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Cuando Cristo es el cimiento del Matrimonio

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En este hermoso camino que hemos emprendido juntos, a veces nos detenemos a mirar hacia atrás y nos damos cuenta de cuánto ha cambiado todo. Los años pasan, las canas se multiplican, las risas se graban en líneas de expresión y los cuerpos ya no tienen el mismo vigor de la juventud. Pero, en medio de todos estos cambios, ¿hay algo que permanece? ¿Hay una fuerza que se fortalece con el tiempo en lugar de debilitarse? Sí, y esa fuerza es el amor que se construye sobre la Roca firme que es Jesucristo. Hoy queremos reflexionar sobre esa verdad profunda que vivimos en el Movimiento Familiar Cristiano: cuando Cristo es la base del hogar, el tiempo podrá cambiar los rasgos físicos, pero jamás podrá cambiar el amor mutuo y la felicidad de compartir juntos.

La Arquitectura Divina de un Amor Duradero

Un matrimonio no es un contrato; es un sacramento, una vocación. Es una casa que se construye día a día, con cimientos que deben ser inquebrantables. La Palabra de Dios nos enseña en Mateo 7:24-25 que “todo el que escucha estas palabras mías y las pone en práctica es como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; pero esta no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca”.

Para nosotros, en el MFC, esa Roca es Cristo. Él no es simplemente un invitado que entra y sale de nuestro hogar; Él es el Arquitecto principal, el Maestro de Obras que nos guía en cada decisión. Cuando un matrimonio decide edificar su vida sobre la fe, la esperanza y la caridad, no hay tormenta que pueda derribarlo. Las dificultades, las crisis, los desacuerdos e incluso las enfermedades son vientos que pueden azotar, pero no destruirán la estructura si esta está firmemente unida a Dios.

Más Allá de la Apariencia: El Rostro de la Gracia

Es una verdad universal que la belleza exterior es efímera. Las fotos de nuestra boda nos recuerdan cómo éramos, pero el paso del tiempo inevitablemente deja su huella. Sin embargo, en un matrimonio con Cristo, una nueva forma de belleza emerge: el rostro de la gracia.

Este rostro no se mide por simetría o juventud, sino por la profundidad de la mirada, la serenidad en los gestos y la ternura en el contacto. Este rostro es el reflejo de innumerables actos de amor, perdón y sacrificio. Son las arrugas que cuentan la historia de las risas compartidas, las noches de vigilia con un hijo enfermo, las lágrimas secadas y las batallas superadas juntos. Cada una de ellas es una medalla de honor en la historia de su amor.

En lugar de lamentar lo que se desvanece, un matrimonio en Cristo celebra lo que florece: una conexión espiritual profunda, una amistad incondicional y una comprensión silenciosa que solo se logra después de años de caminar de la mano. Es un amor que no se basa en la emoción o la atracción física, sino en el compromiso, la fidelidad y la entrega total, que son los verdaderos signos de un amor maduro.

La Felicidad de Compartir el Camino con Cristo

La felicidad de un matrimonio cristiano no es un destino, sino un camino. Es la alegría de saber que, en cada momento, no están solos. Compartir la vida con Cristo significa tener un propósito más elevado que la simple realización personal. Significa que cada acción, desde la más pequeña hasta la más grande, tiene un eco eterno.

En el contexto del MFC, esta felicidad se multiplica. Al compartir en la comunidad, descubrimos que nuestras luchas y alegrías no son únicas. La vida en comunidad nos enriquece con el testimonio de otros matrimonios que han recorrido un camino similar. Nos fortalecemos mutuamente en la oración, en la formación y en el servicio a la Iglesia. La felicidad de un matrimonio del MFC se manifiesta en el servicio a los demás, en el amor a los hijos y en la participación activa en los encuentros y retiros que nos nutren espiritualmente.

El Testimonio de un Amor Fiel en Paraguay

El Paraguay es una tierra de fe, de tradición y de familias fuertes. Los matrimonios del MFC en nuestro país son un testimonio vivo de que el amor en Cristo es posible y fructífero. Los vemos en los encuentros de crecimiento, en los retiros espirituales y en las actividades de servicio. Sus vidas demuestran que, a pesar de los desafíos propios de la vida, la felicidad de un matrimonio no reside en la ausencia de problemas, sino en la certeza de que Dios nos acompaña en cada paso.

El paso de los años no debe ser visto como una pérdida, sino como una ganancia. Cada aniversario es una oportunidad para agradecer a Dios por el don del cónyuge y por la fidelidad que nos ha permitido mantener. Es la prueba de que el amor no se marchita, sino que florece como un árbol en el desierto, regado por la gracia divina. Es la historia de dos almas que se han fusionado en una, con Cristo como la savia vital que las mantiene vivas y fuertes.

Cinco Consejos Prácticos para Fortalecer tu Cimiento

  1. Oración Diaria en Pareja: No subestimen el poder de la oración. Un matrimonio que ora unido se mantiene unido. Dediquen unos minutos cada día para rezar juntos el uno por el otro, por sus hijos y por su matrimonio.
  2. Sacramentos como Alimento: La Eucaristía es el alimento para el alma. Asistan a Misa juntos, comulguen y reciban el perdón de Dios en el sacramento de la Reconciliación.
  3. Diálogo y Comunicación Abierta: El amor se cultiva con la palabra. Dediquen tiempo para hablar, para escuchar con el corazón y para compartir sus alegrías y preocupaciones sin miedo.
  4. Servicio Mutuo y en la Comunidad: El amor no es egoísta. Sirvan a su cónyuge con humildad y busquen oportunidades para servir a otros matrimonios en el MFC.
  5. Perdón Incondicional: El perdón no es una opción, es un pilar. Aprendan a perdonar y a pedir perdón de inmediato, sin guardar rencores.

Conclusión

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, la promesa que hicieron el día de su matrimonio no era para una temporada, sino para toda la vida. Es un compromiso que se renueva cada mañana al despertar junto a esa persona que Dios les ha regalado. Que su amor siga siendo un faro de esperanza para su familia y para el mundo. Que el tiempo siga siendo testigo no de lo que se desvanece, sino de la fuerza inquebrantable de un amor que tiene su fuente en el Corazón de Cristo.

Te recibo a ti como esposo/a, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y así, amarte y respetarte todos los días de mi vida.

“En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.” (1 Corintios 13, 13)

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