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Un fin de semana que nos recordó que Dios camina con nuestras familias

El sol apenas asomaba el sábado por la mañana y ya el aire se sentía diferente. En distintos rincones del Paraguay, matrimonios del Movimiento Familiar Cristiano despertaban con un mismo anhelo: vivir un encuentro con Dios que les renovara el corazón.

En San Lorenzo, la Base Santo Domingo Savio se reunió en la Casa de Retiro Rogacionista Róga para un Retiro de Kerygma. Allí, en un ambiente de oración y fraternidad, los matrimonios se adentraron en el primer anuncio: esa buena noticia que, aunque conocida, siempre nos sorprende como la primera vez.

Un poco más allá, en J. A. Saldívar, la Base San Miguel Arcángel emprendía su propio retiro, esta vez en la Casa José Kentenich de Guarambaré. Entre charlas, cantos y momentos de silencio, las parejas renovaron su compromiso de ser luz en sus hogares y comunidades.

Mientras tanto, en Encarnación, otro grupo de familias vivía la misma experiencia de Kerygma. La distancia no importaba, porque lo que los unía era mucho más grande: la certeza de que Cristo es el centro de sus vidas.


Pero no todo fueron retiros. La formación también fue protagonista.

  • La Base Santa Catalina, en la Arquidiócesis, concluyó su curso de Amoris Laetitia el 7 de agosto, reflexionando sobre el amor en la familia a la luz de las palabras del Papa Francisco.
  • En la Base Nuestra Señora de Fátima, el sábado 9, matrimonios se sumergieron en Nociones Básicas de la Biblia, descubriendo cómo la Palabra puede iluminar las decisiones de cada día.
  • La Base Sagrado Corazón de Jesús profundizó en el curso Terceras Personas, aprendiendo a proteger la intimidad matrimonial de influencias externas.

En Guarambaré, la Base Natividad de María vivió un Encuentro Conyugal en la Casa San Gaspar Bertoni de Villeta. Allí, entre miradas cómplices y abrazos sinceros, los matrimonios recordaron por qué dijeron “sí” y cómo ese “sí” se renueva cada día.


La capacitación también tuvo su lugar.
En la Diócesis de Ciudad del Este, la Capacitación Progresiva 1 y 2 fue todo un éxito, reuniendo a 57 jóvenes y 17 matrimonios asesores de las bases:
Espíritu Santo, Sagrado Corazón de Jesús, San José Obrero, San Lucas, Niño Jesús, San Antonio de Padua y Virgen de Fátima.

En la Diócesis de San Lorenzo, las bases Virgen de la Candelaria S1, Santísima Cruz Capiatá y San Isidro Labrador de Nueva Italia también participaron de la Capacitación Progresiva 1 y 2, fortaleciendo el compromiso y la misión de acompañar a las familias y a los jóvenes.


Fue un fin de semana intenso, pero sobre todo lleno de vida. Diferentes actividades, distintas ciudades, múltiples realidades… y un mismo Espíritu guiando a cada familia.

Porque cuando las familias se acercan a Dios, todo cambia: las miradas se vuelven más suaves, las palabras más amables y el hogar más luminoso.

Y tú, ¿dónde viviste a Dios este fin de semana?

Palabras matrimonio

El poder de las palabras en el matrimonio: sanan o hieren

Las palabras son como semillas: lo que sembramos con ellas, tarde o temprano dará fruto. En el matrimonio, esta verdad se vuelve aún más profunda. Las palabras que decimos —y cómo las decimos— tienen el poder de edificar o destruir, de sanar o herir, de acercar o alejar a nuestro cónyuge.

“La muerte y la vida dependen de la lengua, y los que son indulgentes con ella comerán de su fruto.”
—Proverbios 18, 21

Cada palabra deja una huella en el corazón del otro. A veces, una frase dicha sin pensar puede abrir heridas que tardan años en sanar. Pero también, una palabra oportuna puede ser bálsamo de consuelo, chispa de esperanza o afirmación que fortalece el amor.

Jesús nos enseña:

“Porque de la abundancia del corazón habla la boca.”
—Mateo 12, 34

Si nuestro corazón está lleno de enojo o resentimiento, eso se reflejará en nuestras palabras. Pero si dejamos que Dios llene nuestro interior con Su ternura y paz, entonces nuestras palabras serán reflejo de Su amor.

¿Cómo cuidar nuestras palabras en el matrimonio?

Orar antes de hablar

No todo lo que pensamos debe ser dicho. Antes de reaccionar impulsivamente, pidamos al Espíritu Santo dominio propio. Un silencio orante puede evitar muchas heridas.

Hablar con amor, incluso en los desacuerdos

La verdad sin caridad puede ser crueldad. Aun cuando tengamos que corregir o expresar algo difícil, el tono, el momento y la forma importan.

“Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido.”
—Colosenses 4, 6

Pedir perdón cuando herimos

Nadie es perfecto. Pero un “perdón, me equivoqué” puede sanar más que mil explicaciones.

Bendecir en vez de maldecir

Es fácil caer en críticas o burlas cuando estamos frustrados. Pero Dios nos llama a bendecir, incluso en los momentos difíciles.

“El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca.”
—Lucas 6, 45

Alentar y afirmar lo bueno del otro

Nunca deben faltar palabras de aliento, reconocimiento y ternura. Un “gracias”, un “te admiro”, o un “confío en ti”, pueden reavivar el amor y la unidad.


Las heridas provocadas por las palabras pueden ser invisibles, pero muy profundas. Algunos matrimonios llevan años arrastrando frases que nunca debieron decirse. Por eso, especialmente en los momentos de cansancio, frustración o dolor, cuidemos lo que decimos.

Pidamos a Dios la gracia de tener labios que bendigan, lenguas que consuelen y palabras que construyan.

“El que vigila su boca protege su vida, el que abre demasiado sus labios acaba en la ruina.”
—Proverbios 13, 3

Hoy más que nunca, decidamos usar nuestras palabras para edificar nuestro matrimonio. Seamos verdaderos instrumentos del amor de Dios.

Porque una palabra dicha con amor puede cambiar un día, sanar una herida… o reavivar una historia entera.

Esposos

Esposos, revístanse del amor y la amistad

En el corazón de cada matrimonio próspero no solo reside el amor, sino también una profunda amistad. Para nosotros, matrimonios del Movimiento Familiar Cristiano (MFC), esta amistad se nutre de un conjunto de virtudes que la Palabra de Dios nos invita a “revestirnos”.

Hoy, en el Día de la Amistad, queremos reflexionar sobre cómo estas cualidades divinas, tal como nos las presenta San Pablo, son el tejido que fortalece nuestra unión y convierte a nuestro cónyuge en nuestro más preciado amigo. ¡Prepárense para descubrir la clave de una amistad que perdura!


Vestidos con el Amor: Un Llamado a la Excelencia Relacional

San Pablo, en su carta a los Colosenses, nos ofrece una lista de cualidades esenciales para la convivencia en la comunidad de fe, que son igualmente fundamentales y poderosas para construir una relación matrimonial sólida y una amistad duradera.


Colosenses 3,12-14:

“Por lo tanto, como elegidos de Dios, santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia. Sopórtense mutuamente y perdónense cuando tengan motivos de queja: así como el Señor los perdonó, ustedes también hagan lo mismo. Sobre todo, vístanse de amor, que es el vínculo de la perfección.”


Este pasaje nos invita a “revestirnos”, como si fueran prendas que elegimos ponernos cada día, de actitudes que transforman nuestras relaciones:

  • Sentimientos de Profunda Compasión (Afecto Entrañable) y Benignidad (Bondad): Ser compasivos es ponernos en el lugar del otro, entender sus luchas y alegrías. La benignidad o bondad se traduce en gestos amables, palabras de aliento y una actitud general de gentileza hacia nuestro cónyuge. Estas son las bases de una amistad que se siente segura y valorada.
  • Humildad, Mansedumbre y Paciencia: Estas virtudes son cruciales en la convivencia diaria. La humildad nos permite reconocer nuestros errores y pedir perdón, dejando a un lado el orgullo. La mansedumbre nos ayuda a responder con calma en momentos de tensión, y la paciencia es fundamental para soportar las imperfecciones y los tiempos del otro, sabiendo que el crecimiento mutuo es un proceso.
  • Sopórtense Mutuamente y Perdónense: Esta es la columna vertebral de cualquier relación duradera. En el matrimonio, inevitablemente habrá roces y desacuerdos. La capacidad de “soportarse” (tolerarse con amor) y, sobre todo, de perdonar genuinamente, tal como el Señor nos ha perdonado, es lo que permite que la amistad se sane y se profundice después de las heridas. Sin perdón, el resentimiento se convierte en un veneno lento.

El Amor: El Vínculo de la Perfección

El clímax de este pasaje es la exhortación final: “Sobre todo, vístanse de amor, que es el vínculo de la perfección.”

El amor del que habla San Pablo aquí es el ágape, ese amor incondicional, sacrificial y divino que engloba todas las virtudes anteriores. Es el “vínculo de la perfección” porque es lo que une y armoniza todas las demás cualidades. Cuando el amor guía nuestra compasión, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia y perdón, nuestra amistad matrimonial se eleva a su máximo potencial.

Para nosotros, matrimonios del MFC, este amor perfecto es el amor de Cristo, que se derrama en nuestros corazones y nos capacita para amar a nuestro cónyuge con una amistad que refleja el amor de Dios.


Cultivando las Virtudes de la Amistad en tu Matrimonio

¿Cómo podemos “vestirnos” cada día con estas virtudes para fortalecer la amistad con nuestro cónyuge?

  1. Reflexión Diaria: Comiencen el día pidiéndole a Dios que los revista con estas virtudes. Reflexionen sobre cuál de ellas necesitan practicar más ese día.
  2. Actos Intencionales: Hagan el esfuerzo consciente de ser compasivos cuando su cónyuge esté cansado, de ser pacientes en un desacuerdo o de ser humildes al admitir un error.
  3. El Hábito del Perdón: No permitan que los resentimientos se acumulen. Practiquen el perdón rápidamente y de corazón, liberando al otro y a ustedes mismos.
  4. Celebren la Amistad: Dediquen momentos no solo al amor conyugal, sino a la amistad. Rían juntos, compartan intereses, apoyen los sueños del otro.

Que en este Día de la Amistad, y cada día de sus vidas, se esfuercen por revestir su matrimonio con estas preciosas virtudes. Así, su amistad será no solo duradera, sino un reflejo del amor perfecto que nos une en Cristo.


¿Cuál de estas virtudes consideran que es más desafiante o más gratificante de practicar en su matrimonio? ¡Compartan sus reflexiones en los comentarios!

Abuelos

Los abuelos, testigos vivos de esperanza y fe

En el marco del Año Jubilar 2025, el Santo Padre León XIV ha dirigido un mensaje profundamente esperanzador con motivo de la V Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, que se celebrará el próximo 27 de julio. Inspirado en el versículo “Feliz el que no ve desvanecerse su esperanza” (cf. Si 14,2), el mensaje nos invita a mirar a nuestros mayores como fuentes de sabiduría, memoria viva de la fe y testigos del amor de Dios.

Ancianidad: tiempo de gracia, no de retiro

A través de múltiples ejemplos bíblicos, como Abraham, Sara, Moisés, Isabel o Zacarías, el Papa nos recuerda que Dios nunca deja de llamar, incluso en la vejez. En todos estos relatos, la ancianidad no aparece como un final, sino como un momento privilegiado para cooperar en los planes de salvación del Señor. En palabras del mensaje, “para Él, los ancianos son los primeros testigos de esperanza”.

Una Iglesia llamada a abrazar a sus mayores

El Santo Padre hace un llamado urgente a toda la Iglesia —parroquias, movimientos, comunidades y familias— a realizar una “revolución de gratitud y cuidado” hacia los mayores. Esto implica ir más allá de los gestos simbólicos, y construir redes de oración, visitas, escucha y afecto que devuelvan dignidad y pertenencia a quienes muchas veces se sienten olvidados.

En ese sentido, el Movimiento Familiar Cristiano tiene una misión clara: integrar y acompañar a los abuelos y mayores como miembros activos en la vida familiar y comunitaria. Su testimonio de vida, su fe perseverante y su amor silencioso siguen siendo cimiento de muchas familias.

Visitar a un abuelo es encontrarse con Cristo

Como parte del espíritu jubilar, se invita especialmente a los fieles a visitar a personas mayores que estén solas. Esta acción concreta —más allá de ser un hermoso acto de caridad— se presenta como una auténtica peregrinación al encuentro de Cristo vivo, presente en el rostro del anciano.

Esperanza que renueva, incluso en la fragilidad

Aun en medio de los desafíos físicos o emocionales propios de la edad, los mayores conservan un don inquebrantable: la capacidad de amar y de orar. Son faros de fe que nos iluminan con su serenidad, experiencia y confianza en Dios. Y esa esperanza que permanece, incluso cuando el cuerpo se debilita, es el regalo más precioso que pueden compartir.


Una ocasión para agradecer

Este domingo 27 de julio, aprovechemos la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores para tener un gesto concreto de cariño con ellos: una llamada, una visita, una oración o un simple “gracias” puede llenar de alegría y esperanza su corazón. Que no falte nuestra presencia, gratitud y afecto hacia quienes han sostenido con su fe a nuestras familias y comunidades.

Fuente: Vatican.va

Familia MFC

Presencia nacional del MFC: bases parroquiales en todo Paraguay

Comunidades que transforman: la expansión del Movimiento Familiar Cristiano a través de las parroquias en todo el país.

Arquidiócesis

Benjamín Aceval

Caacupé

Canindeyú

Carapeguá

Ciudad del Este

Coronel Oviedo

Concepción

Encarnación

San Pedro

San Lorenzo

Villarrica

Reunion Presidentes1

Fin de semana de comunión, formación y misión: el MFC Paraguay en acción

Este fin de semana fue tiempo de gracia y compromiso para toda la gran familia del Movimiento Familiar Cristiano Paraguay. En distintas diócesis del país se vivieron encuentros que fortalecen la comunión, la formación y la espiritualidad de nuestros matrimonios y equipos de servicio.

🤝 Reunión de Presidentes: unidad y camino común

El sábado 19 de julio, en la ciudad de Villarrica, se realizó la Reunión de Presidentes del MFC Paraguay, con la participación de presidentes de arquidiócesis, diócesis y del equipo nacional. Un espacio de escucha, diálogo fraterno y planificación conjunta para seguir iluminando la vida familiar y comunitaria a la luz del Evangelio.

✝️ Curso de Espiritualidad: Liturgia Eucarística

Ese mismo día, en el Oratorio San Blas de Villarrica, matrimonios y servidores vivieron un Curso de Espiritualidad centrado en la Liturgia Eucarística. Un espacio para profundizar en el misterio de la Eucaristía, corazón de nuestra fe, y renovar nuestro compromiso de vivirla y celebrarla en comunidad.

❤️ Segundo Momento de Matrimonios Jóvenes

El 19 y 20 de julio, la Casa de Retiros Padre Pedro Richards, en la diócesis de Ciudad del Este, acogió a varios matrimonios jóvenes que vivieron su Segundo Momento. Un fin de semana para fortalecer el diálogo, el amor y la fe, renovando la certeza de que el matrimonio es un camino de santidad y misión.

🔥 Jornada de Kerygma en San Lorenzo

También el sábado 19 de julio, la diócesis de San Lorenzo realizó una Jornada de Kerygma, primer anuncio del amor de Dios que invita a reavivar la fe y la respuesta personal al llamado de Cristo.

📚 Otras diócesis en formación y crecimiento

Durante este fin de semana se realizaron además otros espacios de formación:

  • Curso de formación “Ser y Hacer del Equipo Coordinado de Base”, para fortalecer la organización y misión de cada base del MFC.
  • Curso de Espiritualidad: Santidad Conyugal, para profundizar en la vocación a la santidad en la vida matrimonial.
  • Curso de Liturgia Eucarística, renovando el amor y el sentido profundo de la celebración eucarística en comunidad.

💙✨ Agradecemos a Dios por cada matrimonio, servidor y equipo que, con amor y entrega, hace posible que el MFC siga siendo luz y esperanza para tantas familias paraguayas.

¡Que el Padre Pedro Richards interceda por nuestra misión y que no dejemos nunca que se apague la antorcha del MFC!

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Los votos matrimoniales: más allá de un sí, un camino de amor diario

Hay un instante, frente al altar, en que dos almas se toman de la mano y pronuncian palabras que transforman toda una vida: “Yo te recibo a ti… y prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso…”. Muchos lo ven como un bello rito, un paso indispensable para el inicio de una vida juntos. Pero para quienes creemos que el matrimonio es un sacramento, esos votos son mucho más que una formalidad: son un eco de la promesa eterna de Dios de estar con nosotros siempre.

Cada voto pronunciado es un hilo que une a los esposos con Dios mismo. Es un pacto sellado no solo ante la comunidad, sino también en la intimidad del corazón, donde Cristo se hace testigo y garante de ese amor. En ese momento, la pareja se convierte en reflejo vivo del amor entre Cristo y su Iglesia: un amor que todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta, como nos enseña san Pablo en su carta a los Corintios (1 Cor 13, 7).

Pero la verdadera belleza de los votos no se queda en el día de la boda. Ahí apenas comienza. Es fácil amar cuando todo sonríe, cuando la fiesta está encendida y la ilusión cubre todo como un velo de alegría. El desafío —y la grandeza— está en recordar ese “sí” cada mañana, en medio de la rutina, del cansancio, de los roces cotidianos. Los votos matrimoniales se vuelven auténticos cuando se encarnan en lo pequeño: en la mano tendida cuando hay diferencias, en la palabra amable cuando reina el silencio, en la paciencia que abraza las imperfecciones.

Renovar los votos no siempre requiere una ceremonia ni un anillo nuevo. Se renuevan cuando un esposo decide escuchar en lugar de juzgar. Cuando una esposa elige perdonar antes que guardar rencor. Cuando ambos ponen a Dios en el centro y se sostienen de la mano para orar, incluso cuando las fuerzas parecen faltar. Porque el matrimonio no se sostiene solo con emoción, sino con decisión y gracia.

El sacramento del matrimonio nos recuerda que no caminamos solos. Cristo camina con los esposos, transformando cada acto de entrega en semilla de santidad. Por eso, cuando sientan que la llama se debilita, recuerden: su amor no depende solo de sus propias fuerzas. Dios mismo es quien renueva, cura y fortalece ese amor cuando parece frágil.

Amar es un acto de valentía. Es levantarse cada día y decir: “Te elijo de nuevo. Te prefiero sobre mis caprichos. Te pongo por delante de mis heridas.” Es confiar en que, con la ayuda de Dios, hasta las pruebas más duras pueden ser camino de crecimiento y gracia. El matrimonio, entonces, no es una meta alcanzada, sino un sendero sagrado donde los esposos aprenden a amar como Cristo ama: sin medida y sin fecha de caducidad.

Queridos matrimonios del Movimiento Familiar Cristiano: vuelvan siempre al altar en su corazón. Recuerden sus votos no como un recuerdo, sino como una brújula. Dejen que esas palabras vuelvan a resonar en la cocina, en la sala, en la enfermedad, en la crianza de los hijos, en la vejez. Allí, en lo cotidiano, esos votos cobran vida y se vuelven testimonio para el mundo.

Que cada día sea una oportunidad para decirse: “Prometo amarte hoy como lo hice ante Dios, y aún más, porque sé que Su amor me sostiene.” Que María, Madre de la Sagrada Familia, les acompañe y les enseñe a guardar en el corazón las promesas de amor que un día hicieron. Y que el Espíritu Santo los fortalezca para vivirlas con alegría y fidelidad hasta el final.

 “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.”
(Mt 19, 6)

Manos Amor Matrimonio

Matrimonios con propósito: una vocación que transforma la vida, la familia y la sociedad

En el corazón del Movimiento Familiar Cristiano late una convicción profunda: el matrimonio no es solo la unión de dos personas que se aman, sino una vocación sagrada, una misión que Dios confía a cada esposo y esposa para que, juntos, construyan un proyecto de vida que trascienda lo individual.

Un matrimonio con propósito es aquel que reconoce que su unión no termina en sí misma, sino que está llamada a dar frutos: en los hijos, en la comunidad, en la Iglesia y en la sociedad. Como enseña San Juan Pablo II, «El amor conyugal alcanza esa plenitud que se convierte en imagen viva del amor de Cristo por su Iglesia» (cf. Ef 5, 25).

Hoy más que nunca, necesitamos matrimonios que vivan con sentido, que sepan que su compromiso no es solo un contrato civil o una convivencia afectiva, sino una vocación que transforma.

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El matrimonio: sacramento y misión

Para la Iglesia Católica, el matrimonio es uno de los siete sacramentos. Esto significa que no es solo un signo externo, sino un canal de gracia. Cada esposo y esposa se convierten en ministros del sacramento, y en su entrega mutua se hace presente Cristo, que santifica su amor y lo convierte en signo visible del amor de Dios.

«Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre» (Mt 19, 6).

Esta promesa no es solo un ideal romántico: es una realidad espiritual. Cuando los esposos entienden que su matrimonio es camino de santificación, cada gesto de amor, cada sacrificio y cada reconciliación se vuelven oración y testimonio.

Orar y caminar juntos: clave de un amor con propósito

Un matrimonio con propósito se edifica día a día en la fidelidad. Implica cultivar una espiritualidad conyugal: orar juntos, participar de la Eucaristía, confesarse regularmente, sostenerse en los momentos difíciles.

Las parejas cristianas no caminan solas; caminan de la mano de Dios y de la comunidad. San Pablo nos recuerda: «Sopórtense mutuamente con amor» (Ef 4, 2). No se trata de soportar resignados, sino de sostenerse, de ser ayuda idónea el uno para el otro.

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Un amor que da frutos: servicio a la vida y a la sociedad

Un matrimonio con propósito se abre generosamente a la vida, defiende la familia como célula básica de la sociedad y es fermento de esperanza en medio del mundo.

El Catecismo de la Iglesia enseña: «El fin propio y específico del matrimonio es el bien de los esposos y la procreación y educación de la prole» (CIC 1601). En un mundo donde tantas ideologías debilitan la familia, los matrimonios cristianos están llamados a ser luz, a transmitir la fe a sus hijos y a testimoniar la alegría de amar para siempre.

Testimonio real

«Cuando enfrentamos una crisis fuerte, nos ayudó volver a poner a Cristo en el centro. Redescubrimos la oración juntos y nos acercamos a otras parejas que nos sostuvieron. Hoy sabemos que nuestro matrimonio tiene un propósito mayor que nosotros mismos.»
Marta y Enrique, miembros del MFC

Desafíos y oportunidades: un llamado a la esperanza

Vivir un matrimonio con propósito no es fácil. Hoy enfrentamos desafíos reales: la cultura del descarte, la prisa, la falta de diálogo, la crisis de fe. Sin embargo, cada dificultad puede convertirse en una oportunidad para renovar la promesa de amarse, comprenderse y perdonarse.

Así como Marta y Enrique, miles de matrimonios pueden ser sal y luz en sus comunidades. Su testimonio demuestra que es posible amar de verdad, superar heridas y construir familias sólidas.

Pequeños pasos para un matrimonio con propósito

  • Oren juntos: aunque sea un Padre Nuestro cada noche.
  • Participen en comunidad: no caminen solos.
  • Busquen formación: retiros, talleres, encuentros de parejas.
  • Sean generosos: compartan su testimonio con otros matrimonios.
  • Cultiven la reconciliación: no permitan que la rutina rompa lo que Dios une cada día.

¡Atrévete a vivir tu matrimonio como vocación!

Hoy, el mundo necesita matrimonios con propósito. Necesita esposos y esposas que crean que su amor es reflejo del amor de Cristo. Necesita familias que eduquen en la fe, que sean fermento de comunión y solidaridad.

Queridos esposos, no tengan miedo de soñar en grande. No se conformen con sobrevivir como pareja; atrévanse a vivir su matrimonio como un don y una misión. Que cada hogar sea un pequeño altar donde Cristo habite y desde donde su amor se expanda a la comunidad.

«El matrimonio es una vocación, en cuanto es respuesta a una llamada específica a vivir el amor conyugal como signo imperfecto del amor entre Cristo y la Iglesia» (Amoris Laetitia, 72).

Que el Movimiento Familiar Cristiano sea siempre ese espacio donde cada pareja descubra, renueve y fortalezca el propósito de su unión. ¡Adelante matrimonios, su vocación es grande y hermosa!

¿Están listos para vivir un matrimonio con propósito? Comiencen hoy: oren juntos, busquen apoyo, y recuerden siempre que el verdadero amor nunca pasa.

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Fotografia Grupo MFCPY

Capturar recuerdos, fortalecer la fe: Consejos para tomar buenas fotos con tu celular en el MFC

En cada encuentro, reunión o actividad, vivimos momentos que merecen ser guardados como tesoros. La fotografía es un regalo que nos ayuda a recordar la presencia de Dios en la cotidianidad y a compartir con otros la alegría de nuestra comunidad. Hoy queremos darte algunas recomendaciones sencillas y llenas de sentido cristiano para capturar imágenes hermosas con tu celular.

Como nos recuerda el Salmo 77,12: “Recordaré las obras del Señor; sí, haré memoria de tus maravillas de antaño.”


📖 1. La fotografía como acto de gratitud

Antes de hablar de técnicas, recordemos: tomar una foto no es solo apretar un botón, sino agradecer a Dios por la bendición de estar juntos. Cada imagen es testimonio de la vida familiar y comunitaria que construimos.

Reflexión: Cuando enciendas tu cámara, detente un segundo, respira, contempla la escena y di: “Señor, gracias por este momento.”


📷 2. Aprovecha la luz natural

Los celulares actuales pueden lograr maravillas con buena luz. Siempre que puedas, busca lugares bien iluminados: ventanas, patios, o al aire libre.

  • Si la reunión es bajo techo, colócate de forma que la luz venga de frente o de lado, nunca desde atrás, para evitar siluetas oscuras.
  • En exteriores, evita el sol muy fuerte de mediodía; la luz suave de la mañana o el atardecer da un brillo especial a los rostros.

🤝 3. Muestra la fraternidad

El MFC no es un lugar, ¡son las personas! Busca captar abrazos, manos unidas, miradas llenas de cariño. Más que poses forzadas, invita a las familias a ser naturales. Una sonrisa sincera vale más que una postura perfecta.

Tip: Toma varias fotos seguidas y elige la que mejor capture la alegría genuina.


4. Cuida el fondo y el encuadre

Un buen recuerdo merece un fondo ordenado. Antes de tomar la foto, observa qué aparece detrás: quita distracciones como bolsas o sillas vacías.

  • Mantén la cámara a la altura de los ojos.
  • Si es un grupo grande, organiza en filas: niños adelante, adultos atrás.
  • Prueba encuadrar de forma sencilla, dejando espacio alrededor de los rostros.

📱 5. Sácale provecho a tu celular

No necesitas un teléfono de última generación para buenas fotos. Aquí unos detalles técnicos básicos:

  • Limpia la lente antes de tomar fotos.
  • Activa la cuadrícula (grid) en la cámara: te ayudará a alinear bien las personas.
  • Evita el zoom digital; si quieres acercar, acércate tú.
  • Mantén la cámara firme o apóyala en una mesa o pared.

🙌 6. Respeta la intimidad

No todo momento necesita ser fotografiado. Hay instantes que se viven mejor sin cámara: momentos de oración profunda o confesiones personales. Pide siempre permiso para retratar a otros, sobre todo niños y familias.

Reflexión: Respetar la intimidad es parte de amar al prójimo.


🕊️ 7. Comparte con sentido

Las fotos del MFC no son solo para redes sociales; son semillas de esperanza. Asegúrate de compartir imágenes que edifiquen, que den testimonio del amor de Dios y la unión de nuestras familias.

Tip: Acompaña cada foto con una cita bíblica, una frase del Padre Pedro Richards o una frase que inspire.


❤️ 8. Preserva tus recuerdos

Guarda tus fotos de forma segura: crea carpetas con fechas y nombres de actividades. Esto ayudará a mantener viva la historia de tu comunidad y a transmitirla a las futuras generaciones.

Como dice el Deuteronomio 4,9: “Sólo cuídate y guarda tu alma con diligencia, para que no olvides las cosas que tus ojos han visto, y para que no se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; enséñalas a tus hijos y a los hijos de tus hijos.”


🙏 Finalmente… Haz de cada foto una oración

Que cada imagen sea un recordatorio del amor de Dios que nos reúne como familia y comunidad. Que al mirar nuestras fotos, podamos ver no solo rostros, sino también la acción del Espíritu Santo entre nosotros.

¡Anímate! Tu celular es una herramienta sencilla, pero tu mirada y tu fe son lo que harán que cada foto sea un testimonio de vida y esperanza.


Con cariño y unidad,
Departamento de Comunicación
Movimiento Familiar Cristiano

Periodo 2025-2026

Santidad Conyugal

Santificarse Juntos: El Matrimonio como Camino de Santidad

1. El llamado a la santidad en el matrimonio

El matrimonio no es solo una unión humana; para nosotros, los católicos, es un sacramento, un signo visible del amor invisible de Dios. Cuando un hombre y una mujer se entregan mutuamente ante Dios, su amor se convierte en vía de gracia. La Iglesia nos recuerda que estamos llamados a ser santos, no solo individualmente, sino también como esposos. La santidad no es algo lejano ni exclusivo de unos pocos: está tejida en los gestos cotidianos de amor, paciencia y entrega que vivimos en pareja.

San Juan Pablo II decía: “El matrimonio es la vía por la cual el hombre y la mujer se santifican mutuamente y cooperan con Dios en la obra de la creación.” Así, cada matrimonio está invitado a reflejar el amor de Cristo por su Iglesia.


2. Desafíos y oportunidades de santificación conyugal

No es fácil. Vivir juntos, compartir todo —sueños, luchas, defectos y virtudes— es un verdadero desafío. Las diferencias, las heridas del pasado, el cansancio de la rutina… todo puede volverse obstáculo si no se mira con ojos de fe.

Pero aquí es donde la gracia obra maravillas: cada dificultad es, en realidad, una oportunidad para crecer en las virtudes cristianas. El amor verdadero se purifica cuando aprendemos a perdonar de corazón, a ser pacientes cuando el otro falla, a sacrificarnos por su bien. En cada acto de comprensión y reconciliación, Cristo mismo se hace presente, sosteniendo la unión.

San Pablo nos anima: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Romanos 8,31). No estamos solos en esta misión. Dios camina con cada matrimonio que se esfuerza por amarse de verdad.


3. Prácticas espirituales para fortalecer la unión

La santidad conyugal no se improvisa; se cultiva día a día. Algunas prácticas sencillas pueden transformar la vida matrimonial:

  • Orar juntos: La oración une los corazones y eleva la mirada. Dedicar unos minutos al día para rezar un Padrenuestro, un Rosario o dar gracias antes de dormir hace una gran diferencia.
  • Acudir a la Eucaristía: Participar juntos de la Santa Misa fortalece la fe y renueva la gracia del sacramento.
  • Confesarse y reconciliarse: El perdón de Dios alimenta la capacidad de perdonarse mutuamente. Confesarse regularmente ayuda a purificar el corazón y ser más humildes.
  • Leer la Palabra: Meditar juntos un pasaje de la Biblia alimenta la esperanza y da sentido a la vida diaria.
  • Pequeños gestos de amor y sacrificio: Un abrazo inesperado, una palabra de ánimo, un detalle de servicio silencioso… cada acto de amor es oración vivida.

4. Testimonio de amor y fe

Un matrimonio que busca la santidad se convierte en luz para otros. Hoy, en un mundo que a veces pierde la fe en el amor duradero, los esposos que perseveran en la oración, en el perdón y en la alegría del compromiso son testimonio vivo de que Dios sigue obrando.

Los hijos, la familia, los amigos y hasta la comunidad se edifican cuando ven a dos esposos que, a pesar de sus limitaciones, confían en que Dios es parte de su historia. Como enseña la Iglesia, la familia es “Iglesia doméstica”, un pequeño altar donde se anuncia y se vive el Evangelio.


5. Conclusión inspiradora

Queridos matrimonios: su amor es sagrado. Su unión no es solo un contrato humano, sino una alianza sellada por Dios. Confíen en que Cristo camina con ustedes. Cuando surjan las tormentas —y siempre surgen— repitan con fe: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Romanos 8,31).

Cada día es una nueva oportunidad para elegir amar más, perdonar mejor y servir con más alegría. Que sus hogares sean talleres de santidad, faros de esperanza y signos del amor infinito de Dios.

Que María, Madre de la Sagrada Familia, los acompañe y los inspire siempre a ser santos juntos.