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La Natividad de Jesús: El Verdadero Significado de la Navidad para la Familia Católica

“Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: “Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz” — Isaías 9, 5

Queridos matrimonios y familias, la Navidad se acerca, y con ella, esa mezcla única de aromas, luces, reencuentros y, sobre todo, una profunda Esperanza que renace en el ambiente. Sin embargo, en medio del bullicio de los preparativos y las compras, la fe nos invita a detenernos y a ir más allá de lo efímero. Estamos llamados a redescubrir la esencia inalterable de esta fiesta: el nacimiento de Jesús. No celebramos un evento histórico lejano, sino el misterio de la Encarnación que sigue iluminando, fortaleciendo y redimiendo la vida conyugal y familiar hoy, aquí, en el corazón de nuestro amado Paraguay. Si queremos que nuestros hogares sean verdaderas iglesias domésticas, debemos colocar a Cristo, el Emmanuel, en el centro de nuestra celebración.

El Misterio de la Encarnación, Eje de la Vida Familiar

1. La Encarnación: El Centro Inmutable de la Historia de la Salvación

Para comprender el verdadero significado de la Navidad, debemos ir al corazón de nuestra fe: el Misterio de la Encarnación. No es una historia tierna de un bebé en un pesebre, sino el acto sublime en que “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14). Este acontecimiento, ocurrido hace más de dos mil años, es el punto de inflexión de la historia humana, la respuesta definitiva de Dios a la fragilidad del hombre.

“Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto” — Isaías 9, 6

La Razón Teológica: Dios con Nosotros (Emmanuel)

El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) nos enseña las razones fundamentales de la Encarnación (CIC, núm. 457-460), y estas son claves para nuestra reflexión familiar:

  • Para Salvarnos Reconciliándonos con Dios: Jesús vino para borrar el pecado y abrirnos el camino al Padre. El matrimonio, al ser sacramento, refleja la unión indisoluble de Cristo con la Iglesia, y su fundamento solo puede ser sólido si está reconciliado y en gracia con Dios. La Navidad es un llamado a la Reconciliación Conyugal con Dios y entre los esposos.
  • Para que Conociésemos así el Amor de Dios: Al ver a Dios nacer en la humildad, se nos revela la inmensidad de Su amor. La Navidad nos enseña que el amor verdadero se da, se entrega y se hace vulnerable. Este es el modelo del amor cristiano que promovemos en el hogar: un amor sin reservas, que se abaja para servir al otro.
  • Para ser Nuestro Modelo de Santidad: Jesús, desde el pesebre, nos muestra el camino. Su vida es la norma para la vida cristiana. La obediencia de Jesús a Su Padre, el silencio de Su infancia, la entrega de Su vida; todo esto debe ser imitado en la dinámica diaria de la vida familiar.
  • Para Hacernos Partícipes de la Naturaleza Divina: Al unirse a nuestra humanidad, Cristo nos diviniza. La vida familiar, con sus alegrías y desafíos, no es solo un camino humano, sino un sendero hacia la santidad. La Natividad nos recuerda que, a través de la gracia, la familia está llamada a ser un pequeño cielo en la tierra.

2. Belén y el Pesebre: La Pedagogía de la Humildad

El escenario del nacimiento, Belén, nos ofrece una profunda lección para nuestra vida contemporánea. En un mundo obsesionado con la comodidad, el poder y el prestigio, Dios elige nacer en la mayor pobreza y sencillez.

El Rechazo Humano y la Acogida Divina

La Sagrada Escritura es clara: “No había sitio para ellos en el albergue” (Lc 2, 7). Este rechazo inicial es un espejo de las prioridades de nuestro tiempo. Cuántas veces, en nuestras propias vidas, no “hay sitio” para Dios: por la prisa, por el exceso de trabajo, por el apego a lo material.

La Navidad nos interpela: ¿Le estamos dando el mejor lugar en nuestro hogar o lo hemos relegado al “pesebre” de los últimos minutos y la superficialidad? Las familias católicas están llamadas a ser la “acogida” que el mundo le negó a Jesús.

El Pesebre como Escuela de Valores

El pesebre es más que un adorno; es un sacramento de fe, una catequesis visual, como nos ha recordado el Papa Francisco en su Carta Apostólica Admirabile Signum. Al contemplar el Pesebre, las familias paraguayas aprendemos:

  • La Hospitalidad: María y José aceptaron el lugar que había: una cueva. La familia debe ser un lugar de acogida incondicional, especialmente para los más débiles y los que más necesitan.
  • La Gratitud: Los pastores, gente humilde, fueron los primeros en recibir la noticia y acudieron con gozo y sencillez a adorar al Rey. La Navidad nos enseña a ser agradecidos por el don de la vida, por el cónyuge y por los hijos, por encima de las carencias materiales.
  • El Silencio Contemplativo: María, la “Virgen que meditaba”, guardaba todas estas cosas en su corazón (Lc 2, 19). El hogar cristiano necesita espacios de silencio para la oración, la reflexión y la contemplación del misterio de Dios en la vida ordinaria. Sin silencio, el ruido del mundo ahoga la voz de Dios.

3. La Sagrada Familia: El Modelo Insuperable del Hogar Católico

Si la Encarnación es el misterio que celebramos, la Sagrada Familia es el modelo práctico de cómo ese misterio debe vivirse. Es en la relación de Jesús, María y José donde encontramos el paradigma de la vida conyugal y la educación de los hijos.

José y María: Complementariedad Conyugal y Fe

San José y la Virgen María nos muestran que el sacramento del matrimonio es un camino de santificación recíproca. El Concilio Vaticano II y el Magisterio pontificio (como en Familiaris Consortio de San Juan Pablo II) han insistido en la importancia de este modelo.

  • Obediencia a la Voluntad de Dios: Ambos, José y María, ante el plan de Dios, respondieron con un “Sí” total, que marcó toda su existencia. Para el matrimonio católico, esto significa que los esposos deben discernir la voluntad de Dios en cada decisión: desde la planificación familiar hasta el proyecto de vida.
  • Servicio Recíproco: José protegió a María y a Jesús, trabajando con sus manos; María se dedicó al cuidado del hogar y a la educación del Hijo de Dios. La complementariedad de roles, vivida desde la caridad y la dignidad, es vital para la salud del matrimonio. La Navidad nos llama a renovar nuestros votos de servicio mutuo.
  • Unidad ante la Adversidad: Las huidas, las amenazas y los desafíos de la pobreza no quebrantaron su unidad, sino que la fortalecieron. La familia católica debe ser un bastión de unidad en medio de las pruebas.

La Paternidad y la Maternidad a la Luz de la Fe

Jesús creció en un ambiente de fe, obediencia y trabajo. Esto nos recuerda la misión irrenunciable de los padres: ser los primeros y principales educadores de la fe de sus hijos.

  • Formación en Valores: La sencillez de la vida en Nazaret es la mejor escuela contra el consumismo y la vanidad. Los padres deben modelar el desapego, la laboriosidad y, fundamentalmente, la vida de oración.
  • El Vínculo con Cristo: El objetivo de la educación cristiana es llevar al hijo a un encuentro personal con Jesucristo. La Navidad es la oportunidad perfecta para que, en familia, se renueven los hábitos de oración y la lectura de la Palabra.

4. La Natividad en el Hogar Paraguayo: Tradición y Espiritualidad

La familia católica, inserta en la rica cultura de Paraguay, debe vivir la Navidad integrando la fe con las expresiones culturales locales, manteniendo siempre a Cristo como el centro.

La Preparación del Corazón: El Sentido de la Espera

La liturgia nos regala el tiempo de Adviento, un período de cuatro semanas que no es de afanes, sino de espera gozosa y vigilante. Este tiempo debe ser un entrenamiento espiritual para la familia.

  • La Corona de Adviento: La bendición de la corona y el encendido semanal de las velas en familia deben ser momentos ineludibles. Es la oportunidad para enseñar a los hijos, con gestos concretos, el valor de la Paciencia y la Vigilancia.
  • El Perdón y la Reconciliación Sacramental: La venida de Cristo desarma el rencor. El Adviento es el tiempo propicio para acudir al Sacramento de la Penitencia (la buena confesión), que limpia la posada del alma para recibir a Jesús. Pero no hay confesión auténtica sin antes haber practicado el perdón doméstico. No podemos celebrar el nacimiento del Príncipe de la Paz si hay muros de resentimiento levantados entre los esposos o entre padres e hijos. El perdón, que es un don de Dios, se convierte en el gesto más hermoso que una familia puede ofrecer al Niño Dios. Es el acto concreto de “hacer sitio” a Jesús, de limpiar la posada del alma para que Él pueda nacer sin tropiezos en nuestros corazones, en paz con Dios y con el prójimo más cercano.

El Pesebre: Más Allá de la Decoración

En Paraguay, el Pesebre es una tradición profundamente arraigada, un elemento central que a menudo es más importante que el árbol de Navidad. Las familias católicas deben dotar a este Pesebre de un significado más profundo.

  • La Construcción en Familia: Hacer el pesebre juntos no es solo una actividad manual, es una oportunidad de catequesis. Cada figura—el buey, la mula, los Reyes Magos, los pastores—tiene un significado teológico. El matrimonio debe guiar a los hijos a entender que el centro está vacío hasta la Nochebuena, esperando la figura del Niño.
  • La Novena del Niño Jesús: Rezar la novena en familia, congregando a los padrinos y parientes cercanos, es una expresión concreta de que la fe es comunitaria. Es una forma sencilla pero potente de evangelizar el núcleo familiar y extender la fe a los abuelos y tíos.

5. La Misión de la Familia Católica y el Mensaje de la Navidad

La familia católica tiene una misión fundamental: ser el testimonio vivo de los valores del Evangelio en la sociedad. La Natividad es la culminación de nuestra misión.

  • De la Cueva de Belén al Servicio Comunitario: El Niño Jesús que nace nos llama a la acción y al servicio. Así como los pastores regresaron glorificando a Dios, las familias católicas deben retornar a sus vidas diarias transformadas por el encuentro con Cristo.
  • El Apostolado de la Navidad: La mejor manera de vivir la Navidad es llevar la alegría del Evangelio a otras familias. Esto se traduce en:
    • Acogida: Invitar a personas solas o con dificultades a compartir la cena de Nochebuena.
    • Caridad: Compartir el tiempo, el alimento y la oración con los más pobres, reconociendo el rostro de Cristo en el necesitado.
    • Testimonio: Que la paz y el gozo de nuestra celebración sean tan evidentes que otras familias se sientan atraídas por el amor de Cristo. La familia católica está llamada a ser un faro de esperanza en la comunidad paraguaya.

La Eterna Nochebuena del Alma

La Navidad no es un recuerdo; es una presencia. El Hijo de Dios que nació en Belén desea nacer hoy en la posada de nuestro corazón, en el silencio de nuestro matrimonio y en la dinámica de nuestra familia. La fe nos desafía a vivir esta verdad profunda. Que la luz de la estrella de Belén no sea solo una decoración efímera, sino la guía constante que oriente nuestras decisiones conyugales, nuestra educación a los hijos y nuestro compromiso con el Reino.

Renovemos nuestro “fiat” (hágase), al igual que María, y nuestro “sí” de custodia y servicio, al igual que José, para que cada día sea una auténtica Nochebuena, donde la presencia viva de Jesús haga de nuestro hogar un verdadero santuario de amor y vida. Que la gracia del Niño Dios nos fortalezca.

“No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, vas a concebir en el seno y a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo.” — Lucas 1, 30-32

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Origen del MFC Paraguay: La Historia de Monseñor Maricevich y el Matrimonio Cristiano

Cada gran obra de fe tiene un origen humilde y un corazón visionario que la impulsa. En Paraguay, la historia del Movimiento Familiar Cristiano (MFC) es inseparable de la figura de Monseñor Aníbal Maricevich Fleitas, un pastor que comprendió, con profunda sabiduría, que la solidez de la Iglesia y la nación paraguaya se edificaba en el único cimiento capaz de resistir las tormentas: la familia. Acompáñenos a recorrer los pasos de este pionero, cuya fe incansable plantó en la tierra guaraní las semillas de un movimiento que, desde 1959, ha formado a miles de matrimonios para vivir su vocación con santidad, alegría y compromiso.

Nació el 16 de diciembre de 1917 en el pueblo de Ypacarai, fruto del matrimonio de Don Rafael Maricevich y Patricia Fleitas. Ingresó en el Seminario Metropolitano en el año 1932 y logró culm

El Matrimonio como Vocación y el Corazón de un Pastor

Monseñor Aníbal Maricevich Fleitas (1917–1996) no fue solo una figura de la jerarquía eclesiástica; fue un auténtico pastor que olió a oveja y se sumergió en las realidades más profundas y, a veces, más dolorosas de su pueblo. Antes de ser el segundo Obispo de Concepción, su celo pastoral ya estaba puesto en la unidad fundamental: el hogar.

En las décadas de 1950, Paraguay, como muchas naciones, enfrentaba retos sociales y económicos que impactaban directamente la estabilidad familiar. Monseñor Maricevich, con su sensibilidad de pastor, percibió que no bastaba con la catequesis sacramental; la familia necesitaba una espiritualidad, una metodología y una comunidad que la sostuviera en el día a día. Comprendió, mucho antes de que se popularizara el concepto, que el matrimonio cristiano es la primera y más vital “Iglesia Doméstica”.

Esta visión estaba firmemente anclada en la doctrina de la Iglesia, que nos enseña que el sacramento del matrimonio no es un mero contrato social, sino un pacto de amor indisoluble, imagen de la unión de Cristo con su Iglesia. Para Monseñor Maricevich, fortalecer ese pacto era una misión urgente.

La Batalla de la Fe y la Justicia Social

Es fundamental entender la faceta de Monseñor Maricevich como luchador incansable por la justicia social. Su valentía al denunciar abusos de poder y su defensa de los campesinos del norte del país no eran ajenas a su preocupación familiar. Un hogar en la miseria o bajo la opresión es un hogar que sufre y se debilita. Al luchar por la dignidad humana, luchaba por el ambiente en el que los hijos crecen y la santidad conyugal florece.

El MFC, por su parte, nació con una vocación no solo de piedad, sino de acción, instando a los matrimonios a ser fermento en el mundo. Esta doble vertiente —la formación espiritual y el compromiso social— fue la impronta que Monseñor Maricevich grabó en el MFC Paraguay desde sus inicios. Él nos recuerda que la fe que se vive en el hogar debe desbordarse hacia la comunidad.

Montevideo 1959: El Viaje que Cambió la Historia Familiar

El Movimiento Familiar Cristiano ya había nacido en América Latina en 1948, en Argentina, bajo la guía del Padre Pedro Richard. Monseñor Maricevich, al enterarse de la existencia y los frutos de este movimiento, no dudó en actuar con prontitud y audacia.

A finales de 1959, tomó una decisión trascendental: viajar a Montevideo, Uruguay, donde el movimiento ya estaba consolidado, para absorber el carisma, la mística y, crucialmente, la metodología de trabajo. Este viaje no fue un simple desplazamiento administrativo; fue una peregrinación de fe y esperanza.

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Lo más significativo es que Monseñor Maricevich no viajó solo. Llevó consigo a dos matrimonios pioneros. Este gesto es un testimonio vivo del espíritu del MFC: es un movimiento de laicos, para laicos, con la asistencia del sacerdote, pero con el liderazgo y la responsabilidad activa de los cónyuges. Él entendió que la evangelización de la familia solo puede ser eficaz si la llevan a cabo otras familias.

El Despertar del Laicado Comprometido

El hecho de que el obispo confiara en la capacidad de esos matrimonios para asimilar y replicar el modelo en su patria refleja una profunda fe en el apostolado laical, un principio que el Concilio Vaticano II reafirmaría años después. Esos matrimonios, cuyos nombres son guardados con gratitud en la memoria del MFC, regresaron no solo con manuales o documentos, sino con la llama viva del carisma.

Este carisma es simple, pero revolucionario: vivir la fe en comunidad, compartiendo la propia vida matrimonial y buscando, juntos, la santidad. Es la convicción de que nadie puede salvarse solo y que la gracia se multiplica en la vida compartida.

13 de Diciembre de 1959: Nace una Promesa en Paraguay

Tras el inspirador viaje, la semilla germinó rápidamente. El 13 de diciembre de 1959 se consolida oficialmente la fundación del Movimiento Familiar Cristiano en Paraguay. Esta fecha, que anualmente se celebra como el aniversario nacional del MFC, marca el inicio de una historia de gracia y servicio.

El nacimiento del MFC no fue un evento masivo o mediático; fue un acto de fe profundo y discreto, que comenzó en la intimidad de los primeros hogares que abrieron sus puertas para reunirse. Se comenzó a replicar la experiencia de los “pequeños grupos” o “Células Básicas”, un espacio donde el matrimonio se desnuda espiritualmente ante otros matrimonios, en un clima de confianza y caridad.

La Metodología de la Conversión Constante: Ver, Juzgar y Actuar

La médula espinal de la formación en el MFC, traída por Monseñor Maricevich, es la metodología del Ver, Juzgar y Actuar. Esta es la herramienta práctica que permite a la fe salir del plano teórico y arraigarse en la cotidianidad:

  1. Ver: Implica la honestidad brutal de mirar la propia realidad conyugal y familiar, sin edulcorantes ni justificaciones. ¿Qué está pasando en nuestra casa? ¿Cómo nos comunicamos? ¿Qué retos enfrentan nuestros hijos?
  2. Juzgar: Es el momento de iluminar esa realidad con la luz del Evangelio y el Magisterio de la Iglesia. ¿Qué nos dice la Palabra de Dios sobre el conflicto que vemos? ¿Qué nos enseña la Doctrina Social de la Iglesia sobre nuestra economía doméstica? Aquí es donde la fe se convierte en criterio de vida.
  3. Actuar: Finalmente, la conversión se traduce en un compromiso concreto. Es la decisión de hacer algo diferente, de dar un paso en la fe, de mejorar la comunicación, de iniciar una oración en común o de servir a un vecino necesitado. Sin Actuar, la fe queda estéril.

Monseñor Maricevich entendió que esta disciplina de Ver, Juzgar y Actuar era la única manera de asegurar que el MFC no fuera un club social, sino una escuela de santidad práctica.

Los Cuatro Pilares del Carisma del MFC

El carisma implantado por Monseñor Maricevich en el MFC Paraguay se sostiene sobre cuatro pilares innegociables que han sido el foco de su formación durante más de seis décadas:

1. Vida Espiritual y Matrimonio Sacramento

El MFC insiste en que el amor conyugal no es autosuficiente. Necesita de la Gracia. Por ello, impulsa la oración diaria, la lectura de la Palabra (el Diálogo con Dios), y la vida sacramental frecuente (Eucaristía y Reconciliación). El matrimonio debe redescubrir que es un sacramento vivo, y que su amor es, en sí mismo, un signo eficaz de la presencia de Cristo. Se busca transformar la casa en un verdadero santuario.

2. Diálogo Conyugal Sincero y Profundo

El diálogo es el oxígeno de la pareja. En el MFC, se promueven técnicas y tiempos específicos para el Diálogo Conyugal (el Diálogo de Pareja), donde los esposos se miran a los ojos no solo para hablar de las cuentas o los hijos, sino para compartir sus luchas, sus sueños y, sobre todo, su vida interior. Este diálogo es la herramienta por excelencia para desterrar el miedo, el resentimiento y el distanciamiento emocional. Es un diálogo que salva matrimonios.

3. Educación de los Hijos en la Fe y los Valores

Los padres son los primeros y principales educadores de sus hijos. Monseñor Maricevich sabía que si el matrimonio era fuerte, los hijos crecerían con cimientos firmes. El MFC ofrece herramientas para la Educación de los Hijos, no solo en conocimientos, sino en virtudes, disciplina del amor y el testimonio de una vida de fe coherente. En un mundo que confunde y fragmenta, el MFC capacita a los padres para ser la brújula moral y espiritual de su prole.

4. Servicio y Compromiso Comunitario

Finalmente, el MFC no es un movimiento introspectivo. Llama a los matrimonios a ser Fermento en la Comunidad, a vivir la caridad. Esto se traduce en servicio dentro de la Iglesia (en la parroquia, en la diócesis) y en servicio a la sociedad, especialmente a las familias más necesitadas. La vida en las Células y los Encuentros de Matrimonios les da la fuerza para salir y ser apóstoles, llevando esperanza al prójimo paraguayo.

Un Legado Vencedor y la Perenne Misión

Monseñor Aníbal Maricevich Fleitas, fallecido el 2 de agosto de 1996, nos dejó un testamento espiritual que se sigue escribiendo día a día en la vida de los matrimonios del MFC. Su compromiso no solo fue histórico, sino profético. Al establecer el MFC en 1959, preparó a la Iglesia de Paraguay para acoger y vivir el espíritu renovador del Concilio Vaticano II y las grandes encíclicas pontificias sobre la familia.

El hecho de que el MFC Paraguay haya celebrado con júbilo sus 65 años de existencia en 2024 es el mejor testimonio de que aquella chispa prendida por Monseñor Maricevich en compañía de los dos matrimonios pioneros no se ha apagado. Por el contrario, es una llama que arde con más fuerza, iluminando miles de hogares en todo el territorio nacional, desde la capital hasta los rincones más lejanos.

El MFC es un árbol frondoso de familias que rezan, dialogan, sirven y se aman, demostrando que la fe no es una reliquia del pasado, sino la fuerza más potente para construir el futuro. Su legado es un llamado constante a la perseverancia en el amor y la esperanza en Ñandejára (Nuestro Señor).

Conclusión y Llamado a la Acción

Monseñor Aníbal Maricevich Fleitas nos legó una herramienta formidable: el Movimiento Familiar Cristiano. Él nos enseñó que la solución a los grandes problemas de la sociedad comienza en la pequeña Iglesia que es el hogar.

Si usted es un matrimonio que busca profundizar en su fe, encontrar herramientas prácticas para vivir su vocación y, sobre todo, caminar en comunidad con otros cónyuges que comparten su mismo ideal, el MFC le extiende sus brazos. No están solos en la hermosa y desafiante aventura de la vida matrimonial y la educación de los hijos. Honrar la memoria de Monseñor Maricevich es vivir activamente el carisma que él nos trajo. ¡El MFC lo espera para seguir escribiendo esta historia de amor y servicio!