La familia, célula vital de la sociedad, tiene la misión de ser sal y luz. Esto implica un compromiso activo en la defensa de los valores humanos y cristianos:

  • Defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural.
  • Promover el valor del matrimonio y la familia en los espacios públicos.
  • Trabajar por la justicia y la caridad en nuestro entorno.

Renovando Nuestra Entrega

La misión del esposo y la esposa es un desafío hermoso, grande y a veces difícil. Pero nunca la recorremos solos. Contamos con la gracia del sacramento y el apoyo de nuestra comunidad en el MFC.

La misión es clara: Ser Santos y Hacer Santos.

  • ¿Cómo estamos dedicando tiempo al diálogo y a la oración en pareja esta semana?
  • ¿Estamos siendo testimonio vivo de la alegría de ser católicos en nuestro hogar y en nuestro entorno?

Avancemos con coraje, de la mano de María, modelo de esposa y madre misionera.

¡Adelante, Familias en Misión!

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Un Fin de Semana de Amor y Servicio: El Corazón del MFC Paraguay en Acción

Cuando el amor se pone en acción, se convierte en servicio. Y cuando el servicio se vive en familia, se transforma en un testimonio vivo de la fe. Este fue el espíritu que se respiró en el Movimiento Familiar Cristiano Paraguay el pasado fin de semana del 20 y 21 de septiembre, una fecha que quedará grabada en el corazón de muchos matrimonios y familias que participaron en distintas actividades de formación, encuentro y servicio en diferentes puntos de nuestro país.

Desde el fortalecimiento de la unión conyugal en Villeta hasta el trabajo silencioso y visionario en Ciudad del Este, cada evento fue un claro reflejo del carisma y la misión que nos convoca: ser instrumentos de Dios para edificar familias santas. Con el corazón lleno de gratitud, queremos compartirles la alegría de lo vivido y el profundo valor de la entrega de cada matrimonio, ya sea participando o sirviendo, en esta hermosa misión.

Fortaleciendo la Unión Joven: Un Segundo Momento de Gracia en Villeta

El amor, como la fe, necesita ser cultivado y nutrido constantemente. Con esta convicción, la Casa de Retiro San Gaspar-La Barca en Villeta se convirtió en un verdadero santuario para el Segundo Momento de Matrimonio Joven, que reunió a bases tan dinámicas como la de San Antonio de Padua y San Lorenzo. Fue una experiencia inolvidable, una pausa en la rutina para que los jóvenes matrimonios tuvieran la oportunidad de invertir en lo más preciado: su relación.

Ver a estas parejas dedicando su tiempo para crecer en la fe y fortalecer los cimientos de su hogar fue un espectáculo de esperanza. Era palpable la alegría, la ilusión y el deseo sincero de construir un matrimonio sólido, con Cristo en el centro. Este tipo de encuentros no son solo eventos; son momentos de gracia en los que el Señor se hace presente de una manera especial, renovando los corazones y los votos matrimoniales de una forma silenciosa, pero poderosa.

Pero la belleza de este encuentro se magnificó por el generoso testimonio de los matrimonios servidores. Ellos, con un desprendimiento que conmueve, dejaron sus hogares, a sus hijos y responsabilidades personales para entregarse por completo a sus hermanos. Su servicio fue un reflejo del amor de Cristo, un amor que no se encierra, sino que se derrama. En cada detalle, en cada gesto de acogida, en cada palabra de aliento, se podía ver el rostro de Jesús. Nos enseñan que el servicio no es una carga, sino un privilegio y el camino más directo para encontrar la verdadera felicidad y construir el Reino de Dios en la tierra, empezando por nuestras propias familias.

Es un recordatorio de la Palabra de Dios: “Porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10, 45). La entrega desinteresada no solo beneficia a quienes la reciben, sino que transforma a quienes la dan. Es en el acto de servir donde se purifica el corazón y se encuentra el verdadero sentido de la vocación cristiana.

Construyendo Juntos un Legado de Servicio en Ciudad del Este

Mientras el amor conyugal se fortalecía en Villeta, en el otro extremo del país, en la Casa de Retiro Padre Pedro Richards de la Diócesis de Ciudad del Este, un grupo de matrimonios servidores estaba dedicado a una labor de vital importancia para el futuro del MFC. La Comisión de Estudio de Manuales de Procedimiento de los Departamentos y la Escuela del MFC Paraguay se reunió para un encuentro de trabajo que, en realidad, fue un verdadero encuentro de amor y dedicación.

A primera vista, podría parecer una tarea árida y burocrática, pero para estos matrimonios, era un acto de profundo servicio. Están construyendo algo más que manuales; están edificando un legado de claridad, eficiencia y unidad que beneficiará a todas las futuras generaciones de nuestro Movimiento. Su labor incansable no solo busca optimizar nuestra misión, sino que también garantiza que la entrega de cada matrimonio servidor sea más fructífera y ordenada.

Esta es la belleza del servicio en el MFC: cada tarea, por pequeña o técnica que parezca, está llena de significado. Es la entrega de tiempo, de experiencia y de corazón para edificar la casa común, para que la labor de todos sea más fácil y efectiva. Es un testimonio de lo que significa vivir la fe en comunidad, poniendo cada don y cada talento al servicio de los demás. Con su generosidad, estos matrimonios se han convertido en el motor que impulsa al MFC, con un espíritu de entrega total que refleja la multiforme gracia de Dios.

Como nos recuerda la Escritura: “Cada uno ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4, 10). Agradecemos a cada miembro de esta comisión por su generosidad, que es un verdadero testimonio del amor por nuestro Movimiento y un faro para las familias paraguayas.

Un Reencuentro Profundo: Renovando la Promesa en San Antonio de Padua

El fin de semana de la gracia no estaría completo sin el emotivo Reencuentro Profundo que vivió la Base San Antonio de Padua en la misma Casa de Retiro San Gaspar. Once matrimonios en total, diez de Matrimonio Tradicional y uno de Matrimonio Joven, se dieron cita para renovar sus promesas, fortalecer sus lazos de amor y, sobre todo, reafirmar su compromiso con el Señor.

Fue un tiempo de gracia, un espacio para reconectar con lo esencial, para recordar que el amor conyugal es un reflejo del amor de Dios y que el sacramento del matrimonio es un camino de santidad. La atmósfera estaba cargada de bendición, de testimonios de vida y de un profundo deseo de seguir creciendo juntos, tanto en pareja como en comunidad.

Queremos extender nuestra más profunda gratitud a cada uno de los matrimonios que asistieron. Su presencia y apertura de corazón hicieron posible este tiempo de gracia. Y, de manera muy especial, honramos a los matrimonios servidores. Ustedes, que con generosidad inmensa dejaron sus hogares y sacrificaron su tiempo de descanso para entregarse a sus hermanos, son un testimonio vivo del amor de Cristo.

“Que cada uno ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” 1 Pedro 4, 10

La cita de 1 Pedro 4, 10 resuena fuertemente en este contexto, ya que nos invita a reconocer que cada uno de nosotros ha recibido un don de Dios, y que el propósito de ese don es servir a los demás. El servicio desinteresado de estos matrimonios es un reflejo de esa gracia divina, un ejemplo de cómo la entrega nos acerca más a Dios y a nuestros hermanos, y de cómo el MFC es, en realidad, una gran familia construida sobre los cimientos de la fe, el servicio y el amor mutuo.

Continuemos Caminando Juntos

Este fin de semana ha sido un claro recordatorio de que el Movimiento Familiar Cristiano no es una simple organización, sino una comunidad viva y vibrante, unida por el propósito común de edificar matrimonios y familias fuertes en la fe. Cada encuentro, cada taller, cada reunión de servicio, es un ladrillo más en la construcción de este legado de amor y entrega.

Agradecemos a todos los matrimonios, tanto a los que participaron como a los que sirvieron, por su entrega total y por su amor. Sigamos caminando juntos en esta hermosa misión, porque es en el servicio a los demás donde encontramos la verdadera felicidad y el cumplimiento de nuestra vocación.

“Y no se olviden de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen, porque esos son los sacrificios que agradan a Dios” (Hebreos 13, 16).

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Servir con el corazón: La vocación de amor del promotor

Queridos promotores, en medio de las responsabilidades diarias, de los desafíos familiares y del ritmo de vida acelerado, ustedes han respondido con generosidad a un llamado único: el de acompañar a otros matrimonios en su camino de fe. Su servicio, esa labor incansable y silenciosa, es el motor que mantiene viva la llama del Movimiento Familiar Cristiano. Ustedes son los faros de esperanza que, con su testimonio, guían a otras familias hacia un puerto seguro. Pero hoy, queremos invitarlos a reflexionar sobre el verdadero combustible de esa misión: el amor, que es la fuerza que lo hace todo posible y significativo.

La fuente de nuestro servicio: El amor de Dios

Nuestra capacidad de amar no nace de nosotros mismos, sino que es un regalo que recibimos de la fuente inagotable del amor de Dios. Antes de que podamos dar una palabra de aliento o una mano amiga, el Padre ya nos ha amado primero. Su amor es el que nos sana, nos fortalece y nos da la paciencia para entender a quienes acompañamos. Es el eco de la voz de Dios en cada gesto que hacemos, en cada visita que realizamos.

Cuando su servicio se siente pesado, cuando las puertas parecen cerrarse o las familias que acompañan pasan por crisis, recuerden que no están solos. El Espíritu Santo les ha sido dado para llenar cada gesto y cada palabra con el amor de Cristo, para que lo que hagan no sea una obligación, sino una manifestación viva de la gracia. Servir con amor es permitir que Dios actúe a través de ustedes, siendo un simple instrumento en sus manos, un canal por el que Su paz y Su esperanza puedan fluir hacia los demás. No son ustedes quienes transforman, sino el mismo Cristo que obra a través de su generoso “sí”.

Manos que sirven, corazones que aman

El servicio de un promotor no es solo una lista de tareas: organizar reuniones, hacer llamadas, guiar el Círculo de Estudio. Es un servicio que se realiza con las manos, sí, pero que debe nacer de un corazón que ama. Es un amor que se traduce en:

  • Paciencia: Para esperar el tiempo de cada matrimonio, sin presiones ni juicios. Se manifiesta en la calma con la que escuchan a una pareja que no encuentra las palabras para expresar su dolor, o en la serenidad para retomar el contacto después de un silencio prolongado. Es saber que la obra de Dios tiene su propio ritmo.
  • Escucha atenta: Para comprender las alegrías y los dolores, sin interrupciones. Un corazón que ama escucha de verdad, no solo con los oídos, sino con todo el ser, intentando percibir las necesidades más profundas que a veces las palabras no pueden expresar. Es un bálsamo sanador para el alma que se siente sola o incomprendida.
  • Empatía: Para ponerse en el lugar del otro, recordando que todos tenemos luchas. Un promotor que sirve con amor sabe que el camino de la fe está lleno de tropiezos. En lugar de juzgar, se compadece y se identifica, recordando sus propias caídas y cómo la mano de Dios lo ha levantado.
  • Alegría: La alegría del Evangelio, que es la mejor carta de presentación. Un corazón alegre contagia. Es esa sonrisa sincera al abrir la puerta, el entusiasmo al compartir un pasaje bíblico o la emoción al ver a una familia dando sus primeros pasos en la comunidad. La alegría de Cristo que mora en ustedes se convierte en un imán para los demás.

Cada visita, cada mensaje y cada oración por las familias que acompañan son semillas de esperanza. No se preocupen por ver florecer el jardín de inmediato. Su labor es sembrar con amor, y el Señor se encargará de regar y hacer crecer la fe en los corazones.

“Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.” – Mateo 7,12

La alegría de dar

El servicio en el MFC no nos vacía, sino que nos colma. Al dar amor, nuestro propio matrimonio se fortalece. Al ser testigos del crecimiento de otras familias, nuestra fe se aviva. Los promotores experimentan de primera mano la alegría de ver a Dios obrar milagros en la vida de sus hermanos: un matrimonio que parecía perdido encuentra la reconciliación, un hijo se acerca a la Iglesia, una pareja descubre el poder de la oración. Esta es la más grande de las recompensas, un gozo que va más allá de cualquier reconocimiento humano.

Que el amor de Cristo sea el motor de cada visita, de cada llamada y de cada encuentro. Que la motivación más profunda no sea el cumplimiento de un rol, sino el deseo de ser canal de su amor sanador. Su servicio no solo transforma a otras familias, sino que también santifica la suya propia. Gracias a su generoso “sí”, el MFC se convierte cada día más en una gran familia que camina unida hacia el Padre. ¡Gracias por ser promotores de amor!

“Pongan al servicio de los demás los dones que han recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” – 1 Pedro 4,10

El rol del Promotor en el MFC-Py – REGLAMENTO GENERAL

Artículo 121: Promotor: Es el Matrimonio o Joven designado por el ECBP para coordinar, dirigir y promover un EB, para alcanzar los objetivos de los temas del nivel que se está desarrollando. Es el responsable del correcto desarrollo de la PDF impartidos por el MFC Py. De los Promotores depende en gran medida la buena marcha de toda la membresía y del cumplimiento de los objetivos y delineamientos propuestos para las Bases Parroquiales.

Artículo 122: Las funciones y atribuciones del Promotor, son:

  • Asistir a todas las reuniones del EB que promueve.
  • Dar participación a todos los integrantes del EB en el desarrollo de los temas.
  • Promover que los integrantes del grupo lean previamente el tema y que realicen la reflexión personal, conyugal y familiar.
  • Promover la puntualidad en las reuniones, tanto para el inicio como para el término.
  • Desarrollar las reuniones de recuperación para el/los integrantes ausentes.
  • Fomentar la formación y crecimiento espiritual de los integrantes del EB.
  • Promover en los integrantes el valor del servicio.
  • Participar y motivar la asistencia a las RG, a los cursos/talleres complementarios, de servicio a la comunidad y dirigenciales, y a los eventos organizados por el ECBP o el ECA/D.
  • Utilizar siempre la “Guía del Promotor” y su “Carta Descriptiva” en las reuniones.
  • Llenar las planillas de evaluación y asistencia, y entregar al Coordinador de Promotores.
  • Fomentar los valores de justicia, solidaridad y el aporte económico hacia el MFC-Py.
  • Visitar a los integrantes del EB para interiorizarse del motivo de la inasistencia.
  • Asistir a todas las reuniones del ECP para la evaluación, preparación y revisión del tema a desarrollar.
  • Recibir y transmitir las disposiciones, resoluciones y circulares de los tres niveles del MFC-Py.
  • Informar en la reunión del Equipo de Promotores sobre el proceso de crecimiento de los integrantes del EB.
  • Asistir a las reuniones del EBPP y a las AG a las que se les convoca.

“El que quiera ser grande entre ustedes, que se haga su servidor, y el que quiera ser el primero, que se haga su esclavo.” – Mateo 20,26-27

“Todo lo que hagan, háganlo con amor.” – 1 Corintios 16,14

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La Formación como Camino de Crecimiento y Servicio en el MFC

En el corazón de nuestro carisma está el llamado a ser sal de la tierra y luz del mundo, un propósito que Dios mismo nos ha confiado para nuestras familias y para la sociedad. Este llamado no es un destino al que llegamos de una vez, sino un camino de constante crecimiento y aprendizaje, una jornada que Dios nos moldea y nos perfecciona a través de su gracia. Es por eso que la formación que ofrece el MFC es tan vital para cada matrimonio católico y familia cristiana. No es solo un requisito para avanzar en un curso, sino una profunda oportunidad para permitir que Dios obre en nuestras vidas y, a través de ellas, en la vida de los que nos rodean. La fe en acción requiere una preparación continua y un corazón dispuesto a ser maleable en las manos de Dios, y es en la formación donde ambos elementos se encuentran y se fortalecen. Una familia formada en la fe es como la sal que da sabor a un plato insípido, haciendo que el entorno sea más dulce, más rico y más agradable; es la luz de Cristo que, al brillar a través de nosotros, disipa la oscuridad de la desunión y la desesperanza en el mundo.

¿Por qué es crucial la formación en el MFC?

La formación en el Movimiento no se trata únicamente de adquirir conocimientos teóricos sobre la doctrina o la Sagrada Escritura, sino de interiorizar las enseñanzas de la Iglesia Católica y aplicarlas en nuestra vida diaria con la ayuda del Espíritu Santo. Es un proceso que nos ayuda a entender el verdadero significado del matrimonio como un sacramento sagrado, una vocación de amor incondicional que nos une a Dios y nos santifica, a vivir los valores cristianos en el hogar y a fortalecer nuestra comunión con Dios y con los hermanos. En esencia, la formación es el espacio donde el “saber” se convierte en “ser”, donde la teoría se hace vida en la fe. No se trata solo de saber qué hacer, sino de forjar el carácter y el corazón para ser capaces de hacerlo con la fuerza que viene del Señor.

El apóstol Pablo nos lo recuerda en su carta a los Romanos: “No se amolden a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que puedan discernir la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto” (Romanos 12, 2). Este versículo nos invita a una transformación profunda, y la formación en el MFC es la herramienta principal que Dios nos da para lograrlo. A través de los cursos, retiros y encuentros, renovamos nuestra mente y nuestro corazón para ser más como Cristo, nuestro modelo perfecto. Este proceso implica desafiar las ideas que el mundo nos impone sobre el éxito o la felicidad (a menudo ligadas a la riqueza, el poder o el placer efímero) y abrazar la perspectiva de Dios, que nos enseña que el verdadero gozo se encuentra en el servicio, la humildad y el amor desinteresado. Es un cambio de mentalidad radical, que nos permite encontrar nuestra verdadera identidad y propósito en Él.

La formación que el MFC te ofrece

Para ayudarte en este camino de crecimiento y servicio, el MFC ha preparado un conjunto de cursos y talleres diseñados para nutrir tu espíritu, tu mente y tu vida en familia. Estos son algunos de ellos:

Cursos de Espiritualidad

  • Nociones Básicas de la Biblia: Para sumergirte en la Palabra de Dios y encontrar guía para tu vida.
  • Liturgia Eucarística: Para comprender y vivir más plenamente el sacrificio de Cristo en la Misa.
  • Pablo Modelo para El Laico: Un estudio de la vida del Apóstol para inspirar tu misión como laico comprometido.
  • Amoris Laetitia: Una inmersión en la exhortación del Papa Francisco sobre el amor en la familia.
  • Santidad Conyugal: Para descubrir y vivir el llamado a la santidad dentro de tu matrimonio.
  • Catecismo de la Iglesia Católica: Para profundizar en la doctrina de nuestra fe.

Cursos de Formación

  • SUSUSU: Una experiencia para fortalecer los lazos de la comunidad en el MFC.
  • Paternidad Responsable: Herramientas para guiar a tus hijos con amor y sabiduría cristiana.
  • Armonía Sexual: Para vivir la sexualidad en el matrimonio según el plan de Dios, con respeto y amor mutuo.

Talleres

  • Taller de Formación para Padres: Apoyo práctico para los desafíos de la crianza en la fe.
  • Taller Prematrimonial: Una preparación esencial para las parejas que inician el camino del sacramento.

Crecimiento personal y conyugal

Participar en los cursos de formación del MFC nos ofrece un espacio invaluable para crecer como individuos y como pareja, abordando los desafíos que enfrentamos día a día con la ayuda de la Providencia. Nos brinda herramientas prácticas para comunicarnos mejor, como la escucha activa que nos permite entender el corazón del otro en lugar de solo escuchar sus palabras, y la empatía, que nos ayuda a ponernos en el lugar del cónyuge para validar sus sentimientos. Estas herramientas, fundamentadas en el amor de Cristo, son esenciales para resolver conflictos con amor y no dejar que las pequeñas diferencias se conviertan en grandes distancias en el matrimonio. Además, nos capacita para educar a nuestros hijos en la fe de manera intencional, proporcionándoles un cimiento sólido para enfrentar un mundo lleno de distracciones y valores contradictorios. A través de la formación, aprendemos a crear un hogar donde la oración en familia, el estudio de la Biblia y el amor por los sacramentos no son solo actividades, sino el aire que respiran y la fuerza que los sostiene. Es una inversión en nuestro matrimonio y en nuestra familia que rinde frutos eternos, fortaleciendo la unión y creando un hogar donde la gracia de Dios es el centro.

Un servicio más efectivo y gozoso

Nuestra fe se vive en comunidad, y el servicio es la expresión más pura del amor que hemos recibido de Dios. La formación en el MFC nos capacita para servir mejor a los demás dentro del Movimiento, no como una pesada carga o un deber, sino como una fuente de inmensa alegría y realización. Al comprender más profundamente el carisma del MFC y las necesidades reales de los matrimonios y las familias, podemos acompañar a otros con mayor empatía y sabiduría, ofreciendo un testimonio auténtico de nuestra fe. El gozo del servicio radica en saber que no somos nosotros los que actuamos por nuestra propia fuerza, sino que es Cristo a través nuestro, usándonos como instrumentos de su amor. Jesús mismo nos dice: “Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en la cima de una colina no puede esconderse. Ni la gente enciende una lámpara para ponerla debajo de un cesto; más bien la ponen sobre un candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. De la misma manera, hagan que su luz brille delante de la gente, de modo que ellos vean sus buenas obras y alaben a su Padre que está en el cielo” (Mateo 5, 14-16). La formación, iluminada por el Espíritu Santo, es lo que asegura que nuestra luz brille con fuerza y no se apague.

La formación nos da una luz que podemos compartir

Cada curso, cada retiro, cada taller es una oportunidad para que nuestra lámpara se llene del aceite de la gracia divina. Es la base para que el servicio que ofrecemos sea un reflejo auténtico del amor de Dios, un amor que se desborda de nuestros corazones y contagia a los demás. Así, cuando servimos en el MFC, no solo estamos realizando una tarea, sino que estamos siendo instrumentos de gracia para otros, ayudándolos a encontrar su propio camino hacia Dios y a descubrir la belleza del matrimonio y la familia cristiana. Al irradiar esta luz, impactamos a nuestra familia, a nuestro grupo de servicio, a nuestra parroquia y, por extensión, a toda la sociedad, cumpliendo la misión del MFC de transformar al mundo comenzando por la familia, siguiendo el plan de Dios. Este efecto dominó comienza con una decisión simple: la de formarse para crecer en la fe.

Conclusión

La formación del Movimiento Familiar Cristiano es un regalo que Dios nos prepara para recibir y un tesoro que debemos compartir. Los animo a no perderse la oportunidad de participar en los cursos que el MFC ofrece. Es la mejor inversión en su matrimonio, en su familia y en su servicio a la comunidad, ya que nos capacita para ser verdaderos discípulos misioneros. Al crecer en el conocimiento de nuestra fe, en las herramientas para la vida familiar y en la comprensión de nuestro carisma, nos volvemos más aptos para servir con alegría y para ser esa luz de Cristo que guía a otros hacia el Padre. La verdadera transformación no es un evento, sino un proceso continuo que comienza dentro de nosotros con la ayuda de la gracia de Dios y se irradia hacia el mundo.

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Servicio en el MFC: El Corazón de la Misericordia y la Paz en Cristo

El servicio en el Movimiento Familiar Cristiano no es una simple actividad, sino una respuesta de amor al llamado de Dios. Es el latido de la comunidad que, a través de cada matrimonio y cada familia, hace visible el Reino de Dios en la tierra. Con demasiada frecuencia, caemos en la trampa del sacrificio vacío: nos desgastamos en las responsabilidades, nos sentimos obligados por una agenda y, al final, perdemos la alegría que debería acompañar a la entrega. Sin embargo, Jesús, en su infinita sabiduría, nos ofrece un mensaje liberador que redefine por completo nuestra misión: “Misericordia quiero, y no sacrificio” (Mateo 9, 13).

Esta verdad resuena con una fuerza particular en un mundo y una Iglesia que claman por la paz, un mundo desgarrado por la enemistad, los conflictos y la desconfianza. Esta realidad, lamentablemente, no es ajena a nuestras vidas, y a veces, incluso a nuestra propia comunidad de fe. Como miembros del MFC, estamos llamados a ser instrumentos de paz no solo hacia afuera, sino primero y fundamentalmente, hacia adentro. ¿Y cómo logramos esta misión divina? No a través de un servicio que nos aniquila, sino a través de uno que nos llena de la compasión, la comprensión y la paciencia del Corazón de Cristo.

Construyendo la paz desde adentro: La comunidad como Cuerpo de Cristo

El servicio con misericordia no se limita a quienes ayudamos fuera de nuestra comunidad; su expresión más profunda se manifiesta en cómo nos relacionamos entre nosotros, los hermanos y hermanas del movimiento. En el MFC, somos más que una familia de familias; somos un Cuerpo Místico de Cristo. Como en todo cuerpo vivo, pueden surgir tensiones, malentendidos y desconfianza. Sin embargo, nuestro servicio, arraigado en la misericordia de Dios, debe ser el bálsamo que sane esas heridas y nos fortalezca en la unidad.

Evitar los conflictos entre hermanos y hermanas no significa ignorar las diferencias, sino abordarlas con amor, humildad y un profundo deseo de reconciliación, sabiendo que esta paz es una gracia de Dios. Al igual que Jesús, que fue el primero en dar el paso hacia los pecadores, debemos ser los primeros en buscar el diálogo, en ofrecer la mano y en perdonar, confiando en la fuerza del Espíritu Santo que habita en nosotros. No podemos ser portadores de la paz de Cristo en el mundo si no somos capaces de vivir en paz en el seno de nuestra propia familia de fe.

Como nos enseña el apóstol Pedro: “En fin, vivan todos en armonía, compartan las penas, ámense como hermanos, sean compasivos y humildes. No devuelvan mal por mal, ni injuria por injuria; al contrario, respondan con una bendición, porque para esto fueron llamados, para heredar una bendición.” (1 Pedro 3, 8-9). Esta es una guía práctica para el servicio intramuros, un llamado a la humildad que nos lleva a poner la unidad del movimiento por encima de nuestra propia razón. El servicio de la reconciliación y del perdón mutuo es, sin duda, el más alto y noble de los servicios que podemos ofrecer, un testimonio vivo de que la verdadera paz se construye en los corazones.

Cuidado con la vanidad religiosa: Servir por el Reino, no por un puesto

Dentro de los apostolados, es fácil caer en la trampa de la competencia de puestos y la vanidad religiosa. Podemos empezar a ver el servicio no como una vocación, sino como una escalera para ganar reconocimiento o prestigio. Este tipo de mentalidad es un veneno que mata la paz en la comunidad. Cuando un hermano ve al otro como un competidor, el servicio deja de ser un acto de amor para convertirse en un egoísta “sacrificio” para la propia gloria.

Jesús nos advierte sobre esto: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.” (Marcos 9, 35). La vanidad nos hace olvidar que somos siervos. Nos hace buscar aplausos humanos en lugar de la aprobación de Dios. El servicio en el MFC no tiene “puestos” de poder, sino “lugares” de entrega humilde. Un coordinador, un tesorero o un encargado de grupo no son cargos de prestigio, sino llamadas a servir con mayor responsabilidad y con un corazón más manso.

La verdadera grandeza en el Reino de Dios no se mide por el título que tenemos, sino por la humildad con la que servimos.

La misericordia de Dios: fuente de vida, no de desgaste

El servicio que agota, que se realiza con pesar o con la secreta esperanza de reconocimiento, es un sacrificio vacío. Jesús, con su infinita sabiduría, nos muestra un camino diferente. Él nos invita a servir desde la misericordia, que no es una simple compasión humana, sino la compasión divina que se manifiesta en el amor incondicional y la empatía por el otro. Cuando servimos con misericordia, nuestra labor no es una carga, sino una fuente de alegría y de gracia que nos renueva en el espíritu.

Esto implica un cambio de corazón, un verdadero acto de conversión. Ya no se trata de cuántas horas servimos o de cuán grande es nuestra labor, sino de la intención y la paz de nuestro corazón, alimentadas por la oración y la Eucaristía. Un servicio humilde, realizado con amor y misericordia, es infinitamente más valioso a los ojos de Dios que la labor más grandiosa si se hace sin corazón. Servir es, en esencia, imitar a Cristo, es escuchar a nuestros hermanos, ver sus necesidades y responder con el amor que Él mismo nos ha dado. Es recordar las palabras de Jesús: “Lo que hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mateo 25, 40). La misericordia nos libera del orgullo y nos hace ver que el servicio no es para nuestra gloria, sino para la gloria de Dios.

El servicio de la paz: un testimonio para el mundo

El servicio que nace del Corazón de Cristo, un servicio misericordioso y pacificador, es el más potente testimonio que podemos ofrecer. El mundo no necesita ver nuestras grandes obras o nuestros sacrificios, sino la manifestación de la paz de Dios en nuestras vidas. En un entorno donde la desconfianza es la moneda de cambio, un acto de perdón entre hermanos del MFC se convierte en un faro de esperanza. Cuando un matrimonio del movimiento ofrece su tiempo y talentos no por obligación, sino por un genuino amor a los demás, están predicando con sus vidas.

Este servicio de la paz nos aleja del ego y nos centra en la misión. Ya no nos preguntamos “¿Qué gano yo con esto?” sino “¿Cómo puedo ser un instrumento de la paz de Dios para este hermano, para esta familia, para este mundo?”. Este es el verdadero fruto del Espíritu en nuestra labor. Como comunidad, nuestro servicio se convierte en una escuela de virtudes: la paciencia, la humildad, la caridad y la mansedumbre. Cada pequeño acto de servicio, desde preparar una reunión hasta escuchar a un compañero en dificultad, es un ladrillo más en la construcción de la paz en la que seremos llamados hijos de Dios.

Conclusión: El testimonio de la paz en la Cruz

El verdadero servicio, el que viene de la gracia de Dios, no nos consume, nos transforma. Nos convierte en un reflejo de la misericordia de Dios, capaces de sembrar paz en cada gesto, en cada palabra y en cada acto. La paz que llevamos al mundo nace de la paz que cultivamos en nuestra propia comunidad, del perdón que ofrecemos y de la humildad con la que nos tratamos, siguiendo el ejemplo de Cristo en la Cruz.

Que nuestro servicio en el MFC sea siempre un acto de misericordia, un eco de la voz de Jesús. Que seamos instrumentos de paz, sembrando armonía donde hay conflicto, confianza donde hay desconfianza y amor donde hay enemistad. El mundo, y nuestras propias familias del MFC, necesitan desesperadamente la paz que solo el servicio misericordioso puede dar.

Cita Bíblica: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.” (Mateo 5, 9)

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Un fin de semana que nos recordó que Dios camina con nuestras familias

El sol apenas asomaba el sábado por la mañana y ya el aire se sentía diferente. En distintos rincones del Paraguay, matrimonios del Movimiento Familiar Cristiano despertaban con un mismo anhelo: vivir un encuentro con Dios que les renovara el corazón.

En San Lorenzo, la Base Santo Domingo Savio se reunió en la Casa de Retiro Rogacionista Róga para un Retiro de Kerygma. Allí, en un ambiente de oración y fraternidad, los matrimonios se adentraron en el primer anuncio: esa buena noticia que, aunque conocida, siempre nos sorprende como la primera vez.

Un poco más allá, en J. A. Saldívar, la Base San Miguel Arcángel emprendía su propio retiro, esta vez en la Casa José Kentenich de Guarambaré. Entre charlas, cantos y momentos de silencio, las parejas renovaron su compromiso de ser luz en sus hogares y comunidades.

Mientras tanto, en Encarnación, otro grupo de familias vivía la misma experiencia de Kerygma. La distancia no importaba, porque lo que los unía era mucho más grande: la certeza de que Cristo es el centro de sus vidas.


Pero no todo fueron retiros. La formación también fue protagonista.

  • La Base Santa Catalina, en la Arquidiócesis, concluyó su curso de Amoris Laetitia el 7 de agosto, reflexionando sobre el amor en la familia a la luz de las palabras del Papa Francisco.
  • En la Base Nuestra Señora de Fátima, el sábado 9, matrimonios se sumergieron en Nociones Básicas de la Biblia, descubriendo cómo la Palabra puede iluminar las decisiones de cada día.
  • La Base Sagrado Corazón de Jesús profundizó en el curso Terceras Personas, aprendiendo a proteger la intimidad matrimonial de influencias externas.

En Guarambaré, la Base Natividad de María vivió un Encuentro Conyugal en la Casa San Gaspar Bertoni de Villeta. Allí, entre miradas cómplices y abrazos sinceros, los matrimonios recordaron por qué dijeron “sí” y cómo ese “sí” se renueva cada día.


La capacitación también tuvo su lugar.
En la Diócesis de Ciudad del Este, la Capacitación Progresiva 1 y 2 fue todo un éxito, reuniendo a 57 jóvenes y 17 matrimonios asesores de las bases:
Espíritu Santo, Sagrado Corazón de Jesús, San José Obrero, San Lucas, Niño Jesús, San Antonio de Padua y Virgen de Fátima.

En la Diócesis de San Lorenzo, las bases Virgen de la Candelaria S1, Santísima Cruz Capiatá y San Isidro Labrador de Nueva Italia también participaron de la Capacitación Progresiva 1 y 2, fortaleciendo el compromiso y la misión de acompañar a las familias y a los jóvenes.


Fue un fin de semana intenso, pero sobre todo lleno de vida. Diferentes actividades, distintas ciudades, múltiples realidades… y un mismo Espíritu guiando a cada familia.

Porque cuando las familias se acercan a Dios, todo cambia: las miradas se vuelven más suaves, las palabras más amables y el hogar más luminoso.

Y tú, ¿dónde viviste a Dios este fin de semana?

Familia MFC

Presencia nacional del MFC: bases parroquiales en todo Paraguay

Comunidades que transforman: la expansión del Movimiento Familiar Cristiano a través de las parroquias en todo el país.

Arquidiócesis

Benjamín Aceval

Caacupé

Canindeyú

Carapeguá

Ciudad del Este

Coronel Oviedo

Concepción

Encarnación

San Pedro

San Lorenzo

Villarrica

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Pertenecer al Movimiento Familiar Cristiano: una oportunidad para renovar tu matrimonio y tu familia

En el mundo actual, la familia enfrenta desafíos constantes: falta de tiempo, crisis en la comunicación, presiones económicas, tensiones sociales, y una cultura que muchas veces promueve el individualismo por encima del compromiso. En medio de este panorama, muchos matrimonios se preguntan:
¿Cómo podemos cuidar y fortalecer nuestra vida familiar desde la fe?

El Movimiento Familiar Cristiano (MFC) nace como respuesta concreta a esa necesidad. Es un camino de formación, oración, acompañamiento y misión que ayuda a los matrimonios y familias a vivir su vocación con mayor plenitud, alegría y sentido. Pertenecer al MFC no es una carga más, sino un regalo que transforma la vida familiar desde dentro, con la luz del Evangelio.


1. Fortalecer el vínculo matrimonial con la gracia de Dios

El sacramento del matrimonio es una alianza de amor, sostenida por la gracia. Pero ese amor necesita ser cultivado. En el MFC, los esposos encuentran espacios para dialogar, rezar juntos, compartir con otros matrimonios y crecer en la espiritualidad conyugal.

“El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no es jactancioso, no se engríe; no actúa con bajeza ni busca su propio interés.”
(1 Corintios 13, 4-5)

Esta caridad conyugal es el fundamento que el MFC ayuda a nutrir, para que los esposos no caminen solos, sino sostenidos por la gracia y por una comunidad que los acompaña.


2. Redescubrir la familia como Iglesia Doméstica

La Iglesia enseña que la familia cristiana es la primera comunidad donde se vive la fe. En el MFC se ayuda a las familias a redescubrir que su hogar es lugar de encuentro con Dios, donde se ora, se perdona, se celebra y se comparte la fe con los hijos.

“Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.”
(Mateo 18, 20)

En los encuentros del MFC, los matrimonios aprenden a vivir su espiritualidad en lo cotidiano: al preparar la comida, al hablar con los hijos, al tomar decisiones en pareja. Todo puede ser ocasión de gracia cuando se hace desde el amor y la fe.


3. Una comunidad que acompaña y sostiene

Una de las riquezas más grandes del MFC es la vida comunitaria. Pertenecer al movimiento es caminar con otras familias que están en procesos similares, con sus aciertos y desafíos, pero unidas por la fe y el deseo de crecer.

“Ayúdense mutuamente a llevar sus cargas, y cumplan así la ley de Cristo.”
(Gálatas 6, 2)

La comunidad se convierte en escuela de vida cristiana, donde no solo se recibe, sino también se da: testimonio, escucha, servicio, amistad. En ella se experimenta la Iglesia viva y cercana, donde nadie se siente solo.


4. Formación integral: humana, conyugal y espiritual

A través de materiales, charlas, talleres, retiros y acompañamiento, el MFC ofrece una formación permanente, adaptada a las etapas de la vida matrimonial y familiar. No se trata solo de “saber más”, sino de aprender a vivir con sentido, desde la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia.

“Educa al niño en el camino que debe seguir, y aun cuando sea viejo no se apartará de él.”
(Proverbios 22, 6)

Esta formación también incluye herramientas prácticas para la vida diaria: cómo comunicarse mejor en pareja, cómo educar a los hijos con amor y firmeza, cómo manejar los conflictos, cómo vivir la sexualidad desde una mirada cristiana, y cómo servir a los demás desde la vocación familiar.


5. Una familia al servicio de otras familias

El MFC no solo forma, también envía. Cada familia es invitada a poner sus dones al servicio de la Iglesia y de la sociedad, acompañando a otras familias, evangelizando en su entorno, y siendo testigos del amor de Dios.

“Tú y tu casa servirán al Señor.”
(Josué 24, 15)

Ese servicio puede darse de muchas maneras: participando en equipos de base, animando a otros matrimonios, dando testimonio en comunidades, colaborando con la pastoral parroquial, y promoviendo valores familiares en medio del mundo.


Tu familia también puede ser luz

El Movimiento Familiar Cristiano no ofrece soluciones mágicas. Pero sí ofrece un camino real y concreto para vivir el matrimonio y la familia desde el Evangelio. Un camino en el que Jesús camina con nosotros, en medio de nuestras imperfecciones, y nos transforma con su amor.

“Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.”
(Juan 10, 10)

Si hoy sientes que tu familia necesita crecer, sanar, reencontrarse o simplemente vivir más profundamente su fe… el MFC está para acompañarte.
Porque Dios tiene un sueño para tu familia, y quiere hacerlo realidad contigo.

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Fin de Semana de Gracia, Formación y Comunión en el MFC

“Familias en Cristo, al servicio de las familias”

Este primer fin de semana de julio fue un verdadero regalo de Dios para muchas comunidades del Movimiento Familiar Cristiano en diversas diócesis del país. Con una intensa agenda de actividades, retiros, cursos y encuentros, vivimos días llenos de espiritualidad, formación y fraternidad, donde el Espíritu Santo se hizo presente en cada corazón abierto a la gracia.
“Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mateo 18, 20)


Retiro de Kerygma – Base San Lorenzo Caaguazú

El sábado y domingo se llevó a cabo el Retiro de Kerygma en la Casa de Retiros Jesús Misericordioso, organizado por la Base San Lorenzo de Caaguazú. Fueron dos días de profunda oración, reflexión y alegría compartida en comunidad.

Agradecemos de corazón a los matrimonios participantes, así como a los matrimonios servidores que con generosidad ofrecieron su tiempo, amor y servicio a los demás. Damos gracias a Dios por cada corazón tocado y renovado. Sigamos caminando juntos, anunciando la Buena Nueva.
“¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!” (1 Corintios 9, 16)


Segundo Momento de Matrimonio Joven – Base María Auxiliadora de Minga Guazú

En la Casa de Retiro Padre Pedro Richards, de la Diócesis de Ciudad del Este, se vivió un encuentro muy especial: el Segundo Momento de Matrimonio Joven, con la participación de matrimonios de la Base María Auxiliadora de Minga Guazú.

Fueron jornadas de compartir, orar, reflexionar y renovar el amor en pareja, siempre de la mano de Dios. Gracias a cada matrimonio joven por decir “sí” a este tiempo de crecimiento y a los servidores que entregaron su tiempo y corazón para hacerlo posible. Un fin de semana para fortalecer el “sí” de cada día.
“El amor es paciente, es servicial… todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” (1 Corintios 13, 4-7)


Jornada de Pesca Juvenil – Base Villa Hayes

La alegría y el espíritu misionero se hicieron sentir con fuerza este domingo 6 de julio durante la Segunda Jornada de Pesca Juvenil de la Base Villa Hayes. Fue un espacio lleno de amistad, fe y compromiso, donde nuestros jóvenes fortalecieron sus vínculos y renovaron su deseo de ser pescadores de jóvenes para Cristo.
“Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres.” (Marcos 1, 17)

Agradecemos a cada joven, a sus familias y a los matrimonios servidores que hicieron posible este hermoso momento de encuentro. Construyamos juntos una juventud viva, alegre y comprometida con el Evangelio.
“Nadie te menosprecie por ser joven; al contrario, sé ejemplo para los creyentes.” (1 Timoteo 4, 12)


16º Encuentro Conyugal – Base Parroquial San Estanislao

En la Diócesis en Formación de San Pedro, la Base Parroquial San Estanislao organizó con mucho amor su 16º Encuentro Conyugal. Damos gracias a Dios por cada matrimonio que aceptó esta invitación a crecer y fortalecerse, y por los servidores que, una vez más, demostraron su entrega y compromiso con la misión. Dios bendiga su sí generoso.
“Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.” (Mateo 19, 6)


Formación Continua para Servir Mejor

También queremos destacar que durante estos días se desarrollaron varios cursos de formación en distintas diócesis donde el MFC tiene presencia. Algunas de las temáticas abordadas fueron:

  • Curso de Administración del Tiempo
  • Curso de Metodología y Coordinación de Promotores
  • Liturgia Eucarística
  • Curso de Nociones Básicas de la Biblia
  • Curso de Ser y Hacer del Equipo Coordinador de Base
  • Y otras instancias formativas que fortalecen nuestra misión

Gracias a todos los matrimonios que se animan a formarse para servir mejor, ayudando a otros matrimonios a crecer en la fe y en la vida familiar.
“Estén siempre dispuestos a dar razón de su esperanza a todo el que se la pida.” (1 Pedro 3, 15)


Sigamos Caminando Juntos

Este fin de semana fue una hermosa muestra de que cuando las familias se abren a Dios y a la comunidad, suceden cosas grandes. Agradecemos a todos los que participaron, sirvieron, animaron y apoyaron cada una de estas actividades.

El MFC Paraguay sigue vivo, en camino, y con el corazón dispuesto a evangelizar.
“Familias en Cristo, al servicio de las familias”