Fotografia Grupo MFCPY

Capturar recuerdos, fortalecer la fe: Consejos para tomar buenas fotos con tu celular en el MFC

En cada encuentro, reunión o actividad, vivimos momentos que merecen ser guardados como tesoros. La fotografía es un regalo que nos ayuda a recordar la presencia de Dios en la cotidianidad y a compartir con otros la alegría de nuestra comunidad. Hoy queremos darte algunas recomendaciones sencillas y llenas de sentido cristiano para capturar imágenes hermosas con tu celular.

Como nos recuerda el Salmo 77,12: “Recordaré las obras del Señor; sí, haré memoria de tus maravillas de antaño.”


📖 1. La fotografía como acto de gratitud

Antes de hablar de técnicas, recordemos: tomar una foto no es solo apretar un botón, sino agradecer a Dios por la bendición de estar juntos. Cada imagen es testimonio de la vida familiar y comunitaria que construimos.

Reflexión: Cuando enciendas tu cámara, detente un segundo, respira, contempla la escena y di: “Señor, gracias por este momento.”


📷 2. Aprovecha la luz natural

Los celulares actuales pueden lograr maravillas con buena luz. Siempre que puedas, busca lugares bien iluminados: ventanas, patios, o al aire libre.

  • Si la reunión es bajo techo, colócate de forma que la luz venga de frente o de lado, nunca desde atrás, para evitar siluetas oscuras.
  • En exteriores, evita el sol muy fuerte de mediodía; la luz suave de la mañana o el atardecer da un brillo especial a los rostros.

🤝 3. Muestra la fraternidad

El MFC no es un lugar, ¡son las personas! Busca captar abrazos, manos unidas, miradas llenas de cariño. Más que poses forzadas, invita a las familias a ser naturales. Una sonrisa sincera vale más que una postura perfecta.

Tip: Toma varias fotos seguidas y elige la que mejor capture la alegría genuina.


4. Cuida el fondo y el encuadre

Un buen recuerdo merece un fondo ordenado. Antes de tomar la foto, observa qué aparece detrás: quita distracciones como bolsas o sillas vacías.

  • Mantén la cámara a la altura de los ojos.
  • Si es un grupo grande, organiza en filas: niños adelante, adultos atrás.
  • Prueba encuadrar de forma sencilla, dejando espacio alrededor de los rostros.

📱 5. Sácale provecho a tu celular

No necesitas un teléfono de última generación para buenas fotos. Aquí unos detalles técnicos básicos:

  • Limpia la lente antes de tomar fotos.
  • Activa la cuadrícula (grid) en la cámara: te ayudará a alinear bien las personas.
  • Evita el zoom digital; si quieres acercar, acércate tú.
  • Mantén la cámara firme o apóyala en una mesa o pared.

🙌 6. Respeta la intimidad

No todo momento necesita ser fotografiado. Hay instantes que se viven mejor sin cámara: momentos de oración profunda o confesiones personales. Pide siempre permiso para retratar a otros, sobre todo niños y familias.

Reflexión: Respetar la intimidad es parte de amar al prójimo.


🕊️ 7. Comparte con sentido

Las fotos del MFC no son solo para redes sociales; son semillas de esperanza. Asegúrate de compartir imágenes que edifiquen, que den testimonio del amor de Dios y la unión de nuestras familias.

Tip: Acompaña cada foto con una cita bíblica, una frase del Padre Pedro Richards o una frase que inspire.


❤️ 8. Preserva tus recuerdos

Guarda tus fotos de forma segura: crea carpetas con fechas y nombres de actividades. Esto ayudará a mantener viva la historia de tu comunidad y a transmitirla a las futuras generaciones.

Como dice el Deuteronomio 4,9: “Sólo cuídate y guarda tu alma con diligencia, para que no olvides las cosas que tus ojos han visto, y para que no se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; enséñalas a tus hijos y a los hijos de tus hijos.”


🙏 Finalmente… Haz de cada foto una oración

Que cada imagen sea un recordatorio del amor de Dios que nos reúne como familia y comunidad. Que al mirar nuestras fotos, podamos ver no solo rostros, sino también la acción del Espíritu Santo entre nosotros.

¡Anímate! Tu celular es una herramienta sencilla, pero tu mirada y tu fe son lo que harán que cada foto sea un testimonio de vida y esperanza.


Con cariño y unidad,
Departamento de Comunicación
Movimiento Familiar Cristiano

Periodo 2025-2026

Santidad Conyugal

Santificarse Juntos: El Matrimonio como Camino de Santidad

1. El llamado a la santidad en el matrimonio

El matrimonio no es solo una unión humana; para nosotros, los católicos, es un sacramento, un signo visible del amor invisible de Dios. Cuando un hombre y una mujer se entregan mutuamente ante Dios, su amor se convierte en vía de gracia. La Iglesia nos recuerda que estamos llamados a ser santos, no solo individualmente, sino también como esposos. La santidad no es algo lejano ni exclusivo de unos pocos: está tejida en los gestos cotidianos de amor, paciencia y entrega que vivimos en pareja.

San Juan Pablo II decía: “El matrimonio es la vía por la cual el hombre y la mujer se santifican mutuamente y cooperan con Dios en la obra de la creación.” Así, cada matrimonio está invitado a reflejar el amor de Cristo por su Iglesia.


2. Desafíos y oportunidades de santificación conyugal

No es fácil. Vivir juntos, compartir todo —sueños, luchas, defectos y virtudes— es un verdadero desafío. Las diferencias, las heridas del pasado, el cansancio de la rutina… todo puede volverse obstáculo si no se mira con ojos de fe.

Pero aquí es donde la gracia obra maravillas: cada dificultad es, en realidad, una oportunidad para crecer en las virtudes cristianas. El amor verdadero se purifica cuando aprendemos a perdonar de corazón, a ser pacientes cuando el otro falla, a sacrificarnos por su bien. En cada acto de comprensión y reconciliación, Cristo mismo se hace presente, sosteniendo la unión.

San Pablo nos anima: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Romanos 8,31). No estamos solos en esta misión. Dios camina con cada matrimonio que se esfuerza por amarse de verdad.


3. Prácticas espirituales para fortalecer la unión

La santidad conyugal no se improvisa; se cultiva día a día. Algunas prácticas sencillas pueden transformar la vida matrimonial:

  • Orar juntos: La oración une los corazones y eleva la mirada. Dedicar unos minutos al día para rezar un Padrenuestro, un Rosario o dar gracias antes de dormir hace una gran diferencia.
  • Acudir a la Eucaristía: Participar juntos de la Santa Misa fortalece la fe y renueva la gracia del sacramento.
  • Confesarse y reconciliarse: El perdón de Dios alimenta la capacidad de perdonarse mutuamente. Confesarse regularmente ayuda a purificar el corazón y ser más humildes.
  • Leer la Palabra: Meditar juntos un pasaje de la Biblia alimenta la esperanza y da sentido a la vida diaria.
  • Pequeños gestos de amor y sacrificio: Un abrazo inesperado, una palabra de ánimo, un detalle de servicio silencioso… cada acto de amor es oración vivida.

4. Testimonio de amor y fe

Un matrimonio que busca la santidad se convierte en luz para otros. Hoy, en un mundo que a veces pierde la fe en el amor duradero, los esposos que perseveran en la oración, en el perdón y en la alegría del compromiso son testimonio vivo de que Dios sigue obrando.

Los hijos, la familia, los amigos y hasta la comunidad se edifican cuando ven a dos esposos que, a pesar de sus limitaciones, confían en que Dios es parte de su historia. Como enseña la Iglesia, la familia es “Iglesia doméstica”, un pequeño altar donde se anuncia y se vive el Evangelio.


5. Conclusión inspiradora

Queridos matrimonios: su amor es sagrado. Su unión no es solo un contrato humano, sino una alianza sellada por Dios. Confíen en que Cristo camina con ustedes. Cuando surjan las tormentas —y siempre surgen— repitan con fe: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Romanos 8,31).

Cada día es una nueva oportunidad para elegir amar más, perdonar mejor y servir con más alegría. Que sus hogares sean talleres de santidad, faros de esperanza y signos del amor infinito de Dios.

Que María, Madre de la Sagrada Familia, los acompañe y los inspire siempre a ser santos juntos.

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Pertenecer al Movimiento Familiar Cristiano: una oportunidad para renovar tu matrimonio y tu familia

En el mundo actual, la familia enfrenta desafíos constantes: falta de tiempo, crisis en la comunicación, presiones económicas, tensiones sociales, y una cultura que muchas veces promueve el individualismo por encima del compromiso. En medio de este panorama, muchos matrimonios se preguntan:
¿Cómo podemos cuidar y fortalecer nuestra vida familiar desde la fe?

El Movimiento Familiar Cristiano (MFC) nace como respuesta concreta a esa necesidad. Es un camino de formación, oración, acompañamiento y misión que ayuda a los matrimonios y familias a vivir su vocación con mayor plenitud, alegría y sentido. Pertenecer al MFC no es una carga más, sino un regalo que transforma la vida familiar desde dentro, con la luz del Evangelio.


1. Fortalecer el vínculo matrimonial con la gracia de Dios

El sacramento del matrimonio es una alianza de amor, sostenida por la gracia. Pero ese amor necesita ser cultivado. En el MFC, los esposos encuentran espacios para dialogar, rezar juntos, compartir con otros matrimonios y crecer en la espiritualidad conyugal.

“El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no es jactancioso, no se engríe; no actúa con bajeza ni busca su propio interés.”
(1 Corintios 13, 4-5)

Esta caridad conyugal es el fundamento que el MFC ayuda a nutrir, para que los esposos no caminen solos, sino sostenidos por la gracia y por una comunidad que los acompaña.


2. Redescubrir la familia como Iglesia Doméstica

La Iglesia enseña que la familia cristiana es la primera comunidad donde se vive la fe. En el MFC se ayuda a las familias a redescubrir que su hogar es lugar de encuentro con Dios, donde se ora, se perdona, se celebra y se comparte la fe con los hijos.

“Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.”
(Mateo 18, 20)

En los encuentros del MFC, los matrimonios aprenden a vivir su espiritualidad en lo cotidiano: al preparar la comida, al hablar con los hijos, al tomar decisiones en pareja. Todo puede ser ocasión de gracia cuando se hace desde el amor y la fe.


3. Una comunidad que acompaña y sostiene

Una de las riquezas más grandes del MFC es la vida comunitaria. Pertenecer al movimiento es caminar con otras familias que están en procesos similares, con sus aciertos y desafíos, pero unidas por la fe y el deseo de crecer.

“Ayúdense mutuamente a llevar sus cargas, y cumplan así la ley de Cristo.”
(Gálatas 6, 2)

La comunidad se convierte en escuela de vida cristiana, donde no solo se recibe, sino también se da: testimonio, escucha, servicio, amistad. En ella se experimenta la Iglesia viva y cercana, donde nadie se siente solo.


4. Formación integral: humana, conyugal y espiritual

A través de materiales, charlas, talleres, retiros y acompañamiento, el MFC ofrece una formación permanente, adaptada a las etapas de la vida matrimonial y familiar. No se trata solo de “saber más”, sino de aprender a vivir con sentido, desde la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia.

“Educa al niño en el camino que debe seguir, y aun cuando sea viejo no se apartará de él.”
(Proverbios 22, 6)

Esta formación también incluye herramientas prácticas para la vida diaria: cómo comunicarse mejor en pareja, cómo educar a los hijos con amor y firmeza, cómo manejar los conflictos, cómo vivir la sexualidad desde una mirada cristiana, y cómo servir a los demás desde la vocación familiar.


5. Una familia al servicio de otras familias

El MFC no solo forma, también envía. Cada familia es invitada a poner sus dones al servicio de la Iglesia y de la sociedad, acompañando a otras familias, evangelizando en su entorno, y siendo testigos del amor de Dios.

“Tú y tu casa servirán al Señor.”
(Josué 24, 15)

Ese servicio puede darse de muchas maneras: participando en equipos de base, animando a otros matrimonios, dando testimonio en comunidades, colaborando con la pastoral parroquial, y promoviendo valores familiares en medio del mundo.


Tu familia también puede ser luz

El Movimiento Familiar Cristiano no ofrece soluciones mágicas. Pero sí ofrece un camino real y concreto para vivir el matrimonio y la familia desde el Evangelio. Un camino en el que Jesús camina con nosotros, en medio de nuestras imperfecciones, y nos transforma con su amor.

“Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.”
(Juan 10, 10)

Si hoy sientes que tu familia necesita crecer, sanar, reencontrarse o simplemente vivir más profundamente su fe… el MFC está para acompañarte.
Porque Dios tiene un sueño para tu familia, y quiere hacerlo realidad contigo.

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Fin de Semana de Gracia, Formación y Comunión en el MFC

“Familias en Cristo, al servicio de las familias”

Este primer fin de semana de julio fue un verdadero regalo de Dios para muchas comunidades del Movimiento Familiar Cristiano en diversas diócesis del país. Con una intensa agenda de actividades, retiros, cursos y encuentros, vivimos días llenos de espiritualidad, formación y fraternidad, donde el Espíritu Santo se hizo presente en cada corazón abierto a la gracia.
“Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mateo 18, 20)


Retiro de Kerygma – Base San Lorenzo Caaguazú

El sábado y domingo se llevó a cabo el Retiro de Kerygma en la Casa de Retiros Jesús Misericordioso, organizado por la Base San Lorenzo de Caaguazú. Fueron dos días de profunda oración, reflexión y alegría compartida en comunidad.

Agradecemos de corazón a los matrimonios participantes, así como a los matrimonios servidores que con generosidad ofrecieron su tiempo, amor y servicio a los demás. Damos gracias a Dios por cada corazón tocado y renovado. Sigamos caminando juntos, anunciando la Buena Nueva.
“¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!” (1 Corintios 9, 16)


Segundo Momento de Matrimonio Joven – Base María Auxiliadora de Minga Guazú

En la Casa de Retiro Padre Pedro Richards, de la Diócesis de Ciudad del Este, se vivió un encuentro muy especial: el Segundo Momento de Matrimonio Joven, con la participación de matrimonios de la Base María Auxiliadora de Minga Guazú.

Fueron jornadas de compartir, orar, reflexionar y renovar el amor en pareja, siempre de la mano de Dios. Gracias a cada matrimonio joven por decir “sí” a este tiempo de crecimiento y a los servidores que entregaron su tiempo y corazón para hacerlo posible. Un fin de semana para fortalecer el “sí” de cada día.
“El amor es paciente, es servicial… todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” (1 Corintios 13, 4-7)


Jornada de Pesca Juvenil – Base Villa Hayes

La alegría y el espíritu misionero se hicieron sentir con fuerza este domingo 6 de julio durante la Segunda Jornada de Pesca Juvenil de la Base Villa Hayes. Fue un espacio lleno de amistad, fe y compromiso, donde nuestros jóvenes fortalecieron sus vínculos y renovaron su deseo de ser pescadores de jóvenes para Cristo.
“Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres.” (Marcos 1, 17)

Agradecemos a cada joven, a sus familias y a los matrimonios servidores que hicieron posible este hermoso momento de encuentro. Construyamos juntos una juventud viva, alegre y comprometida con el Evangelio.
“Nadie te menosprecie por ser joven; al contrario, sé ejemplo para los creyentes.” (1 Timoteo 4, 12)


16º Encuentro Conyugal – Base Parroquial San Estanislao

En la Diócesis en Formación de San Pedro, la Base Parroquial San Estanislao organizó con mucho amor su 16º Encuentro Conyugal. Damos gracias a Dios por cada matrimonio que aceptó esta invitación a crecer y fortalecerse, y por los servidores que, una vez más, demostraron su entrega y compromiso con la misión. Dios bendiga su sí generoso.
“Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.” (Mateo 19, 6)


Formación Continua para Servir Mejor

También queremos destacar que durante estos días se desarrollaron varios cursos de formación en distintas diócesis donde el MFC tiene presencia. Algunas de las temáticas abordadas fueron:

  • Curso de Administración del Tiempo
  • Curso de Metodología y Coordinación de Promotores
  • Liturgia Eucarística
  • Curso de Nociones Básicas de la Biblia
  • Curso de Ser y Hacer del Equipo Coordinador de Base
  • Y otras instancias formativas que fortalecen nuestra misión

Gracias a todos los matrimonios que se animan a formarse para servir mejor, ayudando a otros matrimonios a crecer en la fe y en la vida familiar.
“Estén siempre dispuestos a dar razón de su esperanza a todo el que se la pida.” (1 Pedro 3, 15)


Sigamos Caminando Juntos

Este fin de semana fue una hermosa muestra de que cuando las familias se abren a Dios y a la comunidad, suceden cosas grandes. Agradecemos a todos los que participaron, sirvieron, animaron y apoyaron cada una de estas actividades.

El MFC Paraguay sigue vivo, en camino, y con el corazón dispuesto a evangelizar.
“Familias en Cristo, al servicio de las familias”

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Espiritualidad Conyugal e Iglesia Doméstica

I. ESPIRITUALIDAD CONYUGAL

1. Familia y Sagrada Escritura

23. El matrimonio y su consecuencia, la familia, son, ante todo, una realidad humana, condicionada por la realidad histórica y cultural en que están envueltas.

24. En el Antiguo Testamento, el matrimonio fue uno de los medios usados por el Señor para revelar la alianza de amor entre Él y su pueblo. Algunos profetas explicaron esta alianza con el ejemplo del amor nupcial e hicieron de la dinámica esposo-esposa, la figura de la relación del Señor con el pueblo de Israel. Esta relación, basada en la fidelidad constante del Señor, fue vivida por el pueblo escogido en su contexto histórico, con las limitaciones provocadas por factores globales (históricos, políticos, socioeconómicos y culturales) y por factores inherentes al propio hombre: dudas, avances y retrocesos, aceptación y rechazo, disponibilidad y desconfianza, entrega y traición.

25. En los primeros tiempos de la Iglesia, los judíos recién convertidos continuaban respetando las costumbres semitas en relación al matrimonio, mientras los gentiles convertidos, aceptaban la legislación y costumbres grecorromanas.

26. Basándose en el Antiguo Testamento, San Pablo coloca la vivencia conyugal dentro del contexto de la salvación y del misterio de Cristo y dice que esta realidad humana es “un gran misterio”, que tiene como punto de referencia la relación de Cristo con su Iglesia (Ef. 5,32).

2. Doble perspectiva: realidad humana y sacramento

27. Asimismo, en la carta a los Corintios, escribiendo sobre el casamiento de los cristianos, dice “Aquel que se case, cásese en el Señor”. Lo cual significa asumir la realidad vivencial a la luz del Evangelio, con todas sus perspectivas y exigencias.

28. El amor conyugal, que hace de los dos una sola carne como Cristo y su Iglesia, sin perder nada de su autenticidad humana, se transforma en signo y testimonio, portador real y eficaz del amor salvador de Cristo por su Iglesia. Por eso, el amor conyugal vivido por los cristianos, en cualquier contexto sociológico y cultural, es sacramento, signo transmisor del amor que lo trasciende y en él se realiza.

29. Esta doble perspectiva del matrimonio, que es una realidad humana y a la vez sacramento-misterio de salvación, no ha sido siempre comprendida a través de la historia. En la catequesis, en la teología del matrimonio y en la propia moral conyugal se ha marcado, muchas veces, uno solo de estos aspectos.

30. No comprendemos fácilmente cómo una realidad que por ser humana es relativa e imperfecta, puede ser, al mismo tiempo, un sacramento de salvación y por tanto permanente y perfecto. Por esto situamos, muchas veces, su dimensión sacramental en una línea conceptual desvinculada e independiente de la realidad de vida y asumida día a día por los cónyuges.

31. El Sacramento no santifica las formas sociales y culturales del matrimonio, sino la interrelación personal, que en cada pareja se vive y expresa en forma diferente.

32. Para la vivencia de la espiritualidad conyugal, es necesario profundizar el amor humano entre hombre y mujer, con todas sus implicaciones, como el MFC lo ha hecho desde su fundación. Este amor, que puede ser analizado en sus diversos aspectos (sexualidad, amistad, socialización), forma un todo, una realidad integral.

33. La sexualidad, atracción por el otro sexo, es un don específico del Señor, que hace clamar al hombre de todos los tiempos “Esto sí es carne de mi carne y huesos de mis huesos”, constituye un vehículo fundamental de comunicación entre el hombre y la mujer. Pero por un concepto dualista de la naturaleza, se pueden llegar a dos extremos: o una desfiguración angelista que toma la sexualidad solamente como instrumento para la procreación o a una concepción exclusivamente erótica y materialista, que hace de la sexualidad solo un instrumento de placer.

La atracción de la sexualidad va encaminada a la comunicación, donación, aceptación, complementariedad y amistad conyugal de dos seres humanos, que alcanzan su máxima expresión en el hijo y debe ser recolocada en su lugar verdadero y fundamental dentro de la naturaleza humana.

La sexualidad no es una dimensión parcial del hombre; no es simplemente biológica, ni puede reducirse tampoco al encuentro del acto conyugal. El hombre, varón y mujer, es siempre un ser sexuado y por esto la sexualidad ha de tomarse en relación a toda la persona, en sus dimensiones de: corporeidad, intimidad, relación con el otro y consigo mismo, comunicación, creación, construcción de la sociedad. Esta, así entendida, eleva al ser humano en toda su integridad de persona y sitúa a hombre y mujer en un proceso de liberación en el que conjuntamente afrontan los interrogantes que plantean la afectividad, el amor, la vida, el Sacramento. El placer, dentro de la esencia constitutiva de la sexualidad, escapa a muchos cristianos como consecuencia de ideas adversas y de una catequesis en la que no se la valoraba positivamente; este debe ser entendido en su totalidad, como un elemento bueno y deseable que expresa y celebra el placer de la unión conyugal. Así el acto conyugal marcado por la afectividad, la unidad, la entrega, la alegría de vivir unidos, el placer de estar juntos en la vida en común, la comunicación, la interrelación personal es una celebración de todas las realidades del amor de hombre y mujer, en una dimensión profunda del matrimonio sacramentado. Dada la realidad en que ha venido utilizándose la mujer para satisfacer los instintos del hombre, debe destacarse el valor y dignidad humana de ambos, en una nueva formulación de la sexualidad, en toda su amplitud, como expresión de plenitud y de entrega, pero que también puede convertirse en instrumento de poder, de dominación y de manifestación de egoísmo.

3. Expresión social del matrimonio

34. El amor del hombre y la mujer no es un fenómeno que afecta exclusivamente a los dos, sino a toda la sociedad. En consecuencia, en todas las épocas y culturas la unión conyugal ha sido y es un hecho social.

35. Si el amor conyugal es manifestación y presencia del amor del Señor a su Iglesia, cada matrimonio cristiano debe saber descubrir en cada una de las facetas de su vida los valores que la trascienden, para hacer de ellos camino y expresión de su espiritualidad: de tal forma que en la manifestación de entrega de una persona a otra a pesar de su limitación e inseguridad ante el futuro se dé la señal de entrega definitiva y sin reservas al totalmente otro, a Dios.

36. En el matrimonio cristiano es fundamental una manifestación externa y pública de los dos, que se ofrecen como testigos del amor de Cristo a su Iglesia, y de la comunidad que los recibe y apoya en este nuevo compromiso eclesial y humano.

37. El amor de los esposos es un amor existencial y dinámico, no conceptual y estático, que se va construyendo a lo largo de los años, de los días y de las horas, en la dinámica de la interrelación personal y familiar. Y esta dinámica amorosa, constituida de totalidad y limitaciones; del sí, del no, del tal vez; de riqueza y pobreza; de fidelidad y de faltas, es una señal testimonio portador real y eficaz (sacramento), del misterio de la salvación del Señor. Como la Iglesia, Sacramento de Cristo, sana y necesitada de purificación, el matrimonio camina entre la gracia y el pecado, entre la limitación y la plenitud, ansiosamente perseguida, pero nunca alcanzada, manifestando en diversos grados y formas su valor trascendente.

38. El matrimonio de los esposos cristianos, legítimamente constituido, no siempre manifiesta claramente el misterio de Cristo y su Iglesia, que es amor fiel, fecundo hasta la muerte “y muerte de Cruz”. También puede ocurrir que el amor de los cónyuges cuya unión no está legítimamente establecida, sea una manifestación de la bondad del Señor, cuando en ellos “hay valores de unidad, fidelidad y responsabilidad” (Puebla N° 578).

Esto implica un fuerte llamado del Señor y de la comunidad para todo matrimonio cristiano, a una vivencia más plena de su amor, y al mismo tiempo, a una comprensión de todas las demás parejas que viven el amor conyugal.

4. Factores globales que condicionan a la familia

39. Igualmente, el matrimonio (amor humano y sacramento de salvación) permanece condicionado por factores globales (culturales, sociales, políticos y económicos), adquiriendo expresiones y tipos diversos de familia.

40. El sacramento no está ligado a una forma determinada de familia, de tal manera que podamos llamarla “familia cristiana”, sino a la propia dinámica del amor, donación y aceptación mutua.

41. Los factores globales condicionantes, aunque a veces han sido enriquecedores, como es el descubrimiento más profundo de la psicología del ser humano y la naturaleza de la sexualidad, son en nuestra sociedad muchas veces opresores y empobrecedores, como los que enumeran los obispos en el documento de Puebla. Estos son los retos a los que permanentemente tienen que responder cada matrimonio y el MFC, como institución en su misión de hacer posible la vivencia conyugal más plena.

5. Nuevos caminos pastorales

42. Los caminos pastorales, asumidos hoy por la Iglesia y por el MFC como Movimiento de Laicos, deben ayudar a las familias a descubrir que la vivencia del Sacramento del Matrimonio no supone la existencia de familias idealmente perfectas. Supone, eso sí, la existencia de auténticas familias humanas, dispuestas a dar al amor que une a sus miembros, la amplitud de la dimensión sacramental: que es “señal” del amor salvífico del Señor, en el contexto concreto en que está envuelta.

Por esto los caminos pastorales buscarán:

a. Colocar las familias dentro del actual proceso de evolución global o cultural que hoy las debilita y las sitúa.

b. Llevarlas a revisar constantemente este proceso, actualizándolo y criticándolo delante de los siguientes puntos de referencia:

  • Aspiraciones fundamentales de los esposos y de sus familias.
  • Aspiraciones y llamadas del mundo de hoy.
  • Exigencias evangélicas.

43. Estas exigencias evangélicas, fundamentadas en el mandamiento del amor, tienen una respuesta concreta para cada pareja, por el hecho de ser señal y presencia del amor de Cristo a su Iglesia, que es una entrega total, con una fidelidad dinámica que lo hace crecer cada día y, por tanto, tiene como consecuencia ser un amor para siempre. Nadie tiene mayor amor que aquel que da su vida por el amigo.

II. FAMILIA: IGLESIA DOMÉSTICA

1. Familia: Iglesia Doméstica al interior de sí misma

44. La familia “ha merecido muy bien, en los diferentes momentos de la historia y en el Concilio Vaticano II, el hermoso nombre de Iglesia Doméstica. Esto significa que en cada familia cristiana deberían reflejarse los diversos aspectos de la Iglesia entera” (E.N. 71), lo cual supone la vivencia familiar de la fe, la esperanza y el amor, que se han de expresar entre otras formas, en la liturgia familiar, en la comunión y participación y en la reconciliación.

45. En la familia cristiana encuentran su pleno desarrollo cuatro relaciones fundamentales de la persona humana: “paternidad, filiación, hermandad, nupcialidad”. Estas mismas cuatro relaciones componen la vida de la Iglesia: experiencia de Dios como Padre, experiencia de Cristo como hermano, experiencia de ser hijos en, con y por el Hijo, experiencia en Cristo como esposo de la Iglesia. La vida en familia produce y participa en pequeño estas cuatro experiencias fundamentales; cuatro rostros del amor humano” (Puebla 583). Porque “La familia es imagen de Dios, que en su misterio más íntimo no es soledad, sino una familia. Es una alianza de personas a la que se llega por vocación amorosa del Padre, que invita a los esposos a una íntima comunidad de vida y de amor” (Puebla 582). Lo anterior manifiesta la importancia de la espiritualidad conyugal para la Iglesia Doméstica, que hunde sus raíces en el misterio trinitario.

46. En la trama de la existencia familiar se dan a la vez luces y sombras, dolores y gozos, fracasos y esperanzas, que son participación de la familia en el misterio pascual de Cristo, misterio de Muerte y Resurrección.

2. Familia Iglesia Doméstica como evangelizadora

47. La familia, Iglesia Doméstica, se va haciendo evangelizadora tanto dentro de ella como hacia la comunidad, anunciando la Buena Nueva a través del testimonio, la proclamación explícita del mensaje de Jesús, en unión con la Iglesia, y como partícipes en la construcción del Reino (E.N. 21, 22, 23, 24).

48. “La familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde este se irradia” (E.N. 71).

49. Para la realización de la persona es fundamental que al interior de la familia cada uno dé, a través de su amor, la Buena Nueva del amor de Dios como mensaje de salvación. “Dentro pues de la familia… todos los miembros de la misma evangelizan y son evangelizados. Los padres no solo comunican a los hijos el Evangelio, sino que pueden, a su vez, recibir de ellos este mismo Evangelio profundamente vivido” (E.N. 71).

50. Hacia la comunidad, la familia, como Iglesia Doméstica, está llamada a ser evangelizadora, profética y liberadora (Cfr. Puebla 591).

51. La familia no podrá transmitir la fe si esta no está arraigada en lo profundo e identificada con la vida, para poder proponerla en un diálogo abierto al mundo y a su momento histórico, insertándose en los acontecimientos y comprometiéndose con el hombre y su historia.

52. La familia, Iglesia Doméstica, responde “aquí y ahora” a la interpelación del Señor. Para ello debe escrutar los signos de los tiempos y conocer la realidad en que vivimos y viven nuestros hermanos, concientizándose de la situación de injusticia de todo orden (religioso, social, cultural, económico y político) con el fin de anunciar en esta realidad la salvación de Cristo, y denunciar todo aquello que va contra la dignidad de la persona humana: “¿cómo proclamar el mandamiento nuevo, sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre?” (E.N. 31).

3. El MFC, medio eficaz para vivir Iglesia Doméstica

53. El MFC busca ser medio eficaz para que la familia vaya entendiendo lo que significa la espiritualidad conyugal y la Iglesia Doméstica, capacitándola para que viva esta espiritualidad entre sus miembros, y también con otras familias, con el fin de que puedan servir a la misión que toda Iglesia tiene que realizar (Cfr. A.A. 19).

Con este fin se procura:

  • Buscar medios para que se viva la espiritualidad conyugal.
  • Tratar de que sus miembros logren una vida integral en la que se rompa el dualismo: fe y vida.
  • Hacer conscientes a sus miembros de lo que significa que la familia es Iglesia Doméstica, donde se vive el vínculo del amor, de comunidad y vida, de fe y de oración, de testimonio y compromiso.
  • Encontrar medios para que la familia, Iglesia Doméstica, no sea una isla sino que debe integrarse a otras familias, para vivir una auténtica vida de comunidad cristiana, con el fin de obtener elementos para ser fermento en comunidad.

LIBRO SUSUSU